Cada caso es muy particular, pero en el caso de que hayas sido tú quien ha tomado la decisión de poner punto y final a la relación deberás plantear la situación a tu cónyuge e iniciar los trámites. Este no podrá oponerse ni obligarte a seguir casado. Para iniciar el proceso de separación o divorcio, basta con que uno de ambos cónyuges haya decidido poner fin al matrimonio, sin necesidad de alegar ninguna causa o motivo concreto, ya que jurídicamente estos, resultan irrelevantes. Por ello debes intentar aceptar la situación sin dramatismo y con la mayor serenidad posible. Eso no quiere decir que no debas dialogar con tu pareja e intentar reparar la situación si lo ves viable y crees que debes hacerlo, pero siempre valorando las cosas con objetividad y sin presiones.
Es conveniente dejar a un lado el odio, los rencores y los deseos de revancha ya que pueden jugar en tu contra. Es recomendable pactar y negociar con tu cónyuge, porque los resultados de esos pactos te van a afectar el resto de tu vida. Están en juego las relaciones de convivencia con tus hijos (si los tienes) y tu patrimonio económico.