Graciela, esos dos conceptos tienen una relación muy estrecha. Fíjate en las definiciones de cada uno. Resentimiento es la acción y efecto de resentirse (tener un enojo o pesar por algo). El resentimiento se refleja en diversos sentimientos y actitudes, como la hostilidad hacia algo o alguien, la ira no resuelta sobre un acontecimiento, el enfurecimiento o la incapacidad para perdonar.
Así que el resentido es la
[persona] Que muestra o tiene algún resentimiento. Ejemplo: "está resentido con sus compañeros porque piensa que no le apoyaron lo suficiente; la numerosa población judía quedó resentida contra los prelados y gobernantes por la discriminación social de que venía siendo objeto"
[persona] Que se siente maltratado por la sociedad, por la suerte o por la vida en general y muestra una actitud de constante enfado hacia los demás. Ejemplo: "es un tipo amargado y resentido y no hace más que quejarse de todo"
Por otro lado el rencor es un sentimiento de hostilidad o gran resentimiento hacia una persona a causa de una ofensa o un daño recibidos. Ejemplo: "no le guardo ningún rencor: hay que aprender a perdonarlo todo; en sus labios se había marcado un gesto de rencor y amargura, y quizás estaba murmurando alguna cosa entre dientes"
De modo que es lo mismo. Sin embargo, desde el punto de vista bíblico ser resentido o rencoroso no es nada bueno Dios nos manda a ser perdonadores como dice en el Padrenuestro.
Cuando nos manda que nos perdonemos unos a otros, podemos tener la seguridad de que quiere lo mejor para nosotros. Con buena razón la Biblia nos dice: “Cédanle lugar a la ira”. (Romanos 12:19.) El resentimiento es una carga pesada que llevar en la vida. Cuando lo albergamos, nos consume el pensamiento, nos quita la paz y nos ahoga el gozo. Al igual que los celos, la ira prolongada puede tener un efecto muy negativo en la salud física. (Proverbios 14:30.) Y mientras nosotros pasamos todo este malestar, es posible que el ofensor siga su vida totalmente ajeno a nuestra aflicción. Nuestro Creador amoroso sabe que tenemos que perdonar sin reservas a los demás no solo para su beneficio, sino también para el nuestro propio. El consejo bíblico de perdonar es, en realidad, ‘el buen camino en el que debemos andar’.