Yo te diría lo siguiente:
Primero los consejos generales a la hora de afrontar cualquier situación:
-Siempre con conducta buena en sí misma (no pasar, por ejemplo a gritos, enfados o recriminaciones que sean inadecuados). Y en este caso siempre manteniendo la calma, sin desesperar, etc.
-Pensando en el bien de verdad de todos los implicados. Y esto guiando y por encima del entrenamiento de fútbol. Este objetivo te permitirá afrontar de la mejor manera cualquier contrariedad, etc.
Y ahora como cosas concretas, para tu consideración: si ves que unos avanzan más, y eso me imagino que en cualquier caso ocurriría, no solo por interés, sino que por aptitud, etc. pues me imagino que puedes diseñar para ellos unos ejercicios especiales, mientras pudieras mantener a otros en otro tipo de ejercicios. Transmite que sois un equipo y que no todo el mundo hace lo mismo, ni tiene la misma aptitud, como en la vida misma, pero todos pueden aportar algo. Es posible incluso que dependiendo del puesto en el equipo fuese conveniente un ejercicio más que otro, etc.
Se podría comenzar el entrenamiento con algo común, si lo hay, unas palabras, etc. y en un determinado momento mandarles a unos hacer una cosa, y a otros otra. También, si es lo adecuado, se puede terminar con algo común.
Entonces pararte a pensar en el diseño de la clase o entrenamiento te vendrá bien. Luego si ves que unos provocan a los otros (todo lo anterior, ya lo puede prevenir en alguna medida, con atención a los que saben menos, no descuidando a los otros, etc.), eso es un momento estupendo para educar. Primero que los que saben más no se pueden dejar provocar, ¿y cómo hacen esto? Haciéndoles ser conscientes de su parte, que a ellos tienen que responder ante lo que les surja correctamente y con auténtica buena intención en la vida (no poniendo por encima de todo su entrenamiento o cosa así, sino que poniendo esto en su orden y teniendo siempre una jerarquía de objetivos, ya que de su buena respuesta puede depender algo fundamental en la vida de otra persona).
Con respecto a los que provocan, generalmente no comenzar por las recriminaciones ni por quedarse en lo superficial, ni centrarse en un posible tratamiento meramente superficial. Con auténtica buena intención, darle ejemplo de ello. Es fundamental que el entrenador anteponga el bien de verdad de los niños a los intereses vanos (que ya son malos en sí como vanidad, etc.) o desordenados (aquellos que sin ser malos en sí mismos no pueden anteponerse a los más importantes). Si el entrenador antepone el bien de verdad de los niños a sus intereses vanos o desordenados, no cabe duda de que esto tiene un efecto, incluso inmediato; aunque claro que este comportamiento heroico no se hace solo, sino que hay que esforzarse en ello, con la gracia de Dios, y esto es bueno para todos, comenzando por el entrenador, aunque esto le suponga renuncias en ciertos aspectos.