Muy triste y desconcertada...

Hola, Soy Daiana, tengo 23 años... Hace casi 4 años y medio que vivo con mi pareja y tenemos dos nenas (de 3 años y 10 meses).
Mi problema es que siento que mi marido no me valora, yo siento que doy lo mejor de mi como mamá y esposa y el no me demuestra casi nada... Siempre dice que esta cansado y hasta hay veces que me rechaza cuando intento seducirlo. Pero sin embargo se puede pasar horas jugando en la computadora y cuando algún amigo lo invita a algún lado quiere ir solo... Con la excusa de "van a ser todos hombres".
Para peor muchas veces que discutimos se pone muy agresivo y he tenido que soportar gritos e insultos... Yo lo amo y siempre lo perdone esperando un cambio... Pero el se hace el buenito unos días y después otra vez pasa algo. No se hasta cuando voy a tener paciencia y me pone muy triste pensar en separarnos...
Necesito un consejo, desde ya gracias.

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Respuesta
Apreciada Daiana,
Te paso unos consejos tomados de un autor católico llamado Jorge Loring
sobre el matrimonio. (Puedes ver su libro "Para salvarte" que está muy bien
en www.arconet.es/loring ). En tu caso vives en pareja y aunque no es
exactamente lo mismo que el matrimonio, también te pueden servir muchas de
las cosas que se recomiendan para el matrimonio. Lo ideal seria que
pudieseis casaros para tener un compromiso de amor para siempre y estar más
tranquilos tanto tu hombre como tu, pero bueno eso lo tenéis que decidir
vosotros y no es lo urgente que me preguntas ahora. También puedes visitar
www.interrogantes.net que tiene muchos consejos útiles.
Un cordial saludo con mis mejores deseos para tu felicidad
97,7. Matrimonio. a) Sacramento: El matrimonio es un sacramento en el cual
-Contraído según las leyes de la Iglesia- por el mutuo consentimiento de los
contrayentes, expresado legítimamente con libertad y sinceridad, se les
concede la gracia para santificar su unión conyugal y para cumplir bien los
deberes matrimoniales, como son: la armonía conyugal, la fidelidad del
corazón, el control de la concupiscencia, el dominio de carácter, ayuda y
consuelo mutuos, la educación de los hijos, el sostenimiento del hogar, etc.
. La gracia no realizará de ordinario milagros, cuando las condiciones para
un amor serio y auténtico han fallado en su base; pero puede evidentemente
potenciar y robustecer el amor humano para que supere sus propias
debilidades y deficiencias .
El matrimonio, más que un frío contrato, es una alianza, una comunidad de
vida y amor, una convivencia en la que la procreación, siendo algo muy
importante, no tiene finalidad primordial. El amor y la mutua ayuda no
pueden relegarse a segundo plano.
"El matrimonio constituye una íntima comunidad de vida y de amor
conyugal"(939).
El amor entre el hombre y la mujer es algo natural. Llega un momento en que
un hombre y una mujer se aman, deciden entrar en una comunión estable de
vida y amor, para llegar a formar una familia. A esta comunión de vida y
amor se le llama matrimonio. En el matrimonio los esposos entran libremente,
pero ninguno de los dos, ni por separado ni de común acuerdo, pueden
romperlo.
El matrimonio viene a ser un convenio por el cual un hombre y una mujer,
jurídicamente hábiles, se entregan legítima y mutuamente el derecho perpetuo
y exclusivo sobre sus cuerpos, en orden a los actos de suyo aptos para la
generación. Este acuerdo debe ser mutuo, consciente, libre y responsable.
Efecto de este convenio es el vínculo conyugal; o sea la unión permanente,
perpetua y exclusiva de un varón con una mujer para engendrar y educar hijos
. Este vínculo conyugal dura mientras dure la vida de los dos cónyuges. "Son
propiedades esenciales del matrimonio la unidad y la indisolubilidad"(940).
"La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad son esenciales
al matrimonio"(941).
El matrimonio es una entrega irrevocable de varón y mujer . Los que no
quieren formalizar el matrimonio es para tener las manos libres y romperlo
sin compromisos cuando les apetezca. Es decir, no hay amor.
Para asegurar la validez del matrimonio basta con que los contrayentes no
ignoren que se trata de una sociedad permanente entre el hombre y la mujer,
para tener hijos: y que el consentimiento sea libre y sincero, manifestado
según la fórmula eclesiástica establecida .
En algunos países, la infidelidad matrimonial y el libertinaje han acabado
con el verdadero amor. Esto es una tremenda desgracia. Las comodidades y las
diversiones no pueden suplir el amor de unos esposos y de unos hijos. El
amor familiar exige unidad e indisolubilidad matrimonial.
¿Cómo se van a amar unos esposos que ni se guardan fidelidad, ni le dan
importancia al adulterio?
Cómo va a ser posible ir al matrimonio con ilusión cuando se sabe que lo que
allí se va a recibir son cuerpos ya exprimidos en aventuras amorosas con
otros? Cómo se van a amar unos hijos sin tener la seguridad de que sean los
propios? Es lógico que estos matrimonios sean un fracaso. Por querer gozar
de la vida han perdido el mayor goce de la vida: el amor de un hogar. Los
pensadores no tardarán en lanzar la voz de que esa libertad de costumbres es
un camino equivocado, y de que si queremos recuperar la felicidad de la vida
hay que volver al matrimonio uno e indisoluble de la Iglesia Católica;
Llegando a él por camino de una juventud pura. Una vez más la sociedad le
dará la razón a la Iglesia. Los catastróficos resultados de una libertad de
costumbres demuestran que la pureza en la juventud y la fidelidad
matrimonial que manda la Iglesia, aunque exige renuncias y sacrificios, es
el único camino para llegar a la felicidad de un hogar con amor.
La gracia sacramental del matrimonio es como una póliza de seguro
sobrenatural para proteger los riesgos de la vida conyugal. La cuota de esta
póliza es el espíritu cristiano. Cuanto mayor sea el espíritu cristiano, más
garantías de éxito tiene este seguro. Y la prueba está en esos matrimonios
innumerables de ancianos venerables que después de muchísimos años de
casados todavía se aman con ilusión: él te dice que ella es una santa, y se
le llenan los ojos de lágrimas; ella te asegura de mil formas que no hay
hombre como él, y no acaba de contarte casos concretos para demostrarlo. Más
de cincuenta años de compenetración, de mutua ayuda, de cariño
desinteresado, de sufrimiento mutuo, de sobrellevarse los defectos
mutuamente y de muchísimo espíritu cristiano les han dado en este mundo la
mayor felicidad que aquí pude gozarse. En cambio, qué vejez tan distinta van
a tener esos matrimonios materialistas y sensuales! Y no sólo la vejez, que
cuando falta el espíritu cristiano es muy fácil que se harten muy pronto el
uno del otro, y el hogar se convierta en una casa de fieras.
No es lo mismo vivir en matrimonio que en pareja. Los animales viven en
parejas, más o menos duraderas, pero no en matrimonio como las personas. Hoy
se da lo que se llama parejas de hecho . Viven matrimonialmente, como
casados, sin estarlo. Y quieren los derechos de los casados. Pero para tener
derechos hay que asumir los deberes correspondientes.
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: Hay unión libre cuando el
hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que
implica la intimidad sexual. La expresión, en sí misma, es engañosa: qué
puede significar una unión en la que las personas no se comprometen entre
sí, y testimonian con ello una falta de confianza en el otro, ¿en sí mismo o
en el porvenir?
Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del
matrimonio en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo
plazo. Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio, destruyen
la idea misma de la familia, debilitan el sentido de la fidelidad.
Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar
exclusivamente en el matrimonio. Fuera de éste constituye siempre un pecado
grave y excluye de la comunión sacramental .
Todo lo que sea poner en el mismo nivel a la familia tradicional con otro
tipo de uniones nos parece aberrante ha dicho Mons. José Sánchez, Secretario
General de la Conferencia Episcopal Española, a propósito de las uniones de
homosexuales. No pueden tener los derechos de los matrimonios porque no lo
son. Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua:
"Matrimonio es la unión de un hombre y de una mujer concertada mediante
determinados ritos o formalidades legales".
Las leyes que rigen el matrimonio son independientes de la voluntad de los
que lo contraen.
Estos tienen que aceptarlo tal como lo instituyó Jesucristo .
Cuando un católico quiere casarse es necesario santificar la unión con las
bendiciones del sacerdote en el sacramento del matrimonio. La presencia del
sacerdote, testigo cualificado de la Iglesia, es esencial para la validez
del sacramento del matrimonio(942).
"El único matrimonio válido entre católicos es el sacramento"(943).
El matrimonio civil es absolutamente inválido entre católicos(944).
Sólo vale para efectos jurídicos civiles: asuntos de apellidos, herencias,
etc .
El católico que se casa sólo por lo civil se autoexcluye de la comunión él
mismo. Lo mismo que el divorciado que se vuelve a casar, que no puede
comulgar mientras no arregle su situación(945).
Al matrimonio canónico están obligados todos los católicos que no se hayan
apartado de la Iglesia por acto formal(946).
Es decir: no mera falta de práctica religiosa; pero tampoco hace falta la
adscripción a una religión no católica. Sí lo sería un rechazo de la Iglesia
en un documento escrito, o declaración pública; pero como dijo el Sínodo de
1980 la fe es necesaria para el sacramento del matrimonio .
En peligro de muerte, y en circunstancias extraordinarias en las cuales
durante más de un mes no habrá sacerdote que los case, los futuros esposos
pueden contraer matrimonio ante dos testigos que tengan uso de razón . Este
matrimonio es verdadero sacramento, pues los ministros del sacramento del
matrimonio son los mismos contrayentes. El sacerdote es tan sólo un testigo
cualificado. Y la Iglesia autoriza esta forma de contraerlo en tales
circunstancias.
Pero después hay que dar cuenta, para que se registre en los libros
parroquiales .
Este sacramento hay que recibirlo en estado de gracia . Quién recibe el
sacramento del matrimonio, a sabiendas, en pecado grave, comete un
sacrilegio. Con todo, este matrimonio, aunque sea un sacrilegio, es válido y
verdadero.
Antes de recibir el sacramento del matrimonio es conveniente que los
contrayentes hayan recibido el sacramento de la confirmación, si pueden
hacerlo sin grave incomodidad .
Para que el matrimonio sea lícito y válido es necesario que los contrayentes
no estén ligados con ninguno de los impedimentos que señalan las leyes de la
Iglesia, como sería, por ejemplo, coacción, engaño sobre la persona o
cualidad importante que puede perturbar gravemente la vida conyugal . O
carecer de madurez humana suficiente para valorar los derechos y deberes
esenciales del matrimonio, o quienes no pueden asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica(947).
También es impedimento para la validez del matrimonio el no aceptar las
propiedades esenciales el matrimonio (unidad e indisolubilidad):
Como sería querer tener derecho al divorcio(948).
No podrán contraer lícitamente matrimonio canónico el varón y la mujer que
no hayan cumplido los 18 años . Antes de los 18 años, generalmente, se
engendran hijos enfermizos y débiles .
Son incapaces de consentimiento los que no tienen uso de razón .
Hay casos excepcionales en los cuales la Iglesia señala la ausencia del
vínculo matrimonial por algunos de estos impedimentos. Entonces declara el
matrimonio nulo. El eco que hacen las revistas del corazón de las
anulaciones concedidas a ciertas personas célebres, puede parecer que esto
se consigue a base de dinero.
Es verdad que conseguir la declaración de nulidad cuesta dinero, porque hay
personas cuya profesión es estudiar estos casos. Pero esto no cuesta
millones, como algunos creen. Según el Vicario Judicial del Obispado de
Cádiz, Guillermo Domínguez, en 1996 cuesta unas 80.000 pesetas.
Sin embargo, si no hay dinero, pero hay razones, se puede conseguir gratis.
En 1977 se otorgaron en España 534 sentencias de nulidad . De estas
anulaciones, el 30% se concedieron gratuitamente, según dijo el Vicario de
Madrid, Padre Martín Patino, el 23 de octubre de 1980, por Radio Nacional
en el espacio "Estudio 15-17".
b) Divorcio: El divorcio es un mal . Si fuera bueno Dios no lo prohibiría.
Dios ha hecho el matrimonio indisoluble. Pero el matrimonio hay que
contraerlo con responsabilidad. Muchos matrimonios fracasan porque se han
hecho a la ligera, por vanidad, por capricho, por despecho, para hacer
rabiar a una tercera persona, o sencillamente, por lujuria o egoísmo. Muchos
matrimonios fracasan porque nunca debieron realizarse.
Si Cristo prohíbe el divorcio, la Iglesia no puede aceptarlo. Mons.
Innocenti, que fue Nuncio del Papa en España, dijo: Los católicos,
gobernantes o no, tienen que tener en cuenta la doctrina de la Iglesia sobre
el divorcio .
El divorcio no es solución para un católico. Cristo dice: "el que deja a su
mujer y se casa con otra, comete adulterio"(949), y "el que se case con la
divorciada comete adulterio"(950).
El adulterio se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos, es decir,
era algo muy grave.
Por eso la Iglesia católica sólo permite la separación de los esposos si la
vida en común resulta insostenible, pero no volver a casarse mientras viva
el otro cónyuge; porque el vínculo matrimonial permanece hasta la muerte de
uno de los dos. Por lo tanto hay que escoger entre seguir viviendo juntos, o
la soledad hasta la muerte. La separación es el comienzo de un camino que
conduce a problemas mayores. Antes de separarse, los cónyuges deberían
acudir a un especialista por si sus problemas tienen solución. El vivir los
esposos separados, aunque no se unan a otra persona (lo cual sería un pecado
de adulterio) puede ser un pecado contra la caridad para con el cónyuge y
los hijos.
El divorcio civil, que pretende romper el vínculo, es totalmente inválido
ante Dios. . "Pero si el divorcio civil representa la única manera posible
de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa
del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral"(951).
Los divorciados vueltos a casar no pueden acercarse a la Sagrada Comunión
(952).
Ellos mismos se autoexcluyen de la Iglesia, pues viven en situación de
adulterio público y permanente(953).
"Sólo podrían acercarse a comulgar si, evitado el escándalo y recibida la
absolución sacramental, se comprometen a vivir en plena continencia", ha
dicho la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe(954).
En el discurso de Juan Pablo II en la clausura del Sínodo celebrado en Roma
en octubre de 1980, dijo que había que mantener la práctica de la Iglesia de
no admitir a la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar. A no
ser que cuando no puedan separarse, prometan vivir en total continencia,
siempre que no sea motivo de escándalo. En todo caso, añade el Papa, deben
perseverar en la oración para conseguir la gracia de la conversión y de la
salvación . Sin embargo esto no lleva consigo el que no puedan bautizar a
sus hijos. Hay que estudiar cada caso y ver qué posibilidades ofrecen de
educar en católico a sus hijos .
El divorcio es un mal. Lo que algunos se preguntan es si puede considerarse
como un mal menor que en ciertas circunstancias podría permitirse para
evitar males mayores. Lo mismo que una operación quirúrgica es un mal, pero
se acepta para evitar males mayores. Otros opinan que la licitud del
divorcio traería a la sociedad peores males que los que se siguen de su
prohibición, pues aunque el divorcio pueda solucionar algún caso concreto,
trae grandes perjuicios al bien común, y no es solución lo que empeora una
situación, sino lo que la resuelve. Las soluciones deben atender al bien
general y ser conformes a las normas morales, como dijo Juan Pablo II en
Nueva York.
El bien común a veces exige el sacrificio de un particular. Al hacer una
autopista se pueden perjudicar los propietarios de los sitios por donde
pasa, sin embargo puede ser necesaria para el bien común.
La fácil solución del divorcio haría que se rompieran muchos matrimonios con
problemas perfectamente superables, que no deberían haberse roto nunca. Por
eso el divorcio hace más daño que bien. Una solución que hace más daño que
el mal que remedia no es solución. No sirve una medicina para quitar las
pecas pero que al mismo tiempo produce cáncer de piel.
La posibilidad del divorcio lleva al malestar familiar. Los esposos
difícilmente se soportan sus defectos, y con facilidad creen que cambiando
de persona va a desaparecer lo que no puede desaparecer, pues es inherente a
las deficiencias del carácter humano. No hay persona sin defectos.
Las decepciones irán seguramente en aumento. Según la revista norteamericana
Newsweek, en Estados Unidos, seis de cada siete matrimonios de divorciados,
vuelven a divorciarse de nuevo; y ocho de cada diez matrimonios divorciados
dos veces, se divorcian por tercera vez . Es decir, el divorcio da paso a
una poligamia sucesiva.
Algunas feministas consideran el divorcio como liberación de la mujer; sin
embargo, la Iglesia al prohibir el divorcio defiende a la mujer.
Es trágica la situación de mujeres casadas abandonadas por sus maridos que
han encontrado una jovencita atractiva que les ha entusiasmado, y por ella
abandonan a su esposa y a sus hijos. Pero estas jovencitas también serán
abandonadas cuando lleguen a mayores y sean suplantadas por otras más
jóvenes y atractivas que ellas.
Según los datos del censo de los Estados Unidos, en los últimos años han
aumentado en un 66% los norteamericanos que viven solos. La mayoría son
hombres que se separaron de sus esposas.
Según las mismas estadísticas, uno de cada diez hogares en que hay niños, el
padre se ha ido .
El divorcio engendra divorcio. En Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca, en
catorce años se han duplicado los divorcios. En Inglaterra, Estados Unidos,
Canadá y Suecia, los divorcios se han multiplicado por tres. Y en Holanda se
han multiplicado por cuatro .
En Francia hay un divorcio por cada dos matrimonios . En Estados Unidos más
del 50% de los matrimonios se divorcian .
Frank Furstenberg, sociólogo de la Universidad de Pensylvania en EE. UU.,
afirma que hoy en Estados Unidos, ante las funestas consecuencias del
divorcio vuelve a estar de moda el matrimonio estable y el casarse por la
Iglesia. Incluso proliferan cursos como los de la Universidad de Denver,
Colorado, para superar la falta de comunicación y mutua incomprensión en el
matrimonio, que es la causa principal de fracasos matrimoniales .
Una aventura amorosa, de momento, puede parecer maravillosa, pero a la
larga es fácil que caiga en las mismas dificultades que el matrimonio
estable.
Las aventuras sexuales sin amor, duran más o menos; pero antes o después
terminan, y generalmente, de mala manera. En cambio el amor fiel de una
pareja estable, que ha madurado en su familiaridad, es fuente de un placer
mucho más profundo que lo que pueda dar de sí una aventura amorosa .
Aunque los medios de comunicación airean los casos de matrimonios fracasados
de artistas, sin embargo, las estadísticas dan que en España los matrimonios
a quienes beneficia el divorcio son solamente el 0'4% . En España el 90% de
las familias viven un matrimonio estable, como dijo la Directora General de
la Juventud, después de una encuesta realizada por el Centro de
Investigaciones Sociológicas. El 89% de los casados españoles asegura no
haber sido jamás infiel a su pareja; y el 84% afirma que ni siquiera lo ha
deseado .
A pesar de la publicidad que se da al divorcio de personas famosas, el
sociólogo de la Universidad de Chicago, Andrew Grelley, ha hecho un estudio
según el cual en 1995 han vivido en fidelidad matrimonial el 86% de los
norteamericanos, el 89% de los británicos, y el 92% de los franceses .
Aunque en teoría sólo se permita el divorcio para casos especiales,
inevitablemente se va aumentando el número de casos hasta que se abra la
puerta del todo; y el menor disgusto puede atolondradamente llevar a un
divorcio irreparable, y fácilmente quedar abandonado el cónyuge inocente y
los hijos perjudicados.
Dice Isidoro Martín, Catedrático de la Facultad de Derecho de la
Universidad Complutense de Madrid: "Aunque las leyes del divorcio al
principio exijan causas restringidísimas, después se amplían
desorbitadamente. Esto es un hecho incontrovertible".
El doctor alemán Maximiliano Bajoc ha realizado un estudio según el cual en
Alemania se divorcian al año dieciséis mil matrimonios porque uno de los dos
ronca. Es decir, que los motivos del divorcio se van ampliando
desmesuradamente.
Lo que teóricamente se implantó para remediar casos de matrimonios
fracasados, en la práctica hará fracasar a muchos matrimonios que podían
haberse salvado.
Las dificultades que la Iglesia pone para el divorcio han salvado muchos
matrimonios. Un casado me dijo en Torrevieja: "Yo doy gracias a la Iglesia
de que no admita el divorcio. Si lo admitiera, yo me hubiera divorciado en
un momento de crisis por el que pasó mi matrimonio. Ahora que lo he
superado, me alegro muchísimo de no haberme divorciado, porque quiero
muchísimo a mi mujer y soy muy feliz con ella. Y si me hubiera divorciado se
la habría llevado otro, y yo la habría perdido".
Desde luego, es doctrina común en la Iglesia Católica que el matrimonio
sacramental es indisoluble intrínsecamente, es decir, que no se puede
disolver por la voluntad libre de los contrayentes, pero algunos católicos
se preguntan si es también indisoluble extrínsecamente, es decir, si no se
podría disolver a juicio de una autoridad extrínseca a los contrayentes;
Después de ponderar las razones que se aduzcan. Sólo el matrimonio
sacramental consumado es también indisoluble extrínsecamente(955).
El Nuevo Código de Derecho Canónico dice: "El matrimonio rato y consumado no
puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la
muerte"(956).
Algunos dicen que por qué los católicos, que no admiten el divorcio, van a
imponer sus ideas a todos los demás ciudadanos. Hablando de esto, el
Cardenal Primado D. Marcelo González, dijo en una conferencia pronunciada
en el Club Siglo XXI: "Eso de que los católicos non tienen derecho a imponer
a los demás su concepción de la unión conyugal, es un sofisma. No se trata
de imponer nada a nadie, sino de defender lo que ellos creen que es bueno, y
que si se deteriora, ellos mismos serán víctimas de la nueva situación".
Sin embargo, aun en naciones de mayoría católica, a veces hay una ley civil
que regula el divorcio.
Pero, el cristiano debe seguir siempre los imperativos de la fe, sea cual
fuere la evolución de las leyes del Estado sobre el matrimonio .
Algunos dicen que el divorcio es un derecho de la persona humana. Esto es
falso. Los derechos de la persona humana, lo mismo que las leyes de la
Física, tienen valor objetivo, no dependen de lo que a cada uno le parezca.
Lo que es derecho de la persona humana es el matrimonio; uno es libre para
casarse o no casarse; pero si se casa debe admitir el matrimonio como es:
Indisoluble. Nadie tiene derecho a manipular el matrimonio a su capricho,
como nadie puede manipular a su antojo las leyes de tráfico. Uno es libre
para salir a la carretera o para quedarse en casa, pero si sale a la
carretera, tiene que someterse a las leyes de tráfico; hechas para el bien
común. Lo mismo, cada cual es libre de casarse o no, pero no para cambiar la
naturaleza del matrimonio. Por lo tanto, quien libremente se casa no puede
libremente romper el vínculo matrimonial. Decir que el matrimonio puede
disolverse por mutua voluntad de los contrayentes, es inadmisible.
El matrimonio no es sólo un compromiso entre un "yo" y un "tú". Tiene una
función social ineludible.
Por eso la Iglesia y los políticos no renuncian a incidir en él.
Matrimonio y familia son considerados como la base de la comunidad humana:
No se dejan, por lo tanto, en manos del capricho o del interés de los
hombres .
El vínculo matrimonial no depende del arbitrio de los casados. Su
consentimiento es irrevocable, y de éste nace una institución confirmada por
la ley divina que la sociedad debe respetar .
"La unión libre de un hombre y una mujer que se niegan a dar forma jurídica
y pública a su intimidad sexual, constituye siempre un pecado grave, y
excluyen de la comunión sacramental, pues el acto sexual debe tener lugar
exclusivamente en el matrimonio"(957).
Para casarse, lo fundamental es amarse.
Pero el matrimonio es una cosa muy seria, con implicaciones en la sociedad.
Y cuando el hombre hace una cosa seria ante la sociedad lo formaliza con un
contrato. Para un católico, vivir matrimonialmente sin haber recibido el
sacramento del matrimonio es una vida de pecado continuo que no puede traer
al hogar la bendición de Dios. Y esto es gravísimo.
Los experimentos que se han hecho de comunas de amor libre, donde todos son
de todos, al fin han terminado formándose parejas cerradas dentro de la
comuna, o se han ido de la comuna para formar pareja con otra persona de
fuera. El todos para todos sólo es posible cuando no hay amor y el sexo se
realiza sólo por apetito. Pero en cuanto nace el amor se busca la pareja
estable. Es decir, que la pareja humana estable es algo natural. Los mismos
divorcistas que quieren romper unan pareja humana, es con el deseo de formar
otra pareja, pensando que el cambio de persona iba a acabar con las
imperfecciones inherentes a todas persona humana. La solución no está en
pensar en una persona sin defectos, que no la hay, sino en amar a una
persona a pesar de sus defectos, y sobrellevarlos con virtud.
Los que se casan pensando en divorciarse, si las cosas no van bien, es que
no aman; y si no se aman es seguro que fracasarán. Pues el matrimonio si no
es con amor es un infierno. Nadie pone plazo a su amor. El amor quiere serlo
para siempre. El que piensa poner término a su amor, es que no ama. Quien
admite una fidelidad quebradiza, tendrá pasión pasajera, pero eso no es
verdadero amor. El amor exige exclusividad. De ahí la razón de los celos.
Quien cambia fácilmente de amor, lo que tiene son caprichos sentimentales o
sexuales. Como quien se encapricha con un juguete y luego lo deja por otro.
El amor es otra cosa. El auténtico amor quiere ser eterno.
El amor no es algo pasajero que sólo interesa mientras sirve, como si se
tratara de un objeto que se abandona cuando sale un nuevo modelo en el
mercado. Para muchos el matrimonio es una unión efímera que puede romperse
ante cualquier dificultad para iniciar una nueva aventura cambiando de
persona.
Eso de que el matrimonio monógamo produce tedio es sólo verdad cuando está
ausente el amor.
Los sacerdotes conocemos muchísimos matrimonios que se aman y son felices a
los cincuenta años de casados. Naturalmente estos matrimonios no van al
psiquiatra, y por lo tanto no está reflejados en las estadísticas de los
matrimonios fracasados.
En cambio, es notable el hecho de que los fracasados en el primer
matrimonio, suelen fracasar en los siguientes; por eso es tan frecuente que
los divorciados vuelvan a divorciarse. El Anuario Demográfico norteamericano
afirma que el 70% de los divorciados reinciden .
Estadísticas puntales han demostrado que en los países donde el divorcio
está a merced de cualquier contrariedad, del más fútil pretexto, se da un
elevado y creciente porcentaje de jóvenes inadaptados socialmente,
delincuentes, desorientados, descentrados, proclives al gamberrismo,
inútiles para la vida de trabajo y convivencia, por haber estado privados de
ambiente y medios familiares adecuados.
Que el divorcio lo pagan los hijos es una verdad que pone de manifiesto el
estudio realizado por Martin Richards que dirige el Centro de Investigación
de la Familia de la Universidad de Cambridge, que ha realizado un ambicioso
estudio sobre el desarrollo psico-social de diecisiete mil niños británicos.
La conclusión es demoledora: a los hijos de los divorciados les va mucho
peor en la vida .
Una estadística publicada por el Tribunal de Menores de Chicago afirma que
el 80% de los menores que comparecen ante este Tribunal, son hijos de
divorciados .
Según un reportaje del semanario "Newsweek" del 11-II-80, en Estados Unidos
hay doce millones de menores de dieciocho años hijos de divorciados, y según
el "Uniform Crime Report"(1976) de los menores procesados por delitos
comunes en Estados Unidos, el 82% son hijos de divorciados .
Los hijos son las terribles víctimas del divorcio. Quedan con el corazón
destrozado, la idea de la familia equivocada, y siempre con una educación
fracasada. "Los hijos de los divorciados son huérfanos de padres vivos"(Dr.
Carnot ).
Los hijos de los divorciados son más huérfanos que los verdaderos huérfanos;
Pues éstos, al menos, pueden vivir de un recuerdo y guardar a sus padres
difuntos todo su respeto y todo su amor.
Los hijos tienen derecho a un hogar y a unos padres que les amen y eduquen.
El divorcio les priva de ese elemental derecho. Muchísimos divorciados son
responsables de que sus hijos terminen en la delincuencia, faltos de
educación, de hogar, de familia y de amor. Un gran porcentaje de
delincuentes juveniles son la consecuencia del divorcio de sus padres. Los
divorciados buscaron egoístamente su libertad, pero a costa del bien de sus
hijos. Estadísticas conocidas dicen que se ha podido comprobar
perturbaciones psíquicas en casi la mitad de los hijos de los divorciados .
Según un estudio realizado en Londres, el divorcio es malo para la salud
tanto de los divorciados como de sus hijos .
Según un estudio del Centro de Políticas Familiares de Londres, realizado
con 17.000 niños, resulta que los hijos de padres divorciados y vueltos a
casar tienen más problemas psicológicos .
Para la buena educación de los hijos es fundamental que se sientan amados.
Muchos traumas se deben a la falta de amor .
Dice el conocido psiquiatra Dr. Juan Cardona Pastor : "Una familia estable
es requisito indispensable para el equilibrio psíquico normal de la
persona".
Según un estudio del Centro de Investigaciones de la Realidad Social (CIRES)
"es indiscutible" la vigencia del matrimonio en España. El 77% de los
entrevistados no cree que el matrimonio sea una institución pasada de moda.
Aseguran que para el éxito matrimonial lo más importante es la fidelidad, y
que la convivencia en pareja dura menos que la de los matrimonios .
Si se tratase de una persona con la cual es imposible la convivencia, podría
estudiarse la posibilidad de declarar nulo ese matrimonio. El matrimonio,
como dice el Concilio Vaticano II, "es comunidad en vida y en amor"(958).
Si la impotencia sexual es causa de nulidad matrimonial, también puede serlo
la incapacidad de poder realizar esa comunidad de vida por tener una
personalidad desestructurada. Sería como una impotencia psicológica .
Hay personas neuróticas, psicopáticas, esquizofrénicas, con las cuales es
imposible convivir, y que pueden justificar una declaración de nulidad
matrimonial. Así lo reconoce el Nuevo Código de Derecho Canónico que dice:
"Son incapaces de contraer matrimonio quienes tienen un grave defecto de
madurez de juicio sobre los deberes y derechos del matrimonio que van a
contraer; y quienes no puedan asumir las obligaciones esenciales del
matrimonio por causas de naturaleza psíquica(959).
Como serían las obligaciones del acto conyugal, la convivencia amorosa y la
educación de los hijos.
c) Adulterio: El pecado de adulterio es uno de los más execrables. "Se
comete cuando un hombre y una mujer, de los cuales, al menos uno está
casado, establecen una relación sexual, aunque sea ocasional"(960). El
adulterio es ya una falta grave desde el momento mismo en que se desee
deliberadamente. Ya hay adulterio cuando hay infidelidad de corazón: cuando
se pone a alguien por encima del propio consorte. Tal es el sentido de las
palabras de Nuestro Señor: "Quien mira a una mujer con deseos deshonestos,
ya ha cometido adulterio en su corazón"(961).
Como pecado externo es uno de esos crímenes enormes que ya entre los judíos
y los paganos era castigado con la pena de muerte(962).
Las personas casadas deben ser de una prudencia extrema en este punto, y
cerrar cuidadosamente la puerta de su corazón al menor síntoma de un afecto
desordenado naciente hacia tercera persona. Los antiguos amores de la
juventud, los actuales amigos de la familia, los subordinados, los
superiores, los compañeros de trabajo, pueden constituir un verdadero
peligro para la virtud de los esposos.
Hay que evitar los celos infundados, pero también el ser bobalicones
poniendo en peligro la fidelidad del otro cónyuge.
Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la
familia, que no podrá recuperar el cariño de antes. Y esto no tiene precio.
No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie
de ligerezas, de imprudencias y de concesiones. Al principio se resiste, y
se ve con horror avecinarse la tragedia.
Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido.
Cada vez se cederá más.
Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en
aumento. La tragedia será casi irremediable. Por eso deben tomarse toda clase
de precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse
en este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos
grave peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal .
Los pasos del adulterio pueden ser éstos:
Un marido absorbido por su trabajo.
Su mujer se siente sola.
Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.
Se deja llevar con la imaginación lo que sería un matrimonio con este
segundo hombre.
Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre.
Necesidad de repetir este momento.
Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la
condenación eterna.
Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente.
El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena
puede llegar también al adulterio:
Se encuentra con otra que atraviesa una situación difícil. Su buen corazón
le inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello. Nace el afecto
entre los dos. Ella se siente agradecida y comprometida a complacerle en
todo, etc.
Si el hombre, premeditadamente, la engaña para encariñarla y aprovecharse de
ella, eso es una canallada.
El adulterio puede arruinar un matrimonio. Recuerdo que un hombre, cuya
mujer había tenido una aventura amorosa con otro, me decía llorando lleno de
dolor y de rabia: nunca más podré hacer el amor con ella. No podré evitar el
pensar que ella está pensando en el otro .
En ambientes pervertidos, algunos matrimonios practican el intercambio de
parejas, como un juego inofensivo: pero con esto han preparado una bomba de
relojería que, antes o después, hará saltar, hecho añicos, su matrimonio.
La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres
casados para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en
lugar de trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional
del vicio. Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se
enreda en un amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues
sabe que aquel corazón ya tiene dueño.
d) Armonía matrimonial: Los casados deberían examinarse con humildad y
lealtad para ver si deben corregirse de algún defecto que obstaculice la
armonía matrimonial.
Pocos matrimonios habrá en los que alguna vez siquiera no haya habido un
disgusto serio. A veces los disgustos son frecuentes. Las causas pueden ser
muchas: orgullo, egoísmo, frivolidad, obstinarse en querer tener siempre la
razón, sensualidad desenfrenada, sensibilidad exagerada, palabras
imprudentes, celos enfermizos, desorden negligente, etc. Rara vez la culpa
será de uno solo. Un silencio cariñoso, el saber ceder con prudencia, el
explicarse con calma, el olvidar cristianamente, etc., ayudan a pasar por
encima de muchas dificultades. Los pequeños disgustos, al prolongarse,
pueden terminar en algo grave. Lo mejor es acabar con ellos cuanto antes,
con un poco de humor, espíritu de conciliación y capacidad de olvido.
Al cabo del tiempo puede que un día aparezca la decepción del cónyuge.
Evitar toda palabra descalificadora: Eres inaguantable . No se puede vivir a
tu lado . Ya no te aguanto más . No te soporto . Que sea la última vez . Tu
actitud es inadmisible . Etc., etc.
Nunca expresar a tu pareja tus sentimientos de agresividad. Para desahogarte
podrías escribirle una carta manifestándole todos tus sentimientos. Pero una
vez escrita, la rompes. No se la entregues. Ya te has desahogado.
El amor matrimonial no excluye los conflictos. Pero hay que solucionarlos.
Aclarar las cosas sin herir. Más que buscar culpables, hay que buscar
soluciones.
En esos momentos es muy importante la comunicación mutua. Quizás
preguntarle: ¿En qué te he decepcionado? . El amor, como las plantas, hay que
regarlo para que florezca. Si no lo cuidas, terminará por secarse.
A veces puede surgir el deseo de buscar fuera del matrimonio una
compensación, que puede ser desde una santa ocupación hasta el adulterio. Ni
siquiera la atención a los hijos puede justificar la desatención a la
pareja. Aunque puede ser perfectamente compatible con la armonía conyugal
una actividad en servicio de los demás.
Hay que procurar siempre, con prudente habilidad, que las disensiones -a
veces inevitables- no se prolonguen. Si no se pone a tiempo remedio se
producen heridas muy profundas. El desacuerdo serio y continuado en el
matrimonio es una de las mayores cruces de la vida terrena.
Conviene saber llevar la cruz del matrimonio sobrellevando mutuamente las
deficiencias de carácter, defectos, etc. En el matrimonio no todo es
disfrutar. Está hecho también de comprensión y renuncia: conocerse y
animarse, comprenderse y perdonarse.
Conviene no olvidar que el hombre es muy distinto de la mujer.
El hombre y la mujer son iguales ante la ley por tener la misma dignidad
personal, pero son distintos corporal y psíquicamente, para poder
complementarse. Por eso la mujer que no tiene feminidad es un marimacho, y
el hombre sin masculinidad, una damisela. Las diferencias fisiológicas entre
el hombre y la mujer llegan hasta el cerebro .
Eso de que las diferencias de modo de ser entre hombre y mujer sean
consecuencia de la educación recibida, no es cierto. Es verdad que la
educación influye en el modo de ser, pero hay una base en la naturaleza. Lo
mismo que fisiológicamente el hombre no puede dar a luz un hijo,
psicológicamente la mujer está dotada de unas cualidades propias de la
maternidad, que el hombre no tiene. La ternura femenina para con el niño es
algo muy distinto de lo que el hombre es capaz de dar.
La mayoría de los hombres es capaz de tener una vida sexual sin amor; en
cambio la mayor parte de las mujeres sólo son capaces de entregarse a un
hombre cuando lo aman.
El hombre es más carnal, la mujer más tierna; el hombre debe saber que ella
no encuentra placer en el amor físico, sino a través del amor psíquico.
La mujer es más detallista, el hombre mira las cosas en síntesis. Al hombre
le gusta conquistar, a la mujer ser conquistada; a la mujer no le importa
ser dominada por la fuerza, el hombre prefiere ser dominado por el cariño.
La mujer ha nacido para amar y el hombre para luchar.
No exclusivamente, pero sí preferentemente.
El hombre se manifiesta, sobre todo, por su carácter activo, emprendedor,
creativo; la mujer, más bien, por su carácter acogedor, receptivo. Hasta la
constitución física, de alguna manera, está moldeada para expresar esta
diversa manera de estar en el mundo .
El hombre razona, la mujer intuye. El hombre es más cerebral, la mujer más
cordial, más sentimental: incluso puede dejar que los sentimientos influyan
en su razón. El hombre se preocupa más de las cosas, la mujer de las
personas. El hombre tiene tendencia a lo universal, la mujer a lo concreto.
El hombre se interesa más por las ideas, la mujer por los afectos. El hombre
quiere que lo valoren, la mujer que la amen. El hombre vence por la fuerza,
la mujer por la lágrimas.
La mujer se deja dominar por los sentimientos mucho más que el hombre.
Mientras ella manifiesta sus sentimientos fácilmente, el hombre suele sentir
pudor en manifestarlos: por eso es frecuente que los oculte. La mujer ama y
sufre con más intensidad que el hombre. Por eso cuando odia es temible: su
maldad, su espíritu de venganza y su ingenio para hacer daño son terribles .
La lógica en el hombre es reflexiva, en la mujer intuitiva. El hombre que
tropieza con lo imprevisto, se desorienta y tiene que estudiar de nuevo el
asunto. La mujer, en un caso similar, emplea la lógica de la adaptación o
mutación. Este discrepancia matrimonial parece que les aleje al uno del
otro. El hombre debe imponer su criterio razonadamente, sin humillar a su
mujer; la mujer, con intuición, debe ayudar a su marido procurando aunar
opiniones. La felicidad matrimonial se consigue no mandando ni el uno ni el
otro, sino obedeciendo los dos.
La imaginación y sensibilidad es más acusada en la mujer. En el arreglo del
hogar lo demuestra. Su gran sensibilidad hace que lo nimio la haga feliz o
la haga llorar. Cosas al parecer insignificantes para el hombre, a la mujer
le producen gran disgusto.
La mujer es fácilmente feliz con ilusiones pequeñitas, detalles,
delicadezas, etc. El hombre generalmente le da menos importancia a todo
esto, y vive más las grandes ideas de la fe, de la política, de los
negocios, etc.
La imaginación masculina es de ideas y, por lo tanto, es intelectiva; menos
expuesta a error por apoyarse en la realidad y no en el sentimiento, que es
lo propio de la mujer. Esta discrepancia a veces produce disgustos. El
hombre debe comprender a la mujer y apreciar sus sentimientos.
El juicio de la mujer es más rápido, y juzga según odie o ame; en cambio, el
hombre juzga después de madura reflexión. Esta divergencia puede conducir a
que la mujer considere al marido demasiado calculador, y él a su mujer
ligera y alocada. Sin embargo, no debe el marido despreciar el juicio de su
mujer, pues ella capta detalles que el hombre desprecia y pueden conducir al
fracaso. Estas discrepancias las impone la diferenciación sexual; y el
milagro del matrimonio presidido por el amor hace que se adivinen los
pensamientos. La mujer aceptando lo que el hombre dice. El hombre
comprendiendo lo que la mujer quiere decir. Ella es dichosa si el marido
adivina sus deseos.
La diplomacia con que Dios ha dotado a la mujer puede emplearla siendo el
ángel tutelar de su marido, pero sin que se resienta su orgullo de varón. La
propia estimación del hombre es lícita, pero con exageración caería en un
salvaje egoísmo; cualidad ésta que usada ponderadamente hace que la mujer se
sienta protegida con sensación de paz y seguridad. La mujer es feliz si lo
son los que ella ama. El deseo de agradar es innato en la mujer. Ella va a
la conquista del hombre. En esta actitud debe continuar toda su vida
matrimonial. Ello será un medio para que el marido conserve su castidad. El
amor conyugal es mixto, con tres factores: primero, amor sensible; segundo,
amor espiritual y, tercero, amor sobrenatural. El sensible es el que acerca
los dos sexos y cumple la función sexual del débito matrimonial. El
espiritual valora las cualidades anímicas y desea para el ser amado el mayor
bien, entregándose a él en cuerpo y alma. El sobrenatural ofrece nuestro
amor para la propia santificación y hace la continuación de nuestra propia
vida en nuestra descendencia con miras a la eternidad.
La felicidad matrimonial no se logra aturdiéndose con fiestas y riquezas,
sino con el hogar ordenado, el cariño de los hijos y la paz en el alma de
ambos cónyuges, dejando las adversidades y alegrías en manos de Dios .
El hombre es estable, la mujer voluble. Ya lo dijo Virgilio en la Eneida
(IV, 559) la mujer es variable y tornadiza . Y también Verdi en su famosa
ópera Riggolletto (Acto IV, 4 ) : la donna `e mobile : la mujer es variable.
Tan mudable que muchas veces ni ella misma se entiende. Como está hecha para
la maternidad su psicología está afectada por los cambios fisiológicos del
ciclo reproductor. La pérdida periódica de sangre la debilitan.
Psíquicamente busca el apoyo del hombre.
La protección del hombre le da seguridad. Le gusta el hombre fuerte,
varonil. No sólo físicamente, sino también espiritualmente.
Muchos matrimonios fracasan porque se han contraído con ligereza y
frivolidad; sin conocerse y sin amarse. Por sólo apetito sexual. Y esto no
basta para hacer feliz un matrimonio. Otros fracasan por inmadurez. Se casan
sin estar preparados para la unidad matrimonial, sin haberla siquiera
entendido. Siguen dentro del matrimonio viviendo su individualidad, y los
casados deben vivirlo todo "con y para" el otro.
Para que un matrimonio vaya bien, hace falta la colaboración de los dos;
Pero para hundirlo, basta con uno.
El matrimonio no es un contrato de servicios sino una comunidad de vida y
amor, como dice el Concilio Vaticano II(963).
La huida de todo sacrificio quita al amor el sello de su autenticidad.
Cuando vaya pasando el tiempo de tu matrimonio, encontrarás en tu cónyuge
defectos de carácter que no advertiste en el noviazgo. No se los eches en
cara de una manera desagradable. Eso sería contraproducente. Tampoco los
consideres como de gran importancia. Es preferible que atiendas las virtudes
que te movieron a elegir esa persona para unirte en matrimonio, y que sirven
de contrapeso. En este mundo nadie es perfecto, y hemos de resignarnos a
sobrellevar los defectos de nuestros prójimos. Procura portarte como si
fuera tal como tú deseas. Esto le ayudará a que llegue, a la larga, a ser
como tú deseas.
Durante el noviazgo sólo se ven las buenas cualidades de la persona a quien
se ama. Con los defectos hay mucha indulgencia. En cambio de casados ocurre
al contrario: hay cierta tendencia a olvidar las buenas cualidades y a
aumentar los defectos.
El orgullo desempeña un papel muy importante en las disputas matrimoniales.
El remedio es la humildad, reconocer los errores y dar explicaciones
aprovechando un rato de calma. Y si se domina el buen humor es un modo
magnífico de terminar muchas disputas. Las dificultades conyugales son menos
graves de lo que parecen, y pueden superarse con buena voluntad.
Supongamos dos esposos que después de algunos años de convivencia se
encuentran en plena discordia, pero de tal modo exasperados y furiosos que
quieren separarse lo antes posible y a costa de lo que sea. Al principio
estaban muy contentos, se consideraban felices; ahora, en cambio, maldicen
el día en que se casaron. ¿Cómo ha sido eso? Los dos tienen defectos,
pasiones, errores, pero, ¿quién no los tiene? Cuántos tienen los mismos
defectos que ellos, o acaso más, y sin embargo viven en paz! ¿Qué es lo que
les ha conducido a la infidelidad y a la ruina?
El esposo, algún tiempo después del matrimonio, ha comenzado a darse cuenta
de las lagunas y defectos de su esposa, y esto le ha disgustado y le ha
irritado. Bondadosamente, le ha hecho notar estas cosas, pensando que su
mujer se enmendaría pronto de sus defectos. Le parecía tan sencillo y tan
fácil! Pero ella no se ha corregido... Entonces la atención del marido se ha
centrado más y más sobre las faltas y errores de ella, con lo que su
desagrado, y luego su mal humor, han ido en aumento. Parecíale que ella no
tenía buena voluntad y no le amaba, pues nada cambiaba su conducta, ni su
modo de hacer; lo cual cada vez le disgustaba, irritaba y hería más
vivamente.
Pero también el marido tenía lagunas, defectos, errores; y la mujer en ese
mismo tiempo ha fijado su atención en ellos, y se ha desarrollado en su alma
un drama igual al que se producía en el ánimo del marido. Pensaba que él
pretendía mucho de ella y no se preocupaba de cambiar ciertas maneras suyas
que la ofendían y amargaban. Hubiera costado tan poco!... Y así llegaron a
donde llegaron.
Algún juez imparcial dirá inmediatamente que la conducta de los dos ha sido
estúpida, y ambos han sido los autores de su desdicha. Si cada uno de ellos,
en lugar de atender a los defectos y agravios del otro, en lugar de
emperrarse en la pretensión de que el otro se corrigiera, hubiese observado
sus propios defectos y se hubiera esforzado en quitar de sí lo que
disgustaba al otro, habrían vivido en paz y la buena armonía se habría
consolidado cada vez más. Ésta era la única conducta práctica razonable; era
también la única cosa que cada uno podría hacer, ya que no tenía ningún
poder sobre la voluntad del otro. Pero no han hecho lo que podían; han
pretendido cada uno que fuese el otro el que lo hiciese, y así han llegado a
ser desgraciados .
En este proceso de mutua "domesticación" que tiene que sufrir todo
matrimonio, es esencial, por una parte, la constancia y, por otra, la mutua
delicadeza. Nada de impaciencia con los defectos del otro; mucho tacto y,
sobre todo, no restregárselo con dureza, ironías o ridículos.
Las moscas no se cazan con vinagre. Tampoco tratéis de rehacer el otro a
vuestra imagen y semejanza. Por parte de cada uno de vosotros, el esfuerzo
debe ser contrario: no tratar tanto de rehacer al otro, cuanto de adaptarme
al otro .
La mayor parte de los conflictos en el matrimonio son causados por falta de
mutua adaptación. Para que el matrimonio progrese los dos deben remar en la
misma dirección. Si cada uno rema en sentido contrario, la barca girará
sobre sí misma. Quien no esté dispuesto a adaptarse al otro, más vale que no
se case. Sin esfuerzo de mutua adaptación, el matrimonio no hay quien lo
aguante. El continuo choque de opiniones, deseos, planes, gustos, etc.,
convierte al matrimonio en un infierno.
Es posible que no coincidáis en gustos, planes, deseos, etc. Pero si quieres
a la persona, de buena gana aceptarás lo que ella prefiera. Cuando los dos
quieren dominar, el choque es inevitable.
Cuando los dos quieren adaptarse, la armonía es maravillosa. El Dr. Vallejo
-Nájera dijo por Televisión Española que la raíz de muchos matrimonios
desgraciados es porque esperan demasiado del otro y quedan defraudados .
Exigir del otro que se adapte, que procure mejorar su personalidad, querer
que luche contra sus defectos y consolide sus cualidades, bien está. Pero
exigir que eso se realice enseguida, y que la transformación sea inmediata,
sería nefasto. Se obligaría entonces al cónyuge a contentarse con cambiar
las apariencias, se le conduciría a adoptar unas actitudes que serían
forzosamente superficiales; el resultado no tardaría en manifestarse con un
retorno a las costumbres antiguas y un mutuo desengaño. Si hay algo que debe
evitarse es eso.
Más vale proceder gradualmente, contar con el tiempo y obtener resultados
ciertos. Esta paciencia será sin discusión, una de las formas superiores del
amor y un testimonio irrecusable de desinterés. Saber esperar a que el
cónyuge logre superar sus defectos, animándole sin hostigarle, ayudándole
sin desquiciarle, éste es uno de los primeros pasos en el camino del acuerdo
de las personalidades. Este acuerdo se efectuará con tanta mayor seguridad
cuanto con más calma se proceda. Excitarse no servirá de nada; lo más que se
conseguirá es exasperarse uno mismo y exasperar al otro. En tal ambiente, el
acuerdo, en vez de progresar, retrocedería multiplicando los roces y
exacerbando los choques. Todo esto no quiere decir que se encierre uno en la
pasividad esperando que el cónyuge se decida de una vez, a realizar un
esfuerzo para adaptarse, sino que significa que al exigir de él unas
manifestaciones de buena voluntad, se impondrá uno a sí mismo una paciencia
a toda prueba, respetando el curso del tiempo y contando con la lentitud
normal de toda evolución humana.
Saber repetir una corrección. Repetirla sin dejar traslucir que está uno
harto y a punto de estallar.
Repetirla, por el contrario, con incansable afabilidad, con una pizca de
buen humor, pero nunca fuera de tiempo.
Domeñar esta impaciencia, esta precipitación, e imponerse contar con el
tiempo. Esperar que poco a poco se efectúe la evolución requerida.
El tiempo destruye siempre lo que se hace sin él.
En toda observación evitar las palabras agrias; en toda crítica, evitar las
palabras ultrajantes; en todo reproche, evitar la aspereza;
Tales son las condiciones que se requieren previamente para el acuerdo
conyugal. Éste no puede realizarse más que en un clima en que el afán de
comprensión recíproca sea evidente. Este ambiente se creará si de una parte
y de otra se emplea la destreza necesaria para hablarse con provecho. La
preocupación por proceder con tacto conducirá a no hablar nunca bajo el
efecto de la emoción violenta que acompaña habitualmente a la primera
reacción. Le sucede a nuestro espíritu lo que al agua: cuando ésta se
enturbia ya no se puede ver nada en ella; hay que dejarla reposar para que
recobre su limpidez .
La crítica mutua en el matrimonio es buena y ayuda a mejorar. Pero debe ser
una crítica que nace del amor y se hace con amor. No una crítica-reproche
que molesta al otro. Éstas son inútiles y perjudiciales, porque deterioran
la convivencia. Una crítica que es un desahogo de la agresividad, produce
agresividad en el otro. La finalidad de la crítica debe ser ayudar al otro a
ser mejor. Por eso, no pedir imposibles; ni hablar con vaguedades que no
concretan lo que debe cambiar; ni en plan exigente, sino sugiriendo. Y en el
momento oportuno. Una crítica a destiempo es perjudicial, o, por lo menos,
inútil.
Es necesario, a todo precio, vencer el mal humor...

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