I. Hola Anderson, cuanto gusto me da saber de ti. Muchas gracias por tu aprecio y valoración. Te animo a buscar las citas de la Biblia, así confirmas cómo la Biblia puede ayudar en ese problema que llevas por tantos años. Me gustaría continuar en comunicación contigo si no es molestia, puedes escribirme a mi correo personal [email protected] Conseguí otros comentarios, a ver qué te parecen.
El sentimiento de culpa
Es muy común que quienes se masturban se sientan culpables o, como dice 2 Corintios 7:11, estén “entristecidos de manera piadosa”. Este sentimiento de culpa no es malo en sí mismo, ya que puede motivarte a dejar el hábito. Pero si es desproporcionado, puede desanimarte hasta el punto de que quieras darte por vencido (Proverbios 24:10).
Así pues, seamos objetivos. Es verdad que la masturbación es algo muy sucio, una forma de inmundicia que te esclaviza a los deseos y fomenta actitudes dañinas (Tito 3:3). Con todo, no es una forma de inmoralidad sexual grave, como lo es la fornicación (Judas 7). Así que no pienses que, al masturbarte, has cometido un pecado imperdonable. Lo importante es que te sigas esforzando por dominar tus deseos y que no te rindas.
Tampoco te desanimes si tienes una recaída. Recuerda las palabras de Proverbios 24:16: “Puede que el justo caiga hasta siete veces, y ciertamente se levantará; pero a los inicuos la calamidad los hará tropezar”. Cometer un pequeño error no te convierte en una mala persona. Reflexiona, más bien, en por qué caíste en la tentación y cómo puedes evitar que te vuelva a pasar.
Medita también en el amor y la misericordia de Dios. El salmista David sabía lo que se siente tras dejarse llevar por una debilidad, y fíjate lo que escribió: “Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen. Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:13, 14). Dios sabe que somos imperfectos y, por eso, está “listo para perdonar” (Salmo 86:5). Claro, también espera que nos esforcemos por cambiar. Veamos a continuación algunas sugerencias que pueden ayudarte a dejar este mal hábito.
Vigila tus pasatiempos. ¿Ves películas y programas de televisión o visitas páginas de Internet que avivan tus deseos sexuales? Fíjate en lo que uno de los escritores de los Salmos le pidió a Dios en oración: “Haz que mis ojos pasen adelante para que no vean lo que es inútil” (Salmo 119:37).
Oblígate a pensar en otra cosa. Sigue la sugerencia de un cristiano llamado William: “Antes de irte a dormir, lee algo sobre temas bíblicos. Es fundamental que tus últimos pensamientos del día estén relacionados con Dios y la Biblia” (Filipenses 4:8).
Confíale a alguien tu problema. Por mucha vergüenza que te dé, cuéntaselo a alguien. Esto te ayudará a dejar el hábito. Así hizo un chico llamado David: “Decidí hablarlo con mi padre. Nunca olvidaré sus palabras. Dándose cuenta de lo difícil que había sido para mí contárselo, me sonrió y me dijo: ‘Estoy muy orgulloso de ti’. Nada podría haberme animado tanto. Me resolví a cambiar como fuera.
Espero una vez más saber de ti. Cuídate.