Es mejor que para leer mi respuesta se encienda otro porro.
Aquí nos encontramos con un fenómeno físico y un factor mental. Queriendo ser objetivo, se podría decir que la tos pudo ser tan fortuita como provocada por usted mismo. Sin embargo, para llegar a alguna conclusión debemos averiguar lo que ocurriría en el remoto caso de que ambas se presentaran a la vez.
Mientras usted no pensaba en la tos, tanto su mente como su cuerpo se encontraban evadidos, lo que equivale a cierto estado de concentración, en el cual, su cuerpo somatizaba el humo de modo que no interfiriese en su concentración. Cuando usted abandonó esa concentración y se puso a pensar en la tos, alteró el modo en que su cuerpo asimilaba el humo, pero hizo algo más importante y es "recordar" a su cuerpo la idea que usted tiene acerca del humo. Si usted no tuviera la noción de que fumar provoca tos, tosería solo cuando el cuerpo así lo necesitara por circunstancias fortuitas, ya fuera fumando o no.
Al tomar conciencia de lo que estaba haciendo, le transmitió a su cuerpo lo que debía hacer, en base a lo que usted piensa.
El cuerpo reacciona frente a dos tipos de estímulos, los causados por las circunstancias fortuitas y las causadas por el propio individuo por medio de la autosugestión.
Usted dirá, sí, pero no siempre que un fumador piensa en la tos, tose.
Cierto, y es que el cuerpo no responde a la autosugestión, cuando considera que la mente está haciendo una tontería.
El cuerpo reacciona de modo natural a todo lo que no está acostumbrado. Si se le acostumbra, lo tolera, hasta que deja de hacerlo, mostrando síntomas de enfermedad porque se rebasa su límite tolerancia.
Pueden haber reacciones por circunstancias fortuitas o por autosugestión. Ambas excluyentes entre sí, de modo que o actúan unas o lo hace la otra. Este es quizá el aspecto más controvertido de la cuestión.
No hay nada casual en la tos, si se piensa en toser. Dudar de esto, supone hacer un uso incorrecto de lo que llamamos "duda razonable".
El argumento para decir que si hay autosugestión, es la causa de la reacción, aunque también existan las circunstancias fortuitas que provocan esa reacción, se basa precisamente en el papel de la voluntad cuando está presente.
Si consideramos la autosugestión como un tipo de voluntad que se está ejerciendo en uno mismo para hacer algo, incluso una reacción involuntaria, la presencia de circunstancias que propiciarían esa reacción, se vuelve circunstancial.
En otras palabras. Si hay polvo y toso, la tos ha sido causada por circunstancias ambientales fortuitas y mi cuerpo ha reaccionado de modo natural. Si hay polvo y pienso en la tos y toso, entonces la tos se debe a la autosugestión. La presencia de polvo en este caso, solo ha servido para hacerme pensar en lo que tengo asumido respecto al polvo, y es que hace toser. La diferencia está en que en el segundo caso, la reacción de mi cuerpo obedece a lo que se, no a lo que hay. No obstante esto tiene lugar dentro de unos límites donde la reacción aun puede ser generada por la mente de forma voluntaria, es decir, es la fase en que la sensación no es lo bastante aguda como para que el cuerpo reaccione por su cuenta. También es cierto y entraría en ese lapso de tiempo, que a justo antes de ponernos a toser, podemos percibir de manera consciente la necesidad del cuerpo de toser, como cuando nos avisa de un estornudo. Eso son estímulos propiamente del cuerpo de los que somos conscientes un instante antes de que se produzca la reacción. Pero no hay que confundir esto con la autosugestión, cuya característica es que es aquí no es la mente que reciba el aviso del cuerpo sino que es ella la que envía el aviso al cuerpo.
Así que en su caso, debería rememorar muy bien la situación y preguntarse de dónde provenía el estímulo, si realmente fue una reacción percibida justo en el instante antes de producirse o bien, fue usted que pensando en la tos, se la provocó.
La autosugestión, es el tipo de reacción que tenemos frente a cosas que tenemos aprendidas, como el miedo. Quien teme a las arañas, basta decirle que tiene una cerca para que le entre miedo. Si nadie le dice nada, no tendrá miedo. No tememos a lo que hay, sino a lo que sabemos, luego la reacción proviene de lo que hay en nuestra mente. Es la mente la que induce al cuerpo a reaccionar. La reacción depende del significado que tengamos interiorizado acerca de las cosas. Por eso el miedo es útil, si es verdadero, es decir, si tiene sentido temer eso a lo que se teme, en caso contrario, es un estorbo. Es interesante la dinámica entre miedo, riesgo y éxito.
* * * * *
Ahora bien,
Tanto la tos, como el árbol que vive plantado en la acera, como la iglesia de piedra, el río que pasa o el punte que lo cruza, son cosas que existen, o no. Que tienen una causa, o no. Que tienen un fin, o no.
Digo esto porque si decimos que el ser humano tiene voluntad entonces hay que definir los límites de esa voluntad y explicar de dónde procede y a qué obedece, si esa voluntad está solo en nosotros o no. Es decir cuando se da opinión sobre una parte de la realidad, hay que explicar el todo, porque sino, esa explicación es incompleta y por ello inconsistente. Eso no quiere decir que no se pueda vivir solo conociendo hasta donde nos alcanza, sino que cuando se teoriza o se hace filosofía, hay que hacerlo desde una visión global, aunque se haya puesto el foco en lo particular.
Si nos limitamos a entender las cosas por lo que somos capaces de averiguar sobre ellas, por las leyes que cumplen, eso no garantiza que no haya una ley que está actuando por encima de todas ellas, que las domine e incluya a todas, como también ignoramos el número de esas leyes que puede haber.
Respecto al factor tiempo, se podría abrir una brecha, si entendemos que todo lo que existe sigue una pulsación, es decir, nada ocurre en continuo sino a intervalos de tiempo tan ínfimos que el tiempo nos parece continuo. Cada uno de esos intervalos, podría ser un vacío temporal, donde podría no regir ninguna ley, o podría ser sencillamente el tiempo el cual no hay existencia. Que mejor definición para el vacío absoluto o nada absoluta, que la no existencia.
Todo pensamiento y toda acción, por el solo hecho de existir, pertenece, tiene relación y puede llevarse, al extremo donde en última instancia es sometido a cuestiones existencialistas.
De modo que toda verdad depende del nivel al que estemos dispuestos a averiguarla. Si la verdad que buscamos ha de servir a fines prácticos, en cuanto se verifiquen esos efectos, habremos alcanzado el umbral suficiente para decir que es verdad, ese es el campo de la ciencia. Si ha de servir a fines personales, estos medios no nos sirven y hemos de emplear medios propiamente humanos.