I. Hola amigo y colega, a mi también me gustan los gatos. De este lado activo y sin rendirme. Fijate, decir: “Soy muy tímido.” “Soy muy joven.” “Soy muy viejo.” “Me siento muy cohibido.” Estos son ejemplos de calificativos autoimpuestos que nos impiden alcanzar objetivos que en realidad son totalmente alcanzables.
Dichos calificativos suelen convertirse en profecías que nosotros mismos hacemos que se cumplan. Por ejemplo, la persona que se califica a sí misma de “tímida” seguirá cerrando la puerta a oportunidades que le estimularían a vencer la timidez. Este comportamiento, a su vez, le convence de que realmente es tímido. De modo que se crea un círculo vicioso en el que la persona responde con su conducta al calificativo que se ha autoimpuesto y con ello lo refuerza aún más. Un psicólogo comenta: “Si usted cree que hay algo que no es capaz de hacer, [...] obrará en consonancia con lo que cree, y llegará a ser de esa manera”.
La doctora Lynne Kelly, de la universidad de Hartford (E.U.A.), dice que la timidez puede ser una reacción aprendida. Y lo que aprendemos, podemos desaprenderlo. Lo mismo puede suceder con el cohibimiento, el miedo al público y otros factores que obstaculizan la oratoria pública.
Pero ¿por dónde empezar para vencer un poco la timidez? He aquí algunas sugerencias útiles.
● Empieza por cosas pequeñas. Ser sociable no significa que tengas que ser tan extrovertido que llames la atención o que te conviertas en alguien muy solicitado. Intenta hablar con las personas de una en una. Puedes ponerte la meta de comenzar una conversación al menos con una persona cada vez que estés en un grupo. Trata de sonreír y de mirar a los ojos cuando hables.
● Rompe el hielo. “¿Cómo?”, te preguntarás. Pues bien, cuando te interesas de verdad por los demás, normalmente no cuesta tanto encontrar de qué hablar. Un joven español llamado Jorge dice: “He visto que el simple hecho de preguntarle a alguien cómo está o qué tal le va en el trabajo, o en la escuela, su salud, puede ayudarte a conocerlo mejor”.
● Sé un buen oyente. La Biblia aconseja “ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar” (Santiago 1:19). Al fin y al cabo, la conversación es un intercambio de ideas y no un monólogo. Así pues, tu timidez al hablar podría resultarte ventajosa a este respecto. La gente valora a las personas que saben escuchar.
● Únete al grupo. Una vez que domines el arte de la conversación con una sola persona, intenta hablar en grupos. Naturalmente, el discernimiento y los buenos modales son esenciales. No te entremetas en lo que es, a todas luces, una conversación privada. Pero cuando sea evidente que un grupo está charlando, intenta unirte a él. Ten tacto; no interrumpas ni trates de tomar el control. Escucha un rato, y, cuando te sientas cómodo, quizás te apetezca hacer algunos comentarios.
● No te exijas perfección. A veces, a los jóvenes les preocupa demasiado hacer un comentario desafortunado. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que todos somos imperfectos, y que, por tanto, es imposible que nuestra habla sea perfecta (Romanos 3:23; Santiago 3:2).
● No pierdas el sentido del humor. Es cierto que resulta embarazoso decir algo inapropiado, pero si te relajas y te ríes de ti mismo, se olvida todo rápidamente. Estarás haciendo una montaña de un grano de arena si te pones nervioso, te sientes frustrado o te preocupas mucho.
● Sé paciente. Ten en cuenta que no todas las personas responden enseguida. Un incómodo silencio durante una conversación no implica necesariamente que no le gustes a tu interlocutor o que deberías darte por vencido. Quizás solo esté preocupado o sea tímido, al igual que tú. En situaciones como esta, sería bueno que le dieses a la persona un poco más de tiempo hasta que llegue a sentirse a gusto contigo.
● Intenta hablar con adultos. A veces los adultos, comprenden bien a los jóvenes que combaten el problema de la timidez. Así que no tengas miedo de comenzar una conversación con una persona mayor que tú. Jajajaja, como yo que tengo 58 años.
Fíjate amigo Forcat, todo eso me ayudó en mi juventud a ser más extrovertido y hacer muchos amigos, mis hijos no han sido más que tú pero han aprendido mucho también, de modo que tú podrás vencer todo eso si te lo propones. Y aunque estas sugerencias pueden resultar útiles, no existe ninguna fórmula mágica para vencer la timidez. A la larga, no se trata de aplicar una técnica o procedimiento ingenioso. La clave es “amar a tu prójimo como a ti mismo” (Santiago 2:8). De antemano, muchas gracias por tu tiempo, valoración y espero me dejes saber cómo te ha ido con las sugerencias. Saludos a tus familiares, amigos y a tu gato, si tienes uno.