¿Cómo mejorar la comunicación entre una pareja de ancianos, cansados tal vez de la rutina?

Hola me gustaría saber que se puede hacer para retsablecer la comunicación entre una pareja de abuelitos que prácticamente ya no conversan .Viven juntos pero casi ni se hablan, la abuelita prefiere ignorarlo por que dice que aveces cuando se hablan es para puro peliar por eso dice que mejor no hablarse... Yo creo que si viven juntos y solos seria importante que mejorarar su comunicación por que así se podría ayudar y apoyar entre ellos,... Pero no se como ... Ojala me pueda responder
Muchas gracias

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Creo que después de una convivencia tan larga, se comunican sin hablar. Se conocen muy bien para saber que tienen que hacer.
No obstante lee esto:
IV. INVIERNO MTRIMONIAL (ocaso)
El invierno se acerca, se sienta y abre su ancho zurrón de peregrino. Saca los vientos del sur. Los vientos del sur son cazadores de nubes; conocen sus guaridas y las obligan a salir, asustadas, y a huir. Los vientos corren delante y detrás de esas nubes. Esos vientos van azotando el ramaje de los árboles; y los mismos árboles zumban, se encorvan y gimen.
El invierno es desnudez y blancura. Desnudez, porque en invierno hay un desprendimiento de todo. Y blancura, por la nieve. Es la estación pacífica, por excelencia. Y la caída de la nieve es un símbolo de paz. Lo más simbólico de la nevada es su silenciosidad. El agua de la lluvia y más si ésta es fuerte, rumorea y a la veces alborota en el ramaje de los árboles, en las yerbas del pasto, en los charcos en que chapotea. La nevada, no. La nevada cae en silencio. La silenciosa nevada tiene un manto, a la vez de blancura, de nivelación, de allanamiento. Es como el alma del niño y la del anciano, silenciosas y allanadas. Y un campo todo nevado y de noche, a la luz de la luna que parece también de nieve... es cuando mejor se siente el sentido íntimo, enigmático, místico, de las estrellas.
Año de nieves, año de bienes -dice el refrán. Porque la nieve endurecida luego por la helada, es el caudal de agua para el agostadero del estío. ¡Ay del que al llegar al ardoroso estío de la vida, al agosto de las pasiones ardorosas, no conserva en el alma la blanca nieve de la infancia, de donde manan los surtidores de frescura fecundante. ¡Nieve de infancia, nieve de vejez también!
En el invierno hace frío. Frío por el viento. Frío por la nieve. Frío por las heladas.
Azorín así lo describe:¿? A prima noche, a través de los vidrios del escaparate, allá dentro en la trastienda, se ve la cabeza inclinada de un viejo. Se desgranan las sonoras campanadas de la catedral. En la callejuela suenan pasos. Campanitas en la madrugada. ¿Silencio de la nieve que va cayendo?.
¿Cómo es el invierno matrimonial?
En las otras estaciones ese matrimonio sabía que era mortal; ahora, en el invierno, no sólo sabe que es mortal, sino que lo siente. Lo siente en su carne, como los soldados en el frente de batalla.
Aquí hay que encarar la polaridad clave que según el psicólogo Erikson es la de Intregación versus desesperación. Este matrimonio tiene que comprender su vida como un todo, dado que sólo así puede llegar a vivir su adultez matrimonial, su vejez, sin amargura ni desesperación. Y sólo así puede llegar a entenderse con la muerte.
Ese matrimonio tiene que ser consciente de su corrupción y hacer las paces con la existencia defectuosa y gastada, en cuanto a su organismo físico.
La vejez no debe ser vista como un enemigo.
En la vejez hay que vaciarse, pues vamos subiendo en peregrinación. Por eso, se pierde el pelo, la buena presencia, la salud, la memoria, el dinero, los aplausos de ayer. Se pierden los seres queridos, a quien tanto amábamos. Vamos a la tumba. Y esto es doloroso y sangrante.
Pero el invierno es tiempo de CONTEMPLACIÓN, no como un ensimismamiento, sino como un recordar gozosamente lo vivido. Y es goce íntimo de lo vivido.
¿Qué características tiene el invierno matrimonial?
1. Ha llegado el momento de la menopausia y de la andropausia, no sólo en lo biológico. También afecta en lo psicológico. Si están fuertes, no hay problema; si no, la esposa, hasta entonces afectuosa y tierna, se hace una mujer fría, irritable e irritante. El hombre experimenta un declive en su virilidad. Pero, antes de que se produzca, se da una especie de llamarada que anticipa la llegada al punto muerto. Es lo que se ha convenido en denominar el demonio del mediodía. Así vemos a hombres de edad más que madura, hasta entonces buenos esposos, pasar por una extraña crisis durante la cual, olvidando su respetabilidad, se comportan como adolescentes, en este campo sexual. Es la última llama que brota de las cenizas antes de que la hoguera se apague en la vejez. Si el matrimonio, en el momento en que se produce este impulso, está minado por la crisis de la indiferencia, este período puede ser fatal. De pronto, se entera uno de que cierto marido que, según todas las apariencias, se conducía según las normas de un buen padre de familia, se ha permitido el lujo de dar un escándalo y destrozar su matrimonio. Es el triunfo del demonio del mediodía.
2. En cambio, si el matrimonio entra en esta fase con una armonía plena, vencerá fácilmente las dificultades inherentes a este momento de la evolución, y su unidad no estará comprometida para nada. Abordará entonces el estadio siguiente de su larga peregrinación amorosa a través del tiempo, y entrará en el reposo de una madurez recobrada: renacerá el amor.
3. En el invierno debe venir el milagro del renacimiento del amor. El tiempo ya ha avanzado mucho. La primera madurez ha sido ya superada, y más tarde, la época turbulenta de la menopausia y de la andropausia. El amor, triunfante, avanza sin percances y se encamina hacia un reposo lleno de ternura, de recíproco reconocimiento, de amistad definitiva. Es el crepúsculo del amor, el momento en que, antes de recorrer sus últimos años, el matrimonio disfruta de la unidad conquistada, de una armonía profunda y de una nueva paz. Los hijos han crecido, el tiempo ha pasado, las crisis han sido vencidas, el amor ha cristalizado definitivamente, las vidas se han fundido, se ha logrado la paz, y se tiene todavía una última juventud, antes de que se extinga la vida.
4. Es la hora de una felicidad pacífica, todavía vigorosa y que conoce hermosos impulsos, sin choques, pues se ha aprendido pacientemente a vivir juntos; sin conflictos, porque se sabe cómo llegar al encuentro del otro, y con un capital de ternura que se multiplica, porque se siente imperceptiblemente que el tiempo es breve, y que este amor, desde siempre eterno en su proyecto, está limitado, sin embargo, por los años que quedan. El tiempo, que no perdona, ofrece entonces a los cónyuges que han vivido felices su lucha, la inapreciable recompensa del renacimiento del amor. La vejez se convierte en el sello de eternidad sobre el amor ya vivido.
5. La muerte deja de ser un vacío y se torna una cumbre. Haberse amado hasta la muerte no es un privilegio, sino una victoria. Los que llegan son héroes de la existencia y del amor que se encuentran, en el ocaso, enlazados como en la aurora, más amantes que nunca, sabiendo que han sabido transformar en triunfo la esperanza de su juventud. Cuando el amor ha atravesado la existencia, deja solamente paz.
6. El amor aquí ya es caridad, que es la forma más perfecta del amor. La caridad es amor desinteresado, completamente gratuito. Ambos se dan la mano para vencer las últimas dificultades, para gozar de las últimas claridades del día. En la aurora de la vida -la primavera- era una audaz aspiración; aquí, en el ocaso de la existencia, es un reconocimiento infinito de esa conquista.
Conclusión
¿Cuál de las cuatro estaciones es la mejor, la ideal?
Cada una tiene su encanto, su razón de ser. Por las cuatro tiene que pasar el amor, hasta llegar a su madurez.
En la primavera, el amor es tierno y suave. Es la aurora del amor.
En el verano, el amor es tostado por los soles de la vida y madura en frutos suculentos de comprensión, bondad, paciencia, respeto, ayuda mutua, sacrificio. Es el mediodía del amor.
En el otoño, el amor va desprendiéndose de todo, para vivir la experiencia del amor interior, en la soledad. Es un amor sereno, maduro. Se recoge la vendimia del amor: los racimos están ya maduros para ser triturados, convertirse en mosto y pasar por el invierno de la fermentación, para después ofrecer ese vino ya curado, reposado, oloroso. En el otoño se recoge lo que se sembró en la primavera y lo que se regó y escardó y se limpió en verano. Es el crepúsculo del amor.
En el invierno, el amor pasa necesariamente por la experiencia del desgaste corporal, de la enfermedad, pero el alma cobra en belleza, si se han superado las diversas crisis (desilusión, silencio, indiferencia). Aquí se disfruta de la victoria del amor y de sus frutos: paz, serenidad, gozo íntimo, donación.
¡Que Dios les conceda la gracia de vivir esta estación del amor con conciencia, serenidad y belleza!

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