El problema que mencionas Sebastián, es bastante común y se llama miedo escénico. Se presenta cuando hay que realizar alguna actividad o dirigirse a un número amplio de personas o ante un gran público. Bajo este nombre, te será fácil encontrar información detallada de los síntomas así como del tratamiento, no obstante, además de esta información considero útil hacer ciertas consideraciones. Empezaré por hablar del porqué se produce este miedo que es un problema y terminaré por proponer un enfoque del mismo, que lo convierta en una ventaja y al final en una diversión.
La clave es la necesidad de aprobación. Quien siente esta dependencia, está pendiente de lo que está diciendo en lugar de estar concentrado en lo que tiene que decir. Se escucha a sí mismo y esto es lo que provoca el error y el colapso.
La seguridad en uno mismo resulta un factor importante pero no es decisivo ni irresoluble.
Como en todo miedo, hay una parte de absurdo y otra que tiene sentido. El sentido del miedo es advertirnos de un peligro, pero una vez cumplida esta función, hay que evitar que el miedo entorpezca la acción. Eliminar el miedo no es cosa fácil, al menos sin más, es por eso que resulta más fácil tratar de sustituirlo, o mejor dicho transformarlo. Hay que transformar a un enemigo en un aliado. El rechazo del miedo no hace que se vaya sino que hace que se apodere más de uno. La solución es permitir su existencia sin que domine la situación. Hay que aceptarlo como algo beneficioso y utilizarlo en beneficio propio. La audacia y la diversión son dos receptáculos especialmente buenos para el miedo. Es en ellos en lo que se ha de terminar convirtiendo el miedo. Una vez que se ha comprendido que en realidad no hay nada que temer porque todo es un juego, se accede a participar en el juego, entendiendo que para participar hay que correr, de una manera u otra, algún riesgo. Lo más importante, es que no somos nosotros solos los que están expuestos al riesgo sino que nos estamos exhibiendo ante personas igualmente expuestas al mismo riesgo e igual de vulnerables. Uno de los fallos más comunes y en cierto modo lógicos, es pensar que la opinión de los demás es más valiosa que la nuestra, porque nuestra humildad nos coloca en situación de aceptar el veredicto de los demás antes que el nuestro propio como una obligación moral. El peso de la mayoría es el que uno le conceda, no hay moral en esto, hay en todo caso debilidad o flaqueza. Si uno está convencido de sí mismo la mayoría se divertirá con él, esté o no de acuerdo, mientras que si uno duda de sí mismo la mayoría no solo no le prestará atención ni gozará con él, sino que no le prestará crédito.
Así, resulta que quien tiene la palabra, tiene una oportunidad para expresarse. Ahora bien, también influye el carácter de lo que se vaya a decir, pero independientemente de ello, no debe importarle la opinión de la audiencia porque si no, no lo dirá. Esto significa que no debe temer ser juzgado por el mensaje. Tanto si el mensaje es suyo como si no lo es, el portavoz debe ocuparse solamente de transmitir el mensaje correctamente. Si uno no es un artista de variedades no debe esperar ni buscar impresionar al público, cada actuación tiene un propósito y para cada propósito se deberán emplear los medios necesarios. Si no se tiene claro el propósito, se fracasará, porque no hay nada peor que alguien que no sabe lo que hace. Algunos ejemplos de propósito:
- Dar una noticia
- pedir una opinión
- inquirir una duda a un orador o profesor
- dar una opinión
- explicar una idea
- exponer una queja
- hacer una petición
- anunciar una buena noticia, etc.
Cada una de estas acciones del lenguaje tiene una función porque persigue un objetivo claro y concreto y cada objetivo exige que se cumplan ciertos requisitos lógicos para alcanzarse, requisitos que el lenguaje permite sobradamente. El proceso para lograr este objetivo no es distinto si el número de oyentes es mayor. Lo importante, es tener claro el objetivo, el lenguaje tiene una función que es la de comunicar algo y ese algo ha de tener sentido. Si la cadena argumental tiene sentido y se consigue el objetivo de la comunicación, se habrá obtenido el mínimo de éxito asequible aunque en otros aspectos la comunicación sea mejorable por ejemplo, en rédito personal, en ser un espectáculo cuando se habla, eso obviamente no lo tiene todo el mundo pero puede ir saliendo. Obviamente no se dirige uno al público igual que en privado pero esto es incluso un aliciente ya que en público se pueden experimentar formas de exponer las cosas que en privado serían inapropiadas. Existen formas de ser que se encuentran mejor entre el público pero lo pasan fatal en la intimidad y viceversa. Hay que ser Natural. Es inevitable que estén presentes y se valoren los aspectos comunicacionales que caracterizan a las personas pero eso no ha de ser un problema en el que centrarse ni algo a querer crear de manera artificial o consciente. Hay que centrarse en el objetivo del mensaje, lo demás debe surgir de manera espontánea porque así se manifiesta la persona, de lo contrario, se desvirtuaría la acción que tratamos de llevar a cabo, haciéndole perder fuerza y sentido.
A veces se quieren alcanzar varios objetivos en uno y esto si que ya empieza a ser un problema especialmente si alguno de esos objetivos es incompatible con otro. Esto puede crear confusión en cuanto al objetivo de la comunicación. Es habitual que quien da un discurso o expone una idea u opinión, además de exponer, quiera convencer y además, quiera agradar y además, quiera dar una imagen de confianza o de solvencia o de cualquier otra cosa. Esta tarea puede resultar sumamente difícil si además, el discurso versa sobre algo que no domina realmente o de lo que no está convencido, o peor aun, si ha de hacerse valedor de esa información sin conocerla a fondo, lo que puede plantear un conflicto de conciencia, que a todas luces afectará a su expectativa de aprobación que espera recibir del público. No sucederá así en cambio, si el mensaje que debe transmitir, es algo en lo que él cree ciegamente y de lo que está convencido, en cuyo caso, puede que deba enfrentar críticas pero se verá en condiciones de asumirlas ya que es la persona indicada para hacerlo. Es decir, el papel del interlocutor es un factor clave y debe estar claro. Quien da noticias no es quien las protagoniza ni quien las defiende, sin embargo es inevitable cierta asociación entre el mensajero y el mensaje. Si su trabajo es comunicar noticias, trate de convencer a los demás de su talento en la comunicación únicamente pero no de lo que dice. Si trata de comunicar algo a los demás de lo que está convencido y desea compartirlo haga lo opuesto, deje que el mensaje le lleve a usted con él.
El que comunica debe olvidarse de la audiencia. Él, está ahí para hablar y por lo tanto los demás están ahí para escuchar lo que tiene que decir. En esa situación es obvio que lo que hay que hacer es decir lo que se ha venido a decir y punto.
Debe existir deseo. El deseo de hacer lo que se tiene que hacer es indispensable para tener éxito y para pasarlo bien ya que no hay que olvidarse de esto segundo. Si algo no se quiere hacer, no se va a poder hacer. El deseo implica placer y diversión y no por ello elimina el riesgo y este es el enfoque al que quería llegar. Todo en la vida ha de guardar cierta diversión para el individuo al tiempo que entraña cierto riesgo. Si la acción no tiene diversión por sí misma, es el individuo mediante su actitud quien puede añadírsela.
Con Perseverancia y buscando la razón para hacer las cosas con el tiempo se mejora.