Ayuda con mi pareja
Hola tengo 24 años de edad y 6 meses de casada resulta que la relación con me esposo va bien nos entendemos pero con la convivencia han resultado muchas cosas que no haya como darle la vuelta para solventarlas. Yo siempre pensado que la comunicación es muy importante pero a el no le gusta hablar nunca ni molesto ni de buen carácter, le pido sea ordenado se molesta y cuando le pido que me colabore manteniendo todo enorden se molesta y me dice que soy un fastidio. Adicionalmente al principio no le molestaba que saliera con mis amigas ni a dar vueltas ni a comer pero últimamente le molesta que no le avise donde estoy ni para donde voy a toda hora yo no lo permito se lo reclamo y cuando intento que lo hablemos no quiero y al final me dice de manera molesta y grosera que haga lo que desee y que no me molesta más. Tampoco quiere que vaya mucho tiempo donde mi familia porque me empieza a mandar mensajes que me venga que tiene hambre que le hago falta que quiere cariño. No se que hacer me siento amarrada encerrada y lo peor es que se estoy consciente que no me voy a dejar y en cualquier momento voy a reventar. No se como contrarrestar la situación para evitar mi matrimonio tenga una recaída.
Respuesta de hadaavg
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hadaavg, Soy una chica, ingeniera informática, que sabe mucho de la vida,...
Pues la comunicación es muy importante es una relación de pareja, y si tu marido es tan cerrado deberías plantearte muchas cosas. No se por qué se molesta cuando le dices que tiene que ser más ordenado o que colabore, porque ahora las dos personas tienen que colaborar en el hogar, si no la mujer siempre lo hace todo, y eso no puede ser.
Ellos también se tienen que concienciar de que lleven ayudar con la casa, los hijos, la mujer, etc.
Mi consejo sería que hablaras con el, díselo seriamente, a ver si el reacciona y accede a hablar, pero si es tan cerrado no se que deberías hacer. De todas formas si te quiere debería acceder a hablar para salvar vuestro matrimonio.
Ellos también se tienen que concienciar de que lleven ayudar con la casa, los hijos, la mujer, etc.
Mi consejo sería que hablaras con el, díselo seriamente, a ver si el reacciona y accede a hablar, pero si es tan cerrado no se que deberías hacer. De todas formas si te quiere debería acceder a hablar para salvar vuestro matrimonio.
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Respuesta de hermeszafra
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hermeszafra, Tecnologo en INFORMATICA U
Perdoname la demora pero se metieron 4 días de festivo en mi país y me fue difícil contestarte enseguida, mira te comento que lo que tu estas pasando es una etapa normal y la pasamos todos los recién casados, ustedes recién están conociéndose en cuanto a la convivencia, se están ajustando y lo que debes hacer es tener en cuenta que para que haya una discusión debe haber 2, trata se ceder un poco más a menudo aunque tu tengas la razón, se que no es fácil, con esto no te digo que siempre debes ser la perdedora, no, cede especialmente cuando el sea el culpable, dile yo se que no tienes la razón pero igual no deseo pelear por que te amo, cosas como esas harán que el reflexione y poco a poco va dándose cuenta de su aptitup, el problema con el es que un hombre cuando cambia de ambiente, en este caso el matrimonio, le da más tiempo en acostumbrarse que las mujeres, nosotros somos menos sensibles y aveces no sabemos como transmitir nuentra inseguridad, y lo que hacemos es que recurrimos a la grosería y la indiferencia, trata de hablar con el en las noches, antes de dormir cuando ya están en la cama, trata de consentirlo y hablarle del problema, hazle saber que te sientes protegida por el, dile lo segura que te sientes al estas junto a el, así el reflexionera y caerá en cuanta cual es el papel que el cumple en el matrimonio, y cunando puedas y se de el ambiente, trata que el pacte contigo el hecho de que como pareja no halla secreto entre ustedes, hazle sentir que el puede confiar en ti, dile que sea lo que sea el puede confesrte cualquier cosa que tu no te enojaras jamas, deja que el confíe más en ti amiga, y veras que cambiara, llega un día de tu trabajo y cuéntale lo que hiciste o lo que sucedió cuando estabas con tus amigas y así cada vez que llegues de la calle, que el vea que tu no le ocultas nada, y veras su cambio, es normal te repito este comportamiento al principio, pero cuando el rafirme su confianza en ti y madure (osea caiga en cuenta de que esta casado y que ya no es el sino que son dos ahora) entonces veras que sera hasta más amoroso que cuando eran novios.
Por favor no te des por vencida, cuando puedas contactarme si deseas escríbeme por el msn o correo electrónico, cudese mucho y éxito,
Att, hermes
[email protected]
Por favor no te des por vencida, cuando puedas contactarme si deseas escríbeme por el msn o correo electrónico, cudese mucho y éxito,
Att, hermes
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Respuesta de ladonete
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ladonete, meyamo zamara e trabajado en profesora y sicologa
Pues tu esposo ha cambiado en cuanto se a casado, pues debes de hablar con el claramente y si no, pues yo en tu lugar le pondría a prueba, vamos que le asustaría porque este hombre es el que riñe para que no te riñan, y yo cojeria y me pondría a hacer la maleta o le asustaría para que pensara que me iva a perder, quizás este no sea tu estilo pero yo te digo lo que yo haría en tu lugar, besos y no dejes que nadie te amarge la vida que eres muy joven y los años no pasan en balde... hay hombres por hay que son maravillosos y de verdad hacen felices, pues yo estoy con mi segundo marido y te diré que hasta que no le conocí no me di cuenta de que estuve con una persona que no me supo valorar como mujer y me hacia cosas que a ti te hace el tuyo... pero yo creí que eso era normal... hasta que mi actual esposo me demostró que era la felicidad y sentirse arropada y amada por tu pareja...
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Respuesta
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Anónimo
No me extraña que te sientas amarrada, encerrada, porque las conductas que describes de tu marido son las típicas de un hombre muy machista, que te va prohibiendo y exigiendo cosas y que si no tienes cuidado te dominará enteramente. No es bueno para ti, ni para nadie, permanecer en una relación así; te aconsejo que le pongas un ultimátum, o cambia o le dejas, hazle saber que lo que está pasando es grave y que no piensas consentirlo. Si tenéis medios económicos ofrécele la posibilidad de acudir a un terapeuta de pareja.
Suerte y un saludo
Suerte y un saludo
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- Anónimo
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Respuesta de lyndey
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lyndey, Egresada de la Universidad de Guadalajara
Cariño... lo que te voy a decir seguramente no te gustara pero así son las cosas:
1.- Es normal que las parejas tengan desacuerdos, cuando recién se casan, sobre todo porque tiene diferentes educaciones, y el acomplo dura entre 1 año y 2 ya que logran hacer negociaciones para acordar hasta como dejar la pasta de dientes si destapada o cerrada, si la ropa sucia se deja en el cesto de afuera o en el baño etc... miniedades de las cuelas si se saben dialogar son pasajeras y se resuelven
2.- Lo realmente problemático es cuando alguno de los 2 aun no asume la responsabilidad del matrimonio... este no es un juego, adquieres derechos y obligaciones; lo realmente inusual, es que generalmente es el hombre al que le cuesta discernir que ya no es soltero... y que por tanto, eso de salir con sus amigos, ya no debe ser común, ahora se tiene una pareja con la cual convivir, esto no quiere decir que te vuelvas ermitaño.. puedes intentar que se la lleve bien con tus amigos e integrarlo a las salidas, pero salir solo ya no... lo curioso es que este suceso pasa diferente, nena... ya no eres soltera, y tus amigas han pasado a un segundo termino, considero que hay es un punto que debes reflexionar.
3.- Cuando contraes matrimonio... te casas, por ello les dicen CASA-DOS... osea casa de dos personas... por tanto la convivenia familiar ahora debe ser compartida, ya que has salido del núcleo para crear la propia, y esta sera tu nueva familia, que debes cuidar y proteger... la anterior sigue siendo tu consaguineos... pero ya no es primordial... por tanto la convivencia con ellos debes ser más esporádica... no se pyuede estar todo el día en casa de tus papas o jamás dejaras que tu matrimonio cobre impulso... lograras que el solo sea como el intruso... en lugar de parte de.
4.-Cuando decides unirte a otra persona... ahora debes conciliar tus salidas con él, no pedirle permiso... no es tu papa es tu pareja, pero si avisar a donde vas y aque hora llegas... y por ningún motivo se debe llegar después o estar en otro lado... no hagas lo que no quieras que te agan.
5.- Antes de salir a cualquier lado, debes dejar tu casa sin pendientes, comida, ropa etc... es parte de ser esposa... recuerda ahora te toca hacerlo a ti... ya no esta tu mama para limpiar, o hacer las cosas... ahora tu adquieres esa responsabilidad.
6.- Es preocupante cuando dices que no te vas a dejar, porque esto no es una lucha de poderes... y si desde ahorita sientes que el es tu enemigo... y no tu esposo... el matrimonio... no tardara en romper... lo peor... es que no importa cuantas veces te unas con alguien... mientras mantengas esas actitudes... todo siempre caerá en un fracaso... reflexiona linda.
1.- Es normal que las parejas tengan desacuerdos, cuando recién se casan, sobre todo porque tiene diferentes educaciones, y el acomplo dura entre 1 año y 2 ya que logran hacer negociaciones para acordar hasta como dejar la pasta de dientes si destapada o cerrada, si la ropa sucia se deja en el cesto de afuera o en el baño etc... miniedades de las cuelas si se saben dialogar son pasajeras y se resuelven
2.- Lo realmente problemático es cuando alguno de los 2 aun no asume la responsabilidad del matrimonio... este no es un juego, adquieres derechos y obligaciones; lo realmente inusual, es que generalmente es el hombre al que le cuesta discernir que ya no es soltero... y que por tanto, eso de salir con sus amigos, ya no debe ser común, ahora se tiene una pareja con la cual convivir, esto no quiere decir que te vuelvas ermitaño.. puedes intentar que se la lleve bien con tus amigos e integrarlo a las salidas, pero salir solo ya no... lo curioso es que este suceso pasa diferente, nena... ya no eres soltera, y tus amigas han pasado a un segundo termino, considero que hay es un punto que debes reflexionar.
3.- Cuando contraes matrimonio... te casas, por ello les dicen CASA-DOS... osea casa de dos personas... por tanto la convivenia familiar ahora debe ser compartida, ya que has salido del núcleo para crear la propia, y esta sera tu nueva familia, que debes cuidar y proteger... la anterior sigue siendo tu consaguineos... pero ya no es primordial... por tanto la convivencia con ellos debes ser más esporádica... no se pyuede estar todo el día en casa de tus papas o jamás dejaras que tu matrimonio cobre impulso... lograras que el solo sea como el intruso... en lugar de parte de.
4.-Cuando decides unirte a otra persona... ahora debes conciliar tus salidas con él, no pedirle permiso... no es tu papa es tu pareja, pero si avisar a donde vas y aque hora llegas... y por ningún motivo se debe llegar después o estar en otro lado... no hagas lo que no quieras que te agan.
5.- Antes de salir a cualquier lado, debes dejar tu casa sin pendientes, comida, ropa etc... es parte de ser esposa... recuerda ahora te toca hacerlo a ti... ya no esta tu mama para limpiar, o hacer las cosas... ahora tu adquieres esa responsabilidad.
6.- Es preocupante cuando dices que no te vas a dejar, porque esto no es una lucha de poderes... y si desde ahorita sientes que el es tu enemigo... y no tu esposo... el matrimonio... no tardara en romper... lo peor... es que no importa cuantas veces te unas con alguien... mientras mantengas esas actitudes... todo siempre caerá en un fracaso... reflexiona linda.
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Respuesta de Almudena García Peláez
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Almudena García Peláez, Psicóloga Clínica Adultos, niños, pareja, tercera edad Consulta...
La opción de que tu intentes contrarrestar la situación para evitar una recaída, aléjala de tu pensamiento. El patrón que estás exponiendo de tu marido es francamente peligroso, y debes tener muchísimo cuidado, parte de los maltratadores domésticos comienzan exactamente como tu estás relatando: no hacen nada por agradar a su mujer, la tratan como un objeto de su propiedad, empiezan a restringirles las salidas con sus amigas e intentan aislarlas del círculo familiar. Si añades el hecho de que quiere mantener relaciones sexuales cuando estás disgustada, es el cuadro típico de hombre que no valora en absoluto a su mujer, que simplemente considera que es un objeto de su propiedad.
No pierdas estos datos de vista, porque a veces la situación empeora sin que la mujer detecte los signos, y piensa que ese control por parte del marido es una prueba de que no puede vivir sin ella. No es así, es una forma de acorralar. No dejes que te controle, pon unos limites claros a la convivencia y explícale que un matrimonio se basa en una pareja que se respeta y se ama, que nadie es el esclavo del otro.
Intenta ser fuerte y no perder de vista todos aquellos valores que te llevaron al matrimonio, si ves que se alejan, si no te sientes feliz, sal por la puerta, y mejor antes que después
No pierdas estos datos de vista, porque a veces la situación empeora sin que la mujer detecte los signos, y piensa que ese control por parte del marido es una prueba de que no puede vivir sin ella. No es así, es una forma de acorralar. No dejes que te controle, pon unos limites claros a la convivencia y explícale que un matrimonio se basa en una pareja que se respeta y se ama, que nadie es el esclavo del otro.
Intenta ser fuerte y no perder de vista todos aquellos valores que te llevaron al matrimonio, si ves que se alejan, si no te sientes feliz, sal por la puerta, y mejor antes que después
Debes hablar con él y dejar claras cuales son tus expectativas de pareja respecto a la comunicación, la colaboración en casa, etc, a la vez dejarle claro que necesitas relacionarte con tu familia y con otras personas, y que eso no significa que no le quieras o no quieras cuidarle. La comunicación es fundamental para que reconduzcáis la situación
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Respuesta de zoe23
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zoe23, pasante de ingenierria civil, estudiante de...
Sabes todo con el matrimonio cambia, y es cuando en verdad se conoce a la pareja pero si lo amas y te amas estos problemillas se solucionaran mira cada quien ama y arregla sus problemas a su manera nadie es igual, tal vez para el dejar pasar el tiempo a que todo se enfríe es lo mejor y para ti es hablar en el momento entonces es se siente invadido y viene la riña, debe existir un pequeño momento cuando hablen que puedan tener comunicación en especial cuando están bien en su relación y que le puedas decir tu frustración por que el no habla que lo amas pero no sabes que hacer como arreglar las cosas con el, que te diga que hacer en esos momentos no tomes una actitud egoísta en el matrimonio se estira y se afloja, habrá ocasiones en las que se tenga que ceder y bajarle al orgullo, es normal que el te quiera con el todo el tiempo ahora eres su esposa y están casi recién casados tu familia ahora es el y los hijos que puedan tener, tus papas ya pasan a segundo plano claro que puedes irte a pasear con tus amigas pero antes deben quedar de acuerdo los dos en que saldrás y con quien, aunque no te parezca el merece el respeto de estar informado y de tener tiempo tuyo para el, al igual que tu, acuérdate que en una relación buena todo es 50 y 50, no te abrumes todo esto es normal al comienzo del matrimonio, no te desesperes, busca el plano sexual a tu favor para que cuando este contento puedan hablar, no dejes que tu recién matrimonio se valla a la borda, veraz que todo lo que hoy te abruma tiene solución, un abraso.
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Respuesta de Manuel Miguel Hernández Pujadas
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Manuel Miguel Hernández Pujadas, Espiritualidad, Relaciones Humanas, Dirección de Empresas,...
Apreciada yibenchi14.
Te paso los consejos de un gran educador y formador que se llama Jorge Loring. Léelo despacio y piensa en qué cosas podéis mejorar tu y el. Lo ideal sería que después de leerlo vayas actuando poco a poco haciendo cosas que mejoren tu matrimonio. Haz cosas que le gusten a él y no esperes nada a cambio. No lleves una cuenta de los agravios que te hace tu marido, sino lleva una cuenta de las cosas positivas que te hace.
Un cordial saludo con mismejores deseos para tu felicidad.
97,7. Matrimonio. a) Sacramento: El matrimonio es un sacramento en el cual -contraído según las leyes de la Iglesia- por el mutuo consentimiento de los contrayentes, expresado legítimamente con libertad y sinceridad, se les concede la gracia para santificar su unión conyugal y para cumplir bien los deberes matrimoniales, como son: la armonía conyugal, la fidelidad del corazón, el control de la concupiscencia, el dominio de carácter, ayuda y consuelo mutuos, la educación de los hijos, el sostenimiento del hogar, etc. . La gracia no realizará de ordinario milagros, cuando las condiciones para un amor serio y auténtico han fallado en su base; pero puede evidentemente potenciar y robustecer el amor humano para que supere sus propias debilidades y deficiencias .
El matrimonio, más que un frío contrato, es una alianza, una comunidad de vida y amor, una convivencia en la que la procreación, siendo algo muy importante, no tiene finalidad primordial. El amor y la mutua ayuda no pueden relegarse a segundo plano.
«El matrimonio constituye una íntima comunidad de vida y de amor conyugal»(939).
El amor entre el hombre y la mujer es algo natural. Llega un momento en que un hombre y una mujer se aman, deciden entrar en una comunión estable de vida y amor, para llegar a formar una familia. A esta comunión de vida y amor se le llama matrimonio. En el matrimonio los esposos entran libremente, pero ninguno de los dos, ni por separado ni de común acuerdo, pueden romperlo.
El matrimonio viene a ser un convenio por el cual un hombre y una mujer, jurídicamente hábiles, se entregan legítima y mutuamente el derecho perpetuo y exclusivo sobre sus cuerpos, en orden a los actos de suyo aptos para la generación. Este acuerdo debe ser mutuo, consciente, libre y responsable. Efecto de este convenio es el vínculo conyugal; o sea la unión permanente, perpetua y exclusiva de un varón con una mujer para engendrar y educar hijos . Este vínculo conyugal dura mientras dure la vida de los dos cónyuges. «Son propiedades esenciales del matrimonio la unidad y la indisolubilidad»(940).
«La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio»(941).
El matrimonio es una entrega irrevocable de varón y mujer . Los que no quieren formalizar el matrimonio es para tener las manos libres y romperlo sin compromisos cuando les apetezca. Es decir, no hay amor.
Para asegurar la validez del matrimonio basta con que los contrayentes no ignoren que se trata de una sociedad permanente entre el hombre y la mujer, para tener hijos: y que el consentimiento sea libre y sincero, manifestado según la fórmula eclesiástica establecida .
En algunos países, la infidelidad matrimonial y el libertinaje han acabado con el verdadero amor. Esto es una tremenda desgracia. Las comodidades y las diversiones no pueden suplir el amor de unos esposos y de unos hijos. El amor familiar exige unidad e indisolubilidad matrimonial.
¿Cómo se van a amar unos esposos que ni se guardan fidelidad, ni le dan importancia al adulterio?
¿Cómo va a ser posible ir al matrimonio con ilusión cuando se sabe que lo que allí se va a recibir son cuerpos ya exprimidos en aventuras amorosas con otros? ¿Cómo se van a amar unos hijos sin tener la seguridad de que sean los propios? Es lógico que estos matrimonios sean un fracaso. Por querer gozar de la vida han perdido el mayor goce de la vida: el amor de un hogar. Los pensadores no tardarán en lanzar la voz de que esa libertad de costumbres es un camino equivocado, y de que si queremos recuperar la felicidad de la vida hay que volver al matrimonio uno e indisoluble de la Iglesia Católica; llegando a él por camino de una juventud pura. Una vez más la sociedad le dará la razón a la Iglesia. Los catastróficos resultados de una libertad de costumbres demuestran que la pureza en la juventud y la fidelidad matrimonial que manda la Iglesia, aunque exige renuncias y sacrificios, es el único camino para llegar a la felicidad de un hogar con amor.
La gracia sacramental del matrimonio es como una póliza de seguro sobrenatural para proteger los riesgos de la vida conyugal. La cuota de esta póliza es el espíritu cristiano. Cuanto mayor sea el espíritu cristiano, más garantías de éxito tiene este seguro. Y la prueba está en esos matrimonios innumerables de ancianos venerables que después de muchísimos años de casados todavía se aman con ilusión: él te dice que ella es una santa, y se le llenan los ojos de lágrimas; ella te asegura de mil formas que no hay hombre como él, y no acaba de contarte casos concretos para demostrarlo. Más de cincuenta años de compenetración, de mutua ayuda, de cariño desinteresado, de sufrimiento mutuo, de sobrellevarse los defectos mutuamente y de muchísimo espíritu cristiano les han dado en este mundo la mayor felicidad que aquí pude gozarse. En cambio, qué vejez tan distinta van a tener esos matrimonios materialistas y sensuales! Y no sólo la vejez, que cuando falta el espíritu cristiano es muy fácil que se harten muy pronto el uno del otro, y el hogar se convierta en una casa de fieras.
No es lo mismo vivir en matrimonio que en pareja. Los animales viven en parejas, más o menos duraderas, pero no en matrimonio como las personas. Hoy se da lo que se llama parejas de hecho . Viven matrimonialmente, como casados, sin estarlo. Y quieren los derechos de los casados. Pero para tener derechos hay que asumir los deberes correspondientes.
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: Hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que implica la intimidad sexual. La expresión, en sí misma, es engañosa: qué puede significar una unión en la que las personas no se comprometen entre sí, y testimonian con ello una falta de confianza en el otro, ¿en sí mismo o en el porvenir?
Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo. Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio, destruyen la idea misma de la familia, debilitan el sentido de la fidelidad.
Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio. Fuera de éste constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental .
Todo lo que sea poner en el mismo nivel a la familia tradicional con otro tipo de uniones nos parece aberrante ha dicho Mons. José Sánchez, Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, a propósito de las uniones de homosexuales. No pueden tener los derechos de los matrimonios porque no lo son. Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: «Matrimonio es la unión de un hombre y de una mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales».
Las leyes que rigen el matrimonio son independientes de la voluntad de los que lo contraen.
Estos tienen que aceptarlo tal como lo instituyó Jesucristo .
Cuando un católico quiere casarse es necesario santificar la unión con las bendiciones del sacerdote en el sacramento del matrimonio. La presencia del sacerdote, testigo cualificado de la Iglesia, es esencial para la validez del sacramento del matrimonio(942).
«El único matrimonio válido entre católicos es el sacramento»(943).
El matrimonio civil es absolutamente inválido entre católicos(944).
Sólo vale para efectos jurídicos civiles: asuntos de apellidos, herencias, etc .
El católico que se casa sólo por lo civil se autoexcluye de la comunión él mismo. Lo mismo que el divorciado que se vuelve a casar, que no puede comulgar mientras no arregle su situación(945).
Al matrimonio canónico están obligados todos los católicos que no se hayan apartado de la Iglesia por acto formal(946).
Es decir: no mera falta de práctica religiosa; pero tampoco hace falta la adscripción a una religión no católica. Sí lo sería un rechazo de la Iglesia en un documento escrito, o declaración pública; pero como dijo el Sínodo de 1980 la fe es necesaria para el sacramento del matrimonio .
En peligro de muerte, y en circunstancias extraordinarias en las cuales durante más de un mes no habrá sacerdote que los case, los futuros esposos pueden contraer matrimonio ante dos testigos que tengan uso de razón . Este matrimonio es verdadero sacramento, pues los ministros del sacramento del matrimonio son los mismos contrayentes. El sacerdote es tan sólo un testigo cualificado. Y la Iglesia autoriza esta forma de contraerlo en tales circunstancias.
Pero después hay que dar cuenta, para que se registre en los libros parroquiales .
Este sacramento hay que recibirlo en estado de gracia . Quién recibe el sacramento del matrimonio, a sabiendas, en pecado grave, comete un sacrilegio. Con todo, este matrimonio, aunque sea un sacrilegio, es válido y verdadero.
Antes de recibir el sacramento del matrimonio es conveniente que los contrayentes hayan recibido el sacramento de la confirmación, si pueden hacerlo sin grave incomodidad .
Para que el matrimonio sea lícito y válido es necesario que los contrayentes no estén ligados con ninguno de los impedimentos que señalan las leyes de la Iglesia, como sería, por ejemplo, coacción, engaño sobre la persona o cualidad importante que puede perturbar gravemente la vida conyugal . O carecer de madurez humana suficiente para valorar los derechos y deberes esenciales del matrimonio, o quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica(947).
También es impedimento para la validez del matrimonio el no aceptar las propiedades esenciales el matrimonio (unidad e indisolubilidad):
Como sería querer tener derecho al divorcio(948).
No podrán contraer lícitamente matrimonio canónico el varón y la mujer que no hayan cumplido los 18 años . Antes de los 18 años, generalmente, se engendran hijos enfermizos y débiles .
Son incapaces de consentimiento los que no tienen uso de razón .
Hay casos excepcionales en los cuales la Iglesia señala la ausencia del vínculo matrimonial por algunos de estos impedimentos. Entonces declara el matrimonio nulo. El eco que hacen las revistas del corazón de las anulaciones concedidas a ciertas personas célebres, puede parecer que esto se consigue a base de dinero.
Es verdad que conseguir la declaración de nulidad cuesta dinero, porque hay personas cuya profesión es estudiar estos casos. Pero esto no cuesta millones, como algunos creen. Según el Vicario Judicial del Obispado de Cádiz, Guillermo Domínguez, en 1996 cuesta unas 80.000 pesetas.
Sin embargo, si no hay dinero, pero hay razones, se puede conseguir gratis.
En 1977 se otorgaron en España 534 sentencias de nulidad . De estas anulaciones, el 30% se concedieron gratuitamente, según dijo el Vicario de Madrid, Padre Martín Patino, el 23 de octubre de 1980, por Radio Nacional en el espacio «Estudio 15-17».
b) Divorcio: El divorcio es un mal . Si fuera bueno Dios no lo prohibiría. Dios ha hecho el matrimonio indisoluble. Pero el matrimonio hay que contraerlo con responsabilidad. Muchos matrimonios fracasan porque se han hecho a la ligera, por vanidad, por capricho, por despecho, para hacer rabiar a una tercera persona, o sencillamente, por lujuria o egoísmo. Muchos matrimonios fracasan porque nunca debieron realizarse.
Si Cristo prohíbe el divorcio, la Iglesia no puede aceptarlo. Mons.
Innocenti, que fue Nuncio del Papa en España, dijo: Los católicos, gobernantes o no, tienen que tener en cuenta la doctrina de la Iglesia sobre el divorcio .
El divorcio no es solución para un católico. Cristo dice: «el que deja a su mujer y se casa con otra, comete adulterio»(949), y «el que se case con la divorciada comete adulterio»(950).
El adulterio se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos, es decir, era algo muy grave.
Por eso la Iglesia católica sólo permite la separación de los esposos si la vida en común resulta insostenible, pero no volver a casarse mientras viva el otro cónyuge; porque el vínculo matrimonial permanece hasta la muerte de uno de los dos. Por lo tanto hay que escoger entre seguir viviendo juntos, o la soledad hasta la muerte. La separación es el comienzo de un camino que conduce a problemas mayores. Antes de separarse, los cónyuges deberían acudir a un especialista por si sus problemas tienen solución. El vivir los esposos separados, aunque no se unan a otra persona (lo cual sería un pecado de adulterio) puede ser un pecado contra la caridad para con el cónyuge y los hijos.
El divorcio civil, que pretende romper el vínculo, es totalmente inválido ante Dios. . «Pero si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral»(951).
Los divorciados vueltos a casar no pueden acercarse a la Sagrada Comunión(952).
Ellos mismos se autoexcluyen de la Iglesia, pues viven en situación de adulterio público y permanente(953).
«Sólo podrían acercarse a comulgar si, evitado el escándalo y recibida la absolución sacramental, se comprometen a vivir en plena continencia», ha dicho la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe(954).
En el discurso de Juan Pablo II en la clausura del Sínodo celebrado en Roma en octubre de 1980, dijo que había que mantener la práctica de la Iglesia de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar. A no ser que cuando no puedan separarse, prometan vivir en total continencia, siempre que no sea motivo de escándalo. En todo caso, añade el Papa, deben perseverar en la oración para conseguir la gracia de la conversión y de la salvación . Sin embargo esto no lleva consigo el que no puedan bautizar a sus hijos. Hay que estudiar cada caso y ver qué posibilidades ofrecen de educar en católico a sus hijos .
El divorcio es un mal. Lo que algunos se preguntan es si puede considerarse como un mal menor que en ciertas circunstancias podría permitirse para evitar males mayores. Lo mismo que una operación quirúrgica es un mal, pero se acepta para evitar males mayores. Otros opinan que la licitud del divorcio traería a la sociedad peores males que los que se siguen de su prohibición, pues aunque el divorcio pueda solucionar algún caso concreto, trae grandes perjuicios al bien común, y no es solución lo que empeora una situación, sino lo que la resuelve. Las soluciones deben atender al bien general y ser conformes a las normas morales, como dijo Juan Pablo II en Nueva York.
El bien común a veces exige el sacrificio de un particular. Al hacer una autopista se pueden perjudicar los propietarios de los sitios por donde pasa, sin embargo puede ser necesaria para el bien común.
La fácil solución del divorcio haría que se rompieran muchos matrimonios con problemas perfectamente superables, que no deberían haberse roto nunca. Por eso el divorcio hace más daño que bien. Una solución que hace más daño que el mal que remedia no es solución. No sirve una medicina para quitar las pecas pero que al mismo tiempo produce cáncer de piel.
La posibilidad del divorcio lleva al malestar familiar. Los esposos difícilmente se soportan sus defectos, y con facilidad creen que cambiando de persona va a desaparecer lo que no puede desaparecer, pues es inherente a las deficiencias del carácter humano. No hay persona sin defectos.
Las decepciones irán seguramente en aumento. Según la revista norteamericana Newsweek, en Estados Unidos, seis de cada siete matrimonios de divorciados, vuelven a divorciarse de nuevo; y ocho de cada diez matrimonios divorciados dos veces, se divorcian por tercera vez . Es decir, el divorcio da paso a una poligamia sucesiva.
Algunas feministas consideran el divorcio como liberación de la mujer; sin embargo, la Iglesia al prohibir el divorcio defiende a la mujer.
Es trágica la situación de mujeres casadas abandonadas por sus maridos que han encontrado una jovencita atractiva que les ha entusiasmado, y por ella abandonan a su esposa y a sus hijos. Pero estas jovencitas también serán abandonadas cuando lleguen a mayores y sean suplantadas por otras más jóvenes y atractivas que ellas.
Según los datos del censo de los Estados Unidos, en los últimos años han aumentado en un 66% los norteamericanos que viven solos. La mayoría son hombres que se separaron de sus esposas.
Según las mismas estadísticas, uno de cada diez hogares en que hay niños, el padre se ha ido .
El divorcio engendra divorcio. En Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca, en catorce años se han duplicado los divorcios. En Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Suecia, los divorcios se han multiplicado por tres. Y en Holanda se han multiplicado por cuatro .
En Francia hay un divorcio por cada dos matrimonios . En Estados Unidos más del 50% de los matrimonios se divorcian .
Frank Furstenberg, sociólogo de la Universidad de Pensylvania en EE. UU., afirma que hoy en Estados Unidos, ante las funestas consecuencias del divorcio vuelve a estar de moda el matrimonio estable y el casarse por la Iglesia. Incluso proliferan cursos como los de la Universidad de Denver, Colorado, para superar la falta de comunicación y mutua incomprensión en el matrimonio, que es la causa principal de fracasos matrimoniales .
Una aventura amorosa, de momento, puede parecer maravillosa, pero a la larga es fácil que caiga en las mismas dificultades que el matrimonio estable.
Las aventuras sexuales sin amor, duran más o menos; pero antes o después terminan, y generalmente, de mala manera. En cambio el amor fiel de una pareja estable, que ha madurado en su familiaridad, es fuente de un placer mucho más profundo que lo que pueda dar de sí una aventura amorosa .
Aunque los medios de comunicación airean los casos de matrimonios fracasados de artistas, sin embargo, las estadísticas dan que en España los matrimonios a quienes beneficia el divorcio son solamente el 0'4% . En España el 90% de las familias viven un matrimonio estable, como dijo la Directora General de la Juventud, después de una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas. El 89% de los casados españoles asegura no haber sido jamás infiel a su pareja; y el 84% afirma que ni siquiera lo ha deseado .
A pesar de la publicidad que se da al divorcio de personas famosas, el sociólogo de la Universidad de Chicago, Andrew Grelley, ha hecho un estudio según el cual en 1995 han vivido en fidelidad matrimonial el 86% de los norteamericanos, el 89% de los británicos, y el 92% de los franceses .
Aunque en teoría sólo se permita el divorcio para casos especiales, inevitablemente se va aumentando el número de casos hasta que se abra la puerta del todo; y el menor disgusto puede atolondradamente llevar a un divorcio irreparable, y fácilmente quedar abandonado el cónyuge inocente y los hijos perjudicados.
Dice Isidoro Martín, Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid: «Aunque las leyes del divorcio al principio exijan causas restringidísimas, después se amplían desorbitadamente. Esto es un hecho incontrovertible».
El doctor alemán Maximiliano Bajoc ha realizado un estudio según el cual en Alemania se divorcian al año dieciséis mil matrimonios porque uno de los dos ronca. Es decir, que los motivos del divorcio se van ampliando desmesuradamente.
Lo que teóricamente se implantó para remediar casos de matrimonios fracasados, en la práctica hará fracasar a muchos matrimonios que podían haberse salvado.
Las dificultades que la Iglesia pone para el divorcio han salvado muchos matrimonios. Un casado me dijo en Torrevieja: «Yo doy gracias a la Iglesia de que no admita el divorcio. Si lo admitiera, yo me hubiera divorciado en un momento de crisis por el que pasó mi matrimonio. Ahora que lo he superado, me alegro muchísimo de no haberme divorciado, porque quiero muchísimo a mi mujer y soy muy feliz con ella. Y si me hubiera divorciado se la habría llevado otro, y yo la habría perdido».
Desde luego, es doctrina común en la Iglesia Católica que el matrimonio sacramental es indisoluble intrínsecamente, es decir, que no se puede disolver por la voluntad libre de los contrayentes, pero algunos católicos se preguntan si es también indisoluble extrínsecamente, es decir, si no se podría disolver a juicio de una autoridad extrínseca a los contrayentes; después de ponderar las razones que se aduzcan. Sólo el matrimonio sacramental consumado es también indisoluble extrínsecamente(955).
El Nuevo Código de Derecho Canónico dice: «El matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte»(956).
Algunos dicen que por qué los católicos, que no admiten el divorcio, van a imponer sus ideas a todos los demás ciudadanos. Hablando de esto, el Cardenal Primado D. Marcelo González, dijo en una conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI: «Eso de que los católicos non tienen derecho a imponer a los demás su concepción de la unión conyugal, es un sofisma. No se trata de imponer nada a nadie, sino de defender lo que ellos creen que es bueno, y que si se deteriora, ellos mismos serán víctimas de la nueva situación».
Sin embargo, aun en naciones de mayoría católica, a veces hay una ley civil que regula el divorcio.
Pero, el cristiano debe seguir siempre los imperativos de la fe, sea cual fuere la evolución de las leyes del Estado sobre el matrimonio .
Algunos dicen que el divorcio es un derecho de la persona humana. Esto es falso. Los derechos de la persona humana, lo mismo que las leyes de la Física, tienen valor objetivo, no dependen de lo que a cada uno le parezca. Lo que es derecho de la persona humana es el matrimonio; uno es libre para casarse o no casarse; pero si se casa debe admitir el matrimonio como es: indisoluble. Nadie tiene derecho a manipular el matrimonio a su capricho, como nadie puede manipular a su antojo las leyes de tráfico. Uno es libre para salir a la carretera o para quedarse en casa, pero si sale a la carretera, tiene que someterse a las leyes de tráfico; hechas para el bien común. Lo mismo, cada cual es libre de casarse o no, pero no para cambiar la naturaleza del matrimonio. Por lo tanto, quien libremente se casa no puede libremente romper el vínculo matrimonial. Decir que el matrimonio puede disolverse por mutua voluntad de los contrayentes, es inadmisible.
El matrimonio no es sólo un compromiso entre un «yo» y un «tú». Tiene una función social ineludible.
Por eso la Iglesia y los políticos no renuncian a incidir en él.
Matrimonio y familia son considerados como la base de la comunidad humana: no se dejan, por lo tanto, en manos del capricho o del interés de los hombres .
El vínculo matrimonial no depende del arbitrio de los casados. Su consentimiento es irrevocable, y de éste nace una institución confirmada por la ley divina que la sociedad debe respetar .
«La unión libre de un hombre y una mujer que se niegan a dar forma jurídica y pública a su intimidad sexual, constituye siempre un pecado grave, y excluyen de la comunión sacramental, pues el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio»(957).
Para casarse, lo fundamental es amarse.
Pero el matrimonio es una cosa muy seria, con implicaciones en la sociedad. Y cuando el hombre hace una cosa seria ante la sociedad lo formaliza con un contrato. Para un católico, vivir matrimonialmente sin haber recibido el sacramento del matrimonio es una vida de pecado continuo que no puede traer al hogar la bendición de Dios. Y esto es gravísimo.
Los experimentos que se han hecho de comunas de amor libre, donde todos son de todos, al fin han terminado formándose parejas cerradas dentro de la comuna, o se han ido de la comuna para formar pareja con otra persona de fuera. El todos para todos sólo es posible cuando no hay amor y el sexo se realiza sólo por apetito. Pero en cuanto nace el amor se busca la pareja estable. Es decir, que la pareja humana estable es algo natural. Los mismos divorcistas que quieren romper unan pareja humana, es con el deseo de formar otra pareja, pensando que el cambio de persona iba a acabar con las imperfecciones inherentes a todas persona humana. La solución no está en pensar en una persona sin defectos, que no la hay, sino en amar a una persona a pesar de sus defectos, y sobrellevarlos con virtud.
Los que se casan pensando en divorciarse, si las cosas no van bien, es que no aman; y si no se aman es seguro que fracasarán. Pues el matrimonio si no es con amor es un infierno. Nadie pone plazo a su amor. El amor quiere serlo para siempre. El que piensa poner término a su amor, es que no ama. Quien admite una fidelidad quebradiza, tendrá pasión pasajera, pero eso no es verdadero amor. El amor exige exclusividad. De ahí la razón de los celos. Quien cambia fácilmente de amor, lo que tiene son caprichos sentimentales o sexuales. Como quien se encapricha con un juguete y luego lo deja por otro. El amor es otra cosa. El auténtico amor quiere ser eterno.
El amor no es algo pasajero que sólo interesa mientras sirve, como si se tratara de un objeto que se abandona cuando sale un nuevo modelo en el mercado. Para muchos el matrimonio es una unión efímera que puede romperse ante cualquier dificultad para iniciar una nueva aventura cambiando de persona.
Eso de que el matrimonio monógamo produce tedio es sólo verdad cuando está ausente el amor.
Los sacerdotes conocemos muchísimos matrimonios que se aman y son felices a los cincuenta años de casados. Naturalmente estos matrimonios no van al psiquiatra, y por lo tanto no está reflejados en las estadísticas de los matrimonios fracasados.
En cambio, es notable el hecho de que los fracasados en el primer matrimonio, suelen fracasar en los siguientes; por eso es tan frecuente que los divorciados vuelvan a divorciarse. El Anuario Demográfico norteamericano afirma que el 70% de los divorciados reinciden .
Estadísticas puntales han demostrado que en los países donde el divorcio está a merced de cualquier contrariedad, del más fútil pretexto, se da un elevado y creciente porcentaje de jóvenes inadaptados socialmente, delincuentes, desorientados, descentrados, proclives al gamberrismo, inútiles para la vida de trabajo y convivencia, por haber estado privados de ambiente y medios familiares adecuados.
Que el divorcio lo pagan los hijos es una verdad que pone de manifiesto el estudio realizado por Martin Richards que dirige el Centro de Investigación de la Familia de la Universidad de Cambridge, que ha realizado un ambicioso estudio sobre el desarrollo psico-social de diecisiete mil niños británicos. La conclusión es demoledora: a los hijos de los divorciados les va mucho peor en la vida .
Una estadística publicada por el Tribunal de Menores de Chicago afirma que el 80% de los menores que comparecen ante este Tribunal, son hijos de divorciados .
Según un reportaje del semanario «Newsweek» del 11-II-80, en Estados Unidos hay doce millones de menores de dieciocho años hijos de divorciados, y según el «Uniform Crime Report»(1976) de los menores procesados por delitos comunes en Estados Unidos, el 82% son hijos de divorciados .
Los hijos son las terribles víctimas del divorcio. Quedan con el corazón destrozado, la idea de la familia equivocada, y siempre con una educación fracasada. «Los hijos de los divorciados son huérfanos de padres vivos»(Dr. Carnot ).
Los hijos de los divorciados son más huérfanos que los verdaderos huérfanos; pues éstos, al menos, pueden vivir de un recuerdo y guardar a sus padres difuntos todo su respeto y todo su amor.
Los hijos tienen derecho a un hogar y a unos padres que les amen y eduquen. El divorcio les priva de ese elemental derecho. Muchísimos divorciados son responsables de que sus hijos terminen en la delincuencia, faltos de educación, de hogar, de familia y de amor. Un gran porcentaje de delincuentes juveniles son la consecuencia del divorcio de sus padres. Los divorciados buscaron egoístamente su libertad, pero a costa del bien de sus hijos. Estadísticas conocidas dicen que se ha podido comprobar perturbaciones psíquicas en casi la mitad de los hijos de los divorciados .
Según un estudio realizado en Londres, el divorcio es malo para la salud tanto de los divorciados como de sus hijos .
Según un estudio del Centro de Políticas Familiares de Londres, realizado con 17.000 niños, resulta que los hijos de padres divorciados y vueltos a casar tienen más problemas psicológicos .
Para la buena educación de los hijos es fundamental que se sientan amados. Muchos traumas se deben a la falta de amor .
Dice el conocido psiquiatra Dr. Juan Cardona Pastor : «Una familia estable es requisito indispensable para el equilibrio psíquico normal de la persona».
Según un estudio del Centro de Investigaciones de la Realidad Social (CIRES) «es indiscutible» la vigencia del matrimonio en España. El 77% de los entrevistados no cree que el matrimonio sea una institución pasada de moda. Aseguran que para el éxito matrimonial lo más importante es la fidelidad, y que la convivencia en pareja dura menos que la de los matrimonios .
Si se tratase de una persona con la cual es imposible la convivencia, podría estudiarse la posibilidad de declarar nulo ese matrimonio. El matrimonio, como dice el Concilio Vaticano II, «es comunidad en vida y en amor»(958).
Si la impotencia sexual es causa de nulidad matrimonial, también puede serlo la incapacidad de poder realizar esa comunidad de vida por tener una personalidad desestructurada. Sería como una impotencia psicológica .
Hay personas neuróticas, psicopáticas, esquizofrénicas, con las cuales es imposible convivir, y que pueden justificar una declaración de nulidad matrimonial. Así lo reconoce el Nuevo Código de Derecho Canónico que dice: «Son incapaces de contraer matrimonio quienes tienen un grave defecto de madurez de juicio sobre los deberes y derechos del matrimonio que van a contraer; y quienes no puedan asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica(959).
Como serían las obligaciones del acto conyugal, la convivencia amorosa y la educación de los hijos.
c) Adulterio: El pecado de adulterio es uno de los más execrables. «Se comete cuando un hombre y una mujer, de los cuales, al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque sea ocasional»(960). El adulterio es ya una falta grave desde el momento mismo en que se desee deliberadamente. Ya hay adulterio cuando hay infidelidad de corazón: cuando se pone a alguien por encima del propio consorte. Tal es el sentido de las palabras de Nuestro Señor: «Quien mira a una mujer con deseos deshonestos, ya ha cometido adulterio en su corazón»(961).
Como pecado externo es uno de esos crímenes enormes que ya entre los judíos y los paganos era castigado con la pena de muerte(962).
Las personas casadas deben ser de una prudencia extrema en este punto, y cerrar cuidadosamente la puerta de su corazón al menor síntoma de un afecto desordenado naciente hacia tercera persona. Los antiguos amores de la juventud, los actuales amigos de la familia, los subordinados, los superiores, los compañeros de trabajo, pueden constituir un verdadero peligro para la virtud de los esposos.
Hay que evitar los celos infundados, pero también el ser bobalicones poniendo en peligro la fidelidad del otro cónyuge.
Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la familia, que no podrá recuperar el cariño de antes. Y esto no tiene precio.
No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie de ligerezas, de imprudencias y de concesiones. Al principio se resiste, y se ve con horror avecinarse la tragedia.
Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido.
Cada vez se cederá más.
Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en aumento. La tragedia será casi irremediable. Por eso deben tomarse toda clase de precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse en este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos grave peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal .
Los pasos del adulterio pueden ser éstos:
Un marido absorbido por su trabajo.
Su mujer se siente sola.
Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.
Se deja llevar con la imaginación lo que sería un matrimonio con este segundo hombre.
Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre. Necesidad de repetir este momento.
Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la condenación eterna.
Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente.
El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena puede llegar también al adulterio:
Se encuentra con otra que atraviesa una situación difícil. Su buen corazón le inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello. Nace el afecto entre los dos. Ella se siente agradecida y comprometida a complacerle en todo, etc.
Si el hombre, premeditadamente, la engaña para encariñarla y aprovecharse de ella, eso es una canallada.
El adulterio puede arruinar un matrimonio. Recuerdo que un hombre, cuya mujer había tenido una aventura amorosa con otro, me decía llorando lleno de dolor y de rabia: nunca más podré hacer el amor con ella. No podré evitar el pensar que ella está pensando en el otro .
En ambientes pervertidos, algunos matrimonios practican el intercambio de parejas, como un juego inofensivo: pero con esto han preparado una bomba de relojería que, antes o después, hará saltar, hecho añicos, su matrimonio.
La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres casados para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en lugar de trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional del vicio. Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se enreda en un amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues sabe que aquel corazón ya tiene dueño.
d) Armonía matrimonial: Los casados deberían examinarse con humildad y lealtad para ver si deben corregirse de algún defecto que obstaculice la armonía matrimonial.
Pocos matrimonios habrá en los que alguna vez siquiera no haya habido un disgusto serio. A veces los disgustos son frecuentes. Las causas pueden ser muchas: orgullo, egoísmo, frivolidad, obstinarse en querer tener siempre la razón, sensualidad desenfrenada, sensibilidad exagerada, palabras imprudentes, celos enfermizos, desorden negligente, etc. Rara vez la culpa será de uno solo. Un silencio cariñoso, el saber ceder con prudencia, el explicarse con calma, el olvidar cristianamente, etc., ayudan a pasar por encima de muchas dificultades. Los pequeños disgustos, al prolongarse, pueden terminar en algo grave. Lo mejor es acabar con ellos cuanto antes, con un poco de humor, espíritu de conciliación y capacidad de olvido.
Al cabo del tiempo puede que un día aparezca la decepción del cónyuge.
Evitar toda palabra descalificadora: Eres inaguantable . No se puede vivir a tu lado . Ya no te aguanto más . No te soporto . Que sea la última vez . Tu actitud es inadmisible . Etc., etc.
Nunca expresar a tu pareja tus sentimientos de agresividad. Para desahogarte podrías escribirle una carta manifestándole todos tus sentimientos. Pero una vez escrita, la rompes. No se la entregues. Ya te has desahogado.
El amor matrimonial no excluye los conflictos. Pero hay que solucionarlos. Aclarar las cosas sin herir. Más que buscar culpables, hay que buscar soluciones.
En esos momentos es muy importante la comunicación mutua. Quizás preguntarle: ¿En qué te he decepcionado? . El amor, como las plantas, hay que regarlo para que florezca. Si no lo cuidas, terminará por secarse.
A veces puede surgir el deseo de buscar fuera del matrimonio una compensación, que puede ser desde una santa ocupación hasta el adulterio. Ni siquiera la atención a los hijos puede justificar la desatención a la pareja. Aunque puede ser perfectamente compatible con la armonía conyugal una actividad en servicio de los demás.
Hay que procurar siempre, con prudente habilidad, que las disensiones -a veces inevitables- no se prolonguen. Si no se pone a tiempo remedio se producen heridas muy profundas. El desacuerdo serio y continuado en el matrimonio es una de las mayores cruces de la vida terrena.
Conviene saber llevar la cruz del matrimonio sobrellevando mutuamente las deficiencias de carácter, defectos, etc. En el matrimonio no todo es disfrutar. Está hecho también de comprensión y renuncia: conocerse y animarse, comprenderse y perdonarse.
Conviene no olvidar que el hombre es muy distinto de la mujer.
El hombre y la mujer son iguales ante la ley por tener la misma dignidad personal, pero son distintos corporal y psíquicamente, para poder complementarse. Por eso la mujer que no tiene feminidad es un marimacho, y el hombre sin masculinidad, una damisela.
Las diferencias fisiológicas entre el hombre y la mujer llegan hasta el cerebro .
Eso de que las diferencias de modo de ser entre hombre y mujer sean consecuencia de la educación recibida, no es cierto. Es verdad que la educación influye en el modo de ser, pero hay una base en la naturaleza. Lo mismo que fisiológicamente el hombre no puede dar a luz un hijo, psicológicamente la mujer está dotada de unas cualidades propias de la maternidad, que el hombre no tiene. La ternura femenina para con el niño es algo muy distinto de lo que el hombre es capaz de dar.
La mayoría de los hombres es capaz de tener una vida sexual sin amor; en cambio la mayor parte de las mujeres sólo son capaces de entregarse a un hombre cuando lo aman.
El hombre es más carnal, la mujer más tierna; el hombre debe saber que ella no encuentra placer en el amor físico, sino a través del amor psíquico.
La mujer es más detallista, el hombre mira las cosas en síntesis. Al hombre le gusta conquistar, a la mujer ser conquistada; a la mujer no le importa ser dominada por la fuerza, el hombre prefiere ser dominado por el cariño. La mujer ha nacido para amar y el hombre para luchar.
No exclusivamente, pero sí preferentemente.
El hombre se manifiesta, sobre todo, por su carácter activo, emprendedor, creativo; la mujer, más bien, por su carácter acogedor, receptivo. Hasta la constitución física, de alguna manera, está moldeada para expresar esta diversa manera de estar en el mundo .
El hombre razona, la mujer intuye. El hombre es más cerebral, la mujer más cordial, más sentimental: incluso puede dejar que los sentimientos influyan en su razón. El hombre se preocupa más de las cosas, la mujer de las personas. El hombre tiene tendencia a lo universal, la mujer a lo concreto. El hombre se interesa más por las ideas, la mujer por los afectos. El hombre quiere que lo valoren, la mujer que la amen. El hombre vence por la fuerza, la mujer por la lágrimas.
La mujer se deja dominar por los sentimientos mucho más que el hombre.
Mientras ella manifiesta sus sentimientos fácilmente, el hombre suele sentir pudor en manifestarlos: por eso es frecuente que los oculte. La mujer ama y sufre con más intensidad que el hombre. Por eso cuando odia es temible: su maldad, su espíritu de venganza y su ingenio para hacer daño son terribles .
La lógica en el hombre es reflexiva, en la mujer intuitiva. El hombre que tropieza con lo imprevisto, se desorienta y tiene que estudiar de nuevo el asunto. La mujer, en un caso similar, emplea la lógica de la adaptación o mutación. Este discrepancia matrimonial parece que les aleje al uno del otro. El hombre debe imponer su criterio razonadamente, sin humillar a su mujer; la mujer, con intuición, debe ayudar a su marido procurando aunar opiniones. La felicidad matrimonial se consigue no mandando ni el uno ni el otro, sino obedeciendo los dos.
La imaginación y sensibilidad es más acusada en la mujer. En el arreglo del hogar lo demuestra. Su gran sensibilidad hace que lo nimio la haga feliz o la haga llorar. Cosas al parecer insignificantes para el hombre, a la mujer le producen gran disgusto.
La mujer es fácilmente feliz con ilusiones pequeñitas, detalles, delicadezas, etc. El hombre generalmente le da menos importancia a todo esto, y vive más las grandes ideas de la fe, de la política, de los negocios, etc.
La imaginación masculina es de ideas y, por lo tanto, es intelectiva; menos expuesta a error por apoyarse en la realidad y no en el sentimiento, que es lo propio de la mujer. Esta discrepancia a veces produce disgustos. El hombre debe comprender a la mujer y apreciar sus sentimientos.
El juicio de la mujer es más rápido, y juzga según odie o ame; en cambio, el hombre juzga después de madura reflexión. Esta divergencia puede conducir a que la mujer considere al marido demasiado calculador, y él a su mujer ligera y alocada. Sin embargo, no debe el marido despreciar el juicio de su mujer, pues ella capta detalles que el hombre desprecia y pueden conducir al fracaso. Estas discrepancias las impone la diferenciación sexual; y el milagro del matrimonio presidido por el amor hace que se adivinen los pensamientos. La mujer aceptando lo que el hombre dice. El hombre comprendiendo lo que la mujer quiere decir. Ella es dichosa si el marido adivina sus deseos.
La diplomacia con que Dios ha dotado a la mujer puede emplearla siendo el ángel tutelar de su marido, pero sin que se resienta su orgullo de varón. La propia estimación del hombre es lícita, pero con exageración caería en un salvaje egoísmo; cualidad ésta que usada ponderadamente hace que la mujer se sienta protegida con sensación de paz y seguridad. La mujer es feliz si lo son los que ella ama. El deseo de agradar es innato en la mujer. Ella va a la conquista del hombre. En esta actitud debe continuar toda su vida matrimonial. Ello será un medio para que el marido conserve su castidad. El amor conyugal es mixto, con tres factores: primero, amor sensible; segundo, amor espiritual y, tercero, amor sobrenatural. El sensible es el que acerca los dos sexos y cumple la función sexual del débito matrimonial. El espiritual valora las cualidades anímicas y desea para el ser amado el mayor bien, entregándose a él en cuerpo y alma. El sobrenatural ofrece nuestro amor para la propia santificación y hace la continuación de nuestra propia vida en nuestra descendencia con miras a la eternidad.
La felicidad matrimonial no se logra aturdiéndose con fiestas y riquezas, sino con el hogar ordenado, el cariño de los hijos y la paz en el alma de ambos cónyuges, dejando las adversidades y alegrías en manos de Dios .
El hombre es estable, la mujer voluble. Ya lo dijo Virgilio en la Eneida (IV, 559) la mujer es variable y tornadiza . Y también Verdi en su famosa ópera Riggolletto (Acto IV, 4 ) : la donna `e mobile : la mujer es variable. Tan mudable que muchas veces ni ella misma se entiende. Como está hecha para la maternidad su psicología está afectada por los cambios fisiológicos del ciclo reproductor. La pérdida periódica de sangre la debilitan. Psíquicamente busca el apoyo del hombre.
La protección del hombre le da seguridad. Le gusta el hombre fuerte, varonil. No sólo físicamente, sino también espiritualmente.
Muchos matrimonios fracasan porque se han contraído con ligereza y frivolidad; sin conocerse y sin amarse. Por sólo apetito sexual. Y esto no basta para hacer feliz un matrimonio. Otros fracasan por inmadurez. Se casan sin estar preparados para la unidad matrimonial, sin haberla siquiera entendido. Siguen dentro del matrimonio viviendo su individualidad, y los casados deben vivirlo todo «con y para» el otro.
Para que un matrimonio vaya bien, hace falta la colaboración de los dos; pero para hundirlo, basta con uno.
El matrimonio no es un contrato de servicios sino una comunidad de vida y amor, como dice el Concilio Vaticano II(963).
La huida de todo sacrificio quita al amor el sello de su autenticidad. Cuando vaya pasando el tiempo de tu matrimonio, encontrarás en tu cónyuge defectos de carácter que no advertiste en el noviazgo. No se los eches en cara de una manera desagradable. Eso sería contraproducente. Tampoco los consideres como de gran importancia. Es preferible que atiendas las virtudes que te movieron a elegir esa persona para unirte en matrimonio, y que sirven de contrapeso. En este mundo nadie es perfecto, y hemos de resignarnos a sobrellevar los defectos de nuestros prójimos. Procura portarte como si fuera tal como tú deseas. Esto le ayudará a que llegue, a la larga, a ser como tú deseas.
Durante el noviazgo sólo se ven las buenas cualidades de la persona a quien se ama. Con los defectos hay mucha indulgencia. En cambio de casados ocurre al contrario: hay cierta tendencia a olvidar las buenas cualidades y a aumentar los defectos.
El orgullo desempeña un papel muy importante en las disputas matrimoniales. El remedio es la humildad, reconocer los errores y dar explicaciones aprovechando un rato de calma. Y si se domina el buen humor es un modo magnífico de terminar muchas disputas. Las dificultades conyugales son menos graves de lo que parecen, y pueden superarse con buena voluntad.
Supongamos dos esposos que después de algunos años de convivencia se encuentran en plena discordia, pero de tal modo exasperados y furiosos que quieren separarse lo antes posible y a costa de lo que sea. Al principio estaban muy contentos, se consideraban felices; ahora, en cambio, maldicen el día en que se casaron. ¿Cómo ha sido eso? Los dos tienen defectos, pasiones, errores, pero, ¿quién no los tiene? Cuántos tienen los mismos defectos que ellos, o acaso más, y sin embargo viven en paz! ¿Qué es lo que les ha conducido a la infidelidad y a la ruina?
El esposo, algún tiempo después del matrimonio, ha comenzado a darse cuenta de las lagunas y defectos de su esposa, y esto le ha disgustado y le ha irritado. Bondadosamente, le ha hecho notar estas cosas, pensando que su mujer se enmendaría pronto de sus defectos. Le parecía tan sencillo y tan fácil! Pero ella no se ha corregido... Entonces la atención del marido se ha centrado más y más sobre las faltas y errores de ella, con lo que su desagrado, y luego su mal humor, han ido en aumento. Parecíale que ella no tenía buena voluntad y no le amaba, pues nada cambiaba su conducta, ni su modo de hacer; lo cual cada vez le disgustaba, irritaba y hería más vivamente.
Pero también el marido tenía lagunas, defectos, errores; y la mujer en ese mismo tiempo ha fijado su atención en ellos, y se ha desarrollado en su alma un drama igual al que se producía en el ánimo del marido. Pensaba que él pretendía mucho de ella y no se preocupaba de cambiar ciertas maneras suyas que la ofendían y amargaban. Hubiera costado tan poco!... Y así llegaron a donde llegaron.
Algún juez imparcial dirá inmediatamente que la conducta de los dos ha sido estúpida, y ambos han sido los autores de su desdicha. Si cada uno de ellos, en lugar de atender a los defectos y agravios del otro, en lugar de emperrarse en la pretensión de que el otro se corrigiera, hubiese observado sus propios defectos y se hubiera esforzado en quitar de sí lo que disgustaba al otro, habrían vivido en paz y la buena armonía se habría consolidado cada vez más. Ésta era la única conducta práctica razonable; era también la única cosa que cada uno podría hacer, ya que no tenía ningún poder sobre la voluntad del otro. Pero no han hecho lo que podían; han pretendido cada uno que fuese el otro el que lo hiciese, y así han llegado a ser desgraciados .
En este proceso de mutua "domesticación" que tiene que sufrir todo matrimonio, es esencial, por una parte, la constancia y, por otra, la mutua delicadeza. Nada de impaciencia con los defectos del otro; mucho tacto y, sobre todo, no restregárselo con dureza, ironías o ridículos.
Las moscas no se cazan con vinagre. Tampoco tratéis de rehacer el otro a vuestra imagen y semejanza. Por parte de cada uno de vosotros, el esfuerzo debe ser contrario: no tratar tanto de rehacer al otro, cuanto de adaptarme al otro .
La mayor parte de los conflictos en el matrimonio son causados por falta de mutua adaptación. Para que el matrimonio progrese los dos deben remar en la misma dirección. Si cada uno rema en sentido contrario, la barca girará sobre sí misma. Quien no esté dispuesto a adaptarse al otro, más vale que no se case. Sin esfuerzo de mutua adaptación, el matrimonio no hay quien lo aguante. El continuo choque de opiniones, deseos, planes, gustos, etc., convierte al matrimonio en un infierno.
Es posible que no coincidáis en gustos, planes, deseos, etc. Pero si quieres a la persona, de buena gana aceptarás lo que ella prefiera. Cuando los dos quieren dominar, el choque es inevitable.
Cuando los dos quieren adaptarse, la armonía es maravillosa. El Dr. Vallejo-Nájera dijo por Televisión Española que la raíz de muchos matrimonios desgraciados es porque esperan demasiado del otro y quedan defraudados .
Exigir del otro que se adapte, que procure mejorar su personalidad, querer que luche contra sus defectos y consolide sus cualidades, bien está. Pero exigir que eso se realice enseguida, y que la transformación sea inmediata, sería nefasto. Se obligaría entonces al cónyuge a contentarse con cambiar las apariencias, se le conduciría a adoptar unas actitudes que serían forzosamente superficiales; el resultado no tardaría en manifestarse con un retorno a las costumbres antiguas y un mutuo desengaño. Si hay algo que debe evitarse es eso.
Más vale proceder gradualmente, contar con el tiempo y obtener resultados ciertos. Esta paciencia será sin discusión, una de las formas superiores del amor y un testimonio irrecusable de desinterés. Saber esperar a que el cónyuge logre superar sus defectos, animándole sin hostigarle, ayudándole sin desquiciarle, éste es uno de los primeros pasos en el camino del acuerdo de las personalidades. Este acuerdo se efectuará con tanta mayor seguridad cuanto con más calma se proceda. Excitarse no servirá de nada; lo más que se conseguirá es exasperarse uno mismo y exasperar al otro. En tal ambiente, el acuerdo, en vez de progresar, retrocedería multiplicando los roces y exacerbando los choques. Todo esto no quiere decir que se encierre uno en la pasividad esperando que el cónyuge se decida de una vez, a realizar un esfuerzo para adaptarse, sino que significa que al exigir de él unas manifestaciones de buena voluntad, se impondrá uno a sí mismo una paciencia a toda prueba, respetando el curso del tiempo y contando con la lentitud normal de toda evolución humana.
Saber repetir una corrección. Repetirla sin dejar traslucir que está uno harto y a punto de estallar.
Repetirla, por el contrario, con incansable afabilidad, con una pizca de buen humor, pero nunca fuera de tiempo.
Domeñar esta impaciencia, esta precipitación, e imponerse contar con el tiempo. Esperar que poco a poco se efectúe la evolución requerida.
El tiempo destruye siempre lo que se hace sin él.
En toda observación evitar las palabras agrias; en toda crítica, evitar las palabras ultrajantes; en todo reproche, evitar la aspereza;
Tales son las condiciones que se requieren previamente para el acuerdo conyugal. Éste no puede realizarse más que en un clima en que el afán de comprensión recíproca sea evidente. Este ambiente se creará si de una parte y de otra se emplea la destreza necesaria para hablarse con provecho. La preocupación por proceder con tacto conducirá a no hablar nunca bajo el efecto de la emoción violenta que acompaña habitualmente a la primera reacción. Le sucede a nuestro espíritu lo que al agua: cuando ésta se enturbia ya no se puede ver nada en ella; hay que dejarla reposar para que recobre su limpidez .
La crítica mutua en el matrimonio es buena y ayuda a mejorar. Pero debe ser una crítica que nace del amor y se hace con amor. No una crítica-reproche que molesta al otro. Éstas son inútiles y perjudiciales, porque deterioran la convivencia. Una crítica que es un desahogo de la agresividad, produce agresividad en el otro. La finalidad de la crítica debe ser ayudar al otro a ser mejor. Por eso, no pedir imposibles; ni hablar con vaguedades que no concretan lo que debe cambiar; ni en plan exigente, sino sugiriendo. Y en el momento oportuno. Una crítica a destiempo es perjudicial, o, por lo menos, inútil.
Es necesario, a todo precio, vencer el mal humor y, para conseguirlo, cultivar el arte del perdón recíproco. Que no se tema ir demasiado lejos en este sentido, porque si es peligroso perdonar demasiado, mucho más peligroso es no perdonar lo suficiente. De tener que elegir entre los dos excesos habría que optar sin titubeo por el primero; porque un exceso de bondad sólo pude servir al amor, mientras que, por el contrario, éste no podría sobrevivir a una negativa del perdón. En la vida conyugal es donde tiene más aplicación la respuesta de Cristo: hay que perdonar setenta veces siete . Es decir, siempre! Solamente en la medida en que el uno y el otro hagan de esta ley cristiana norma de su vida cotidiana florecerá la comprensión en la vida común. Cualquier otra orientación sólo puede acarrear endurecimientos y choques que acabarán por destruir la felicidad.
Para que la vida en común sea bella, para que sea armoniosa y reine en ella la alegría, para que el amor sea fácil, es preciso que marido y mujer se traten con toda caridad, concediéndose recíprocamente un perdón renovado sin cesar.
Cuando tengas que reprender a tu cónyuge, no lo hagas con reproches duros, que suelen motivar reacciones violentas. Es preferible una suave sugerencia que facilite la disculpa, el acuerdo, la avenencia. Con mucha frecuencia en el origen del enojo está el orgullo. Algunas torpezas inconscientes y repetidas traen como consecuencia que la mujer ofendida se refugie en una protesta silenciosa. Se encierra en sí misma, negándose a avanzar por el camino de la comprensión. No admite el perdón.
Pensando que ha iniciado ella demasiadas veces los pasos de la reconciliación, se repliega ahora a la defensiva y manifiesta su protesta con una terquedad irreductible.
No posee ella, sin embargo, el monopolio del malhumor. Hay que reconocer que el hombre, a su vez, lo utiliza con frecuencia, impulsado también por el orgullo. En él también, puede triunfar la fobia a dar el primer paso. Ésa es la manera mejor de hacer la vida común insostenible. El triunfo de la terquedad, del orgullo, y malhumor, actúa sobre el amor como un cáncer. Muchos de los fracasos matrimoniales se deben a la falta de comunicación. Porque la mujer no encuentra en el marido atención a lo que ella necesita comunicar.
Muy cercana al malhumor está la taciturnidad. Es un estado de espíritu en el cual no se encuentra nada que decir. Este defecto es, la mayoría de las veces, patrimonio del hombre. Aun no...
Te paso los consejos de un gran educador y formador que se llama Jorge Loring. Léelo despacio y piensa en qué cosas podéis mejorar tu y el. Lo ideal sería que después de leerlo vayas actuando poco a poco haciendo cosas que mejoren tu matrimonio. Haz cosas que le gusten a él y no esperes nada a cambio. No lleves una cuenta de los agravios que te hace tu marido, sino lleva una cuenta de las cosas positivas que te hace.
Un cordial saludo con mismejores deseos para tu felicidad.
97,7. Matrimonio. a) Sacramento: El matrimonio es un sacramento en el cual -contraído según las leyes de la Iglesia- por el mutuo consentimiento de los contrayentes, expresado legítimamente con libertad y sinceridad, se les concede la gracia para santificar su unión conyugal y para cumplir bien los deberes matrimoniales, como son: la armonía conyugal, la fidelidad del corazón, el control de la concupiscencia, el dominio de carácter, ayuda y consuelo mutuos, la educación de los hijos, el sostenimiento del hogar, etc. . La gracia no realizará de ordinario milagros, cuando las condiciones para un amor serio y auténtico han fallado en su base; pero puede evidentemente potenciar y robustecer el amor humano para que supere sus propias debilidades y deficiencias .
El matrimonio, más que un frío contrato, es una alianza, una comunidad de vida y amor, una convivencia en la que la procreación, siendo algo muy importante, no tiene finalidad primordial. El amor y la mutua ayuda no pueden relegarse a segundo plano.
«El matrimonio constituye una íntima comunidad de vida y de amor conyugal»(939).
El amor entre el hombre y la mujer es algo natural. Llega un momento en que un hombre y una mujer se aman, deciden entrar en una comunión estable de vida y amor, para llegar a formar una familia. A esta comunión de vida y amor se le llama matrimonio. En el matrimonio los esposos entran libremente, pero ninguno de los dos, ni por separado ni de común acuerdo, pueden romperlo.
El matrimonio viene a ser un convenio por el cual un hombre y una mujer, jurídicamente hábiles, se entregan legítima y mutuamente el derecho perpetuo y exclusivo sobre sus cuerpos, en orden a los actos de suyo aptos para la generación. Este acuerdo debe ser mutuo, consciente, libre y responsable. Efecto de este convenio es el vínculo conyugal; o sea la unión permanente, perpetua y exclusiva de un varón con una mujer para engendrar y educar hijos . Este vínculo conyugal dura mientras dure la vida de los dos cónyuges. «Son propiedades esenciales del matrimonio la unidad y la indisolubilidad»(940).
«La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio»(941).
El matrimonio es una entrega irrevocable de varón y mujer . Los que no quieren formalizar el matrimonio es para tener las manos libres y romperlo sin compromisos cuando les apetezca. Es decir, no hay amor.
Para asegurar la validez del matrimonio basta con que los contrayentes no ignoren que se trata de una sociedad permanente entre el hombre y la mujer, para tener hijos: y que el consentimiento sea libre y sincero, manifestado según la fórmula eclesiástica establecida .
En algunos países, la infidelidad matrimonial y el libertinaje han acabado con el verdadero amor. Esto es una tremenda desgracia. Las comodidades y las diversiones no pueden suplir el amor de unos esposos y de unos hijos. El amor familiar exige unidad e indisolubilidad matrimonial.
¿Cómo se van a amar unos esposos que ni se guardan fidelidad, ni le dan importancia al adulterio?
¿Cómo va a ser posible ir al matrimonio con ilusión cuando se sabe que lo que allí se va a recibir son cuerpos ya exprimidos en aventuras amorosas con otros? ¿Cómo se van a amar unos hijos sin tener la seguridad de que sean los propios? Es lógico que estos matrimonios sean un fracaso. Por querer gozar de la vida han perdido el mayor goce de la vida: el amor de un hogar. Los pensadores no tardarán en lanzar la voz de que esa libertad de costumbres es un camino equivocado, y de que si queremos recuperar la felicidad de la vida hay que volver al matrimonio uno e indisoluble de la Iglesia Católica; llegando a él por camino de una juventud pura. Una vez más la sociedad le dará la razón a la Iglesia. Los catastróficos resultados de una libertad de costumbres demuestran que la pureza en la juventud y la fidelidad matrimonial que manda la Iglesia, aunque exige renuncias y sacrificios, es el único camino para llegar a la felicidad de un hogar con amor.
La gracia sacramental del matrimonio es como una póliza de seguro sobrenatural para proteger los riesgos de la vida conyugal. La cuota de esta póliza es el espíritu cristiano. Cuanto mayor sea el espíritu cristiano, más garantías de éxito tiene este seguro. Y la prueba está en esos matrimonios innumerables de ancianos venerables que después de muchísimos años de casados todavía se aman con ilusión: él te dice que ella es una santa, y se le llenan los ojos de lágrimas; ella te asegura de mil formas que no hay hombre como él, y no acaba de contarte casos concretos para demostrarlo. Más de cincuenta años de compenetración, de mutua ayuda, de cariño desinteresado, de sufrimiento mutuo, de sobrellevarse los defectos mutuamente y de muchísimo espíritu cristiano les han dado en este mundo la mayor felicidad que aquí pude gozarse. En cambio, qué vejez tan distinta van a tener esos matrimonios materialistas y sensuales! Y no sólo la vejez, que cuando falta el espíritu cristiano es muy fácil que se harten muy pronto el uno del otro, y el hogar se convierta en una casa de fieras.
No es lo mismo vivir en matrimonio que en pareja. Los animales viven en parejas, más o menos duraderas, pero no en matrimonio como las personas. Hoy se da lo que se llama parejas de hecho . Viven matrimonialmente, como casados, sin estarlo. Y quieren los derechos de los casados. Pero para tener derechos hay que asumir los deberes correspondientes.
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: Hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que implica la intimidad sexual. La expresión, en sí misma, es engañosa: qué puede significar una unión en la que las personas no se comprometen entre sí, y testimonian con ello una falta de confianza en el otro, ¿en sí mismo o en el porvenir?
Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo. Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio, destruyen la idea misma de la familia, debilitan el sentido de la fidelidad.
Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio. Fuera de éste constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental .
Todo lo que sea poner en el mismo nivel a la familia tradicional con otro tipo de uniones nos parece aberrante ha dicho Mons. José Sánchez, Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, a propósito de las uniones de homosexuales. No pueden tener los derechos de los matrimonios porque no lo son. Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: «Matrimonio es la unión de un hombre y de una mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales».
Las leyes que rigen el matrimonio son independientes de la voluntad de los que lo contraen.
Estos tienen que aceptarlo tal como lo instituyó Jesucristo .
Cuando un católico quiere casarse es necesario santificar la unión con las bendiciones del sacerdote en el sacramento del matrimonio. La presencia del sacerdote, testigo cualificado de la Iglesia, es esencial para la validez del sacramento del matrimonio(942).
«El único matrimonio válido entre católicos es el sacramento»(943).
El matrimonio civil es absolutamente inválido entre católicos(944).
Sólo vale para efectos jurídicos civiles: asuntos de apellidos, herencias, etc .
El católico que se casa sólo por lo civil se autoexcluye de la comunión él mismo. Lo mismo que el divorciado que se vuelve a casar, que no puede comulgar mientras no arregle su situación(945).
Al matrimonio canónico están obligados todos los católicos que no se hayan apartado de la Iglesia por acto formal(946).
Es decir: no mera falta de práctica religiosa; pero tampoco hace falta la adscripción a una religión no católica. Sí lo sería un rechazo de la Iglesia en un documento escrito, o declaración pública; pero como dijo el Sínodo de 1980 la fe es necesaria para el sacramento del matrimonio .
En peligro de muerte, y en circunstancias extraordinarias en las cuales durante más de un mes no habrá sacerdote que los case, los futuros esposos pueden contraer matrimonio ante dos testigos que tengan uso de razón . Este matrimonio es verdadero sacramento, pues los ministros del sacramento del matrimonio son los mismos contrayentes. El sacerdote es tan sólo un testigo cualificado. Y la Iglesia autoriza esta forma de contraerlo en tales circunstancias.
Pero después hay que dar cuenta, para que se registre en los libros parroquiales .
Este sacramento hay que recibirlo en estado de gracia . Quién recibe el sacramento del matrimonio, a sabiendas, en pecado grave, comete un sacrilegio. Con todo, este matrimonio, aunque sea un sacrilegio, es válido y verdadero.
Antes de recibir el sacramento del matrimonio es conveniente que los contrayentes hayan recibido el sacramento de la confirmación, si pueden hacerlo sin grave incomodidad .
Para que el matrimonio sea lícito y válido es necesario que los contrayentes no estén ligados con ninguno de los impedimentos que señalan las leyes de la Iglesia, como sería, por ejemplo, coacción, engaño sobre la persona o cualidad importante que puede perturbar gravemente la vida conyugal . O carecer de madurez humana suficiente para valorar los derechos y deberes esenciales del matrimonio, o quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica(947).
También es impedimento para la validez del matrimonio el no aceptar las propiedades esenciales el matrimonio (unidad e indisolubilidad):
Como sería querer tener derecho al divorcio(948).
No podrán contraer lícitamente matrimonio canónico el varón y la mujer que no hayan cumplido los 18 años . Antes de los 18 años, generalmente, se engendran hijos enfermizos y débiles .
Son incapaces de consentimiento los que no tienen uso de razón .
Hay casos excepcionales en los cuales la Iglesia señala la ausencia del vínculo matrimonial por algunos de estos impedimentos. Entonces declara el matrimonio nulo. El eco que hacen las revistas del corazón de las anulaciones concedidas a ciertas personas célebres, puede parecer que esto se consigue a base de dinero.
Es verdad que conseguir la declaración de nulidad cuesta dinero, porque hay personas cuya profesión es estudiar estos casos. Pero esto no cuesta millones, como algunos creen. Según el Vicario Judicial del Obispado de Cádiz, Guillermo Domínguez, en 1996 cuesta unas 80.000 pesetas.
Sin embargo, si no hay dinero, pero hay razones, se puede conseguir gratis.
En 1977 se otorgaron en España 534 sentencias de nulidad . De estas anulaciones, el 30% se concedieron gratuitamente, según dijo el Vicario de Madrid, Padre Martín Patino, el 23 de octubre de 1980, por Radio Nacional en el espacio «Estudio 15-17».
b) Divorcio: El divorcio es un mal . Si fuera bueno Dios no lo prohibiría. Dios ha hecho el matrimonio indisoluble. Pero el matrimonio hay que contraerlo con responsabilidad. Muchos matrimonios fracasan porque se han hecho a la ligera, por vanidad, por capricho, por despecho, para hacer rabiar a una tercera persona, o sencillamente, por lujuria o egoísmo. Muchos matrimonios fracasan porque nunca debieron realizarse.
Si Cristo prohíbe el divorcio, la Iglesia no puede aceptarlo. Mons.
Innocenti, que fue Nuncio del Papa en España, dijo: Los católicos, gobernantes o no, tienen que tener en cuenta la doctrina de la Iglesia sobre el divorcio .
El divorcio no es solución para un católico. Cristo dice: «el que deja a su mujer y se casa con otra, comete adulterio»(949), y «el que se case con la divorciada comete adulterio»(950).
El adulterio se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos, es decir, era algo muy grave.
Por eso la Iglesia católica sólo permite la separación de los esposos si la vida en común resulta insostenible, pero no volver a casarse mientras viva el otro cónyuge; porque el vínculo matrimonial permanece hasta la muerte de uno de los dos. Por lo tanto hay que escoger entre seguir viviendo juntos, o la soledad hasta la muerte. La separación es el comienzo de un camino que conduce a problemas mayores. Antes de separarse, los cónyuges deberían acudir a un especialista por si sus problemas tienen solución. El vivir los esposos separados, aunque no se unan a otra persona (lo cual sería un pecado de adulterio) puede ser un pecado contra la caridad para con el cónyuge y los hijos.
El divorcio civil, que pretende romper el vínculo, es totalmente inválido ante Dios. . «Pero si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral»(951).
Los divorciados vueltos a casar no pueden acercarse a la Sagrada Comunión(952).
Ellos mismos se autoexcluyen de la Iglesia, pues viven en situación de adulterio público y permanente(953).
«Sólo podrían acercarse a comulgar si, evitado el escándalo y recibida la absolución sacramental, se comprometen a vivir en plena continencia», ha dicho la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe(954).
En el discurso de Juan Pablo II en la clausura del Sínodo celebrado en Roma en octubre de 1980, dijo que había que mantener la práctica de la Iglesia de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar. A no ser que cuando no puedan separarse, prometan vivir en total continencia, siempre que no sea motivo de escándalo. En todo caso, añade el Papa, deben perseverar en la oración para conseguir la gracia de la conversión y de la salvación . Sin embargo esto no lleva consigo el que no puedan bautizar a sus hijos. Hay que estudiar cada caso y ver qué posibilidades ofrecen de educar en católico a sus hijos .
El divorcio es un mal. Lo que algunos se preguntan es si puede considerarse como un mal menor que en ciertas circunstancias podría permitirse para evitar males mayores. Lo mismo que una operación quirúrgica es un mal, pero se acepta para evitar males mayores. Otros opinan que la licitud del divorcio traería a la sociedad peores males que los que se siguen de su prohibición, pues aunque el divorcio pueda solucionar algún caso concreto, trae grandes perjuicios al bien común, y no es solución lo que empeora una situación, sino lo que la resuelve. Las soluciones deben atender al bien general y ser conformes a las normas morales, como dijo Juan Pablo II en Nueva York.
El bien común a veces exige el sacrificio de un particular. Al hacer una autopista se pueden perjudicar los propietarios de los sitios por donde pasa, sin embargo puede ser necesaria para el bien común.
La fácil solución del divorcio haría que se rompieran muchos matrimonios con problemas perfectamente superables, que no deberían haberse roto nunca. Por eso el divorcio hace más daño que bien. Una solución que hace más daño que el mal que remedia no es solución. No sirve una medicina para quitar las pecas pero que al mismo tiempo produce cáncer de piel.
La posibilidad del divorcio lleva al malestar familiar. Los esposos difícilmente se soportan sus defectos, y con facilidad creen que cambiando de persona va a desaparecer lo que no puede desaparecer, pues es inherente a las deficiencias del carácter humano. No hay persona sin defectos.
Las decepciones irán seguramente en aumento. Según la revista norteamericana Newsweek, en Estados Unidos, seis de cada siete matrimonios de divorciados, vuelven a divorciarse de nuevo; y ocho de cada diez matrimonios divorciados dos veces, se divorcian por tercera vez . Es decir, el divorcio da paso a una poligamia sucesiva.
Algunas feministas consideran el divorcio como liberación de la mujer; sin embargo, la Iglesia al prohibir el divorcio defiende a la mujer.
Es trágica la situación de mujeres casadas abandonadas por sus maridos que han encontrado una jovencita atractiva que les ha entusiasmado, y por ella abandonan a su esposa y a sus hijos. Pero estas jovencitas también serán abandonadas cuando lleguen a mayores y sean suplantadas por otras más jóvenes y atractivas que ellas.
Según los datos del censo de los Estados Unidos, en los últimos años han aumentado en un 66% los norteamericanos que viven solos. La mayoría son hombres que se separaron de sus esposas.
Según las mismas estadísticas, uno de cada diez hogares en que hay niños, el padre se ha ido .
El divorcio engendra divorcio. En Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca, en catorce años se han duplicado los divorcios. En Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Suecia, los divorcios se han multiplicado por tres. Y en Holanda se han multiplicado por cuatro .
En Francia hay un divorcio por cada dos matrimonios . En Estados Unidos más del 50% de los matrimonios se divorcian .
Frank Furstenberg, sociólogo de la Universidad de Pensylvania en EE. UU., afirma que hoy en Estados Unidos, ante las funestas consecuencias del divorcio vuelve a estar de moda el matrimonio estable y el casarse por la Iglesia. Incluso proliferan cursos como los de la Universidad de Denver, Colorado, para superar la falta de comunicación y mutua incomprensión en el matrimonio, que es la causa principal de fracasos matrimoniales .
Una aventura amorosa, de momento, puede parecer maravillosa, pero a la larga es fácil que caiga en las mismas dificultades que el matrimonio estable.
Las aventuras sexuales sin amor, duran más o menos; pero antes o después terminan, y generalmente, de mala manera. En cambio el amor fiel de una pareja estable, que ha madurado en su familiaridad, es fuente de un placer mucho más profundo que lo que pueda dar de sí una aventura amorosa .
Aunque los medios de comunicación airean los casos de matrimonios fracasados de artistas, sin embargo, las estadísticas dan que en España los matrimonios a quienes beneficia el divorcio son solamente el 0'4% . En España el 90% de las familias viven un matrimonio estable, como dijo la Directora General de la Juventud, después de una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas. El 89% de los casados españoles asegura no haber sido jamás infiel a su pareja; y el 84% afirma que ni siquiera lo ha deseado .
A pesar de la publicidad que se da al divorcio de personas famosas, el sociólogo de la Universidad de Chicago, Andrew Grelley, ha hecho un estudio según el cual en 1995 han vivido en fidelidad matrimonial el 86% de los norteamericanos, el 89% de los británicos, y el 92% de los franceses .
Aunque en teoría sólo se permita el divorcio para casos especiales, inevitablemente se va aumentando el número de casos hasta que se abra la puerta del todo; y el menor disgusto puede atolondradamente llevar a un divorcio irreparable, y fácilmente quedar abandonado el cónyuge inocente y los hijos perjudicados.
Dice Isidoro Martín, Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid: «Aunque las leyes del divorcio al principio exijan causas restringidísimas, después se amplían desorbitadamente. Esto es un hecho incontrovertible».
El doctor alemán Maximiliano Bajoc ha realizado un estudio según el cual en Alemania se divorcian al año dieciséis mil matrimonios porque uno de los dos ronca. Es decir, que los motivos del divorcio se van ampliando desmesuradamente.
Lo que teóricamente se implantó para remediar casos de matrimonios fracasados, en la práctica hará fracasar a muchos matrimonios que podían haberse salvado.
Las dificultades que la Iglesia pone para el divorcio han salvado muchos matrimonios. Un casado me dijo en Torrevieja: «Yo doy gracias a la Iglesia de que no admita el divorcio. Si lo admitiera, yo me hubiera divorciado en un momento de crisis por el que pasó mi matrimonio. Ahora que lo he superado, me alegro muchísimo de no haberme divorciado, porque quiero muchísimo a mi mujer y soy muy feliz con ella. Y si me hubiera divorciado se la habría llevado otro, y yo la habría perdido».
Desde luego, es doctrina común en la Iglesia Católica que el matrimonio sacramental es indisoluble intrínsecamente, es decir, que no se puede disolver por la voluntad libre de los contrayentes, pero algunos católicos se preguntan si es también indisoluble extrínsecamente, es decir, si no se podría disolver a juicio de una autoridad extrínseca a los contrayentes; después de ponderar las razones que se aduzcan. Sólo el matrimonio sacramental consumado es también indisoluble extrínsecamente(955).
El Nuevo Código de Derecho Canónico dice: «El matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte»(956).
Algunos dicen que por qué los católicos, que no admiten el divorcio, van a imponer sus ideas a todos los demás ciudadanos. Hablando de esto, el Cardenal Primado D. Marcelo González, dijo en una conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI: «Eso de que los católicos non tienen derecho a imponer a los demás su concepción de la unión conyugal, es un sofisma. No se trata de imponer nada a nadie, sino de defender lo que ellos creen que es bueno, y que si se deteriora, ellos mismos serán víctimas de la nueva situación».
Sin embargo, aun en naciones de mayoría católica, a veces hay una ley civil que regula el divorcio.
Pero, el cristiano debe seguir siempre los imperativos de la fe, sea cual fuere la evolución de las leyes del Estado sobre el matrimonio .
Algunos dicen que el divorcio es un derecho de la persona humana. Esto es falso. Los derechos de la persona humana, lo mismo que las leyes de la Física, tienen valor objetivo, no dependen de lo que a cada uno le parezca. Lo que es derecho de la persona humana es el matrimonio; uno es libre para casarse o no casarse; pero si se casa debe admitir el matrimonio como es: indisoluble. Nadie tiene derecho a manipular el matrimonio a su capricho, como nadie puede manipular a su antojo las leyes de tráfico. Uno es libre para salir a la carretera o para quedarse en casa, pero si sale a la carretera, tiene que someterse a las leyes de tráfico; hechas para el bien común. Lo mismo, cada cual es libre de casarse o no, pero no para cambiar la naturaleza del matrimonio. Por lo tanto, quien libremente se casa no puede libremente romper el vínculo matrimonial. Decir que el matrimonio puede disolverse por mutua voluntad de los contrayentes, es inadmisible.
El matrimonio no es sólo un compromiso entre un «yo» y un «tú». Tiene una función social ineludible.
Por eso la Iglesia y los políticos no renuncian a incidir en él.
Matrimonio y familia son considerados como la base de la comunidad humana: no se dejan, por lo tanto, en manos del capricho o del interés de los hombres .
El vínculo matrimonial no depende del arbitrio de los casados. Su consentimiento es irrevocable, y de éste nace una institución confirmada por la ley divina que la sociedad debe respetar .
«La unión libre de un hombre y una mujer que se niegan a dar forma jurídica y pública a su intimidad sexual, constituye siempre un pecado grave, y excluyen de la comunión sacramental, pues el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio»(957).
Para casarse, lo fundamental es amarse.
Pero el matrimonio es una cosa muy seria, con implicaciones en la sociedad. Y cuando el hombre hace una cosa seria ante la sociedad lo formaliza con un contrato. Para un católico, vivir matrimonialmente sin haber recibido el sacramento del matrimonio es una vida de pecado continuo que no puede traer al hogar la bendición de Dios. Y esto es gravísimo.
Los experimentos que se han hecho de comunas de amor libre, donde todos son de todos, al fin han terminado formándose parejas cerradas dentro de la comuna, o se han ido de la comuna para formar pareja con otra persona de fuera. El todos para todos sólo es posible cuando no hay amor y el sexo se realiza sólo por apetito. Pero en cuanto nace el amor se busca la pareja estable. Es decir, que la pareja humana estable es algo natural. Los mismos divorcistas que quieren romper unan pareja humana, es con el deseo de formar otra pareja, pensando que el cambio de persona iba a acabar con las imperfecciones inherentes a todas persona humana. La solución no está en pensar en una persona sin defectos, que no la hay, sino en amar a una persona a pesar de sus defectos, y sobrellevarlos con virtud.
Los que se casan pensando en divorciarse, si las cosas no van bien, es que no aman; y si no se aman es seguro que fracasarán. Pues el matrimonio si no es con amor es un infierno. Nadie pone plazo a su amor. El amor quiere serlo para siempre. El que piensa poner término a su amor, es que no ama. Quien admite una fidelidad quebradiza, tendrá pasión pasajera, pero eso no es verdadero amor. El amor exige exclusividad. De ahí la razón de los celos. Quien cambia fácilmente de amor, lo que tiene son caprichos sentimentales o sexuales. Como quien se encapricha con un juguete y luego lo deja por otro. El amor es otra cosa. El auténtico amor quiere ser eterno.
El amor no es algo pasajero que sólo interesa mientras sirve, como si se tratara de un objeto que se abandona cuando sale un nuevo modelo en el mercado. Para muchos el matrimonio es una unión efímera que puede romperse ante cualquier dificultad para iniciar una nueva aventura cambiando de persona.
Eso de que el matrimonio monógamo produce tedio es sólo verdad cuando está ausente el amor.
Los sacerdotes conocemos muchísimos matrimonios que se aman y son felices a los cincuenta años de casados. Naturalmente estos matrimonios no van al psiquiatra, y por lo tanto no está reflejados en las estadísticas de los matrimonios fracasados.
En cambio, es notable el hecho de que los fracasados en el primer matrimonio, suelen fracasar en los siguientes; por eso es tan frecuente que los divorciados vuelvan a divorciarse. El Anuario Demográfico norteamericano afirma que el 70% de los divorciados reinciden .
Estadísticas puntales han demostrado que en los países donde el divorcio está a merced de cualquier contrariedad, del más fútil pretexto, se da un elevado y creciente porcentaje de jóvenes inadaptados socialmente, delincuentes, desorientados, descentrados, proclives al gamberrismo, inútiles para la vida de trabajo y convivencia, por haber estado privados de ambiente y medios familiares adecuados.
Que el divorcio lo pagan los hijos es una verdad que pone de manifiesto el estudio realizado por Martin Richards que dirige el Centro de Investigación de la Familia de la Universidad de Cambridge, que ha realizado un ambicioso estudio sobre el desarrollo psico-social de diecisiete mil niños británicos. La conclusión es demoledora: a los hijos de los divorciados les va mucho peor en la vida .
Una estadística publicada por el Tribunal de Menores de Chicago afirma que el 80% de los menores que comparecen ante este Tribunal, son hijos de divorciados .
Según un reportaje del semanario «Newsweek» del 11-II-80, en Estados Unidos hay doce millones de menores de dieciocho años hijos de divorciados, y según el «Uniform Crime Report»(1976) de los menores procesados por delitos comunes en Estados Unidos, el 82% son hijos de divorciados .
Los hijos son las terribles víctimas del divorcio. Quedan con el corazón destrozado, la idea de la familia equivocada, y siempre con una educación fracasada. «Los hijos de los divorciados son huérfanos de padres vivos»(Dr. Carnot ).
Los hijos de los divorciados son más huérfanos que los verdaderos huérfanos; pues éstos, al menos, pueden vivir de un recuerdo y guardar a sus padres difuntos todo su respeto y todo su amor.
Los hijos tienen derecho a un hogar y a unos padres que les amen y eduquen. El divorcio les priva de ese elemental derecho. Muchísimos divorciados son responsables de que sus hijos terminen en la delincuencia, faltos de educación, de hogar, de familia y de amor. Un gran porcentaje de delincuentes juveniles son la consecuencia del divorcio de sus padres. Los divorciados buscaron egoístamente su libertad, pero a costa del bien de sus hijos. Estadísticas conocidas dicen que se ha podido comprobar perturbaciones psíquicas en casi la mitad de los hijos de los divorciados .
Según un estudio realizado en Londres, el divorcio es malo para la salud tanto de los divorciados como de sus hijos .
Según un estudio del Centro de Políticas Familiares de Londres, realizado con 17.000 niños, resulta que los hijos de padres divorciados y vueltos a casar tienen más problemas psicológicos .
Para la buena educación de los hijos es fundamental que se sientan amados. Muchos traumas se deben a la falta de amor .
Dice el conocido psiquiatra Dr. Juan Cardona Pastor : «Una familia estable es requisito indispensable para el equilibrio psíquico normal de la persona».
Según un estudio del Centro de Investigaciones de la Realidad Social (CIRES) «es indiscutible» la vigencia del matrimonio en España. El 77% de los entrevistados no cree que el matrimonio sea una institución pasada de moda. Aseguran que para el éxito matrimonial lo más importante es la fidelidad, y que la convivencia en pareja dura menos que la de los matrimonios .
Si se tratase de una persona con la cual es imposible la convivencia, podría estudiarse la posibilidad de declarar nulo ese matrimonio. El matrimonio, como dice el Concilio Vaticano II, «es comunidad en vida y en amor»(958).
Si la impotencia sexual es causa de nulidad matrimonial, también puede serlo la incapacidad de poder realizar esa comunidad de vida por tener una personalidad desestructurada. Sería como una impotencia psicológica .
Hay personas neuróticas, psicopáticas, esquizofrénicas, con las cuales es imposible convivir, y que pueden justificar una declaración de nulidad matrimonial. Así lo reconoce el Nuevo Código de Derecho Canónico que dice: «Son incapaces de contraer matrimonio quienes tienen un grave defecto de madurez de juicio sobre los deberes y derechos del matrimonio que van a contraer; y quienes no puedan asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica(959).
Como serían las obligaciones del acto conyugal, la convivencia amorosa y la educación de los hijos.
c) Adulterio: El pecado de adulterio es uno de los más execrables. «Se comete cuando un hombre y una mujer, de los cuales, al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque sea ocasional»(960). El adulterio es ya una falta grave desde el momento mismo en que se desee deliberadamente. Ya hay adulterio cuando hay infidelidad de corazón: cuando se pone a alguien por encima del propio consorte. Tal es el sentido de las palabras de Nuestro Señor: «Quien mira a una mujer con deseos deshonestos, ya ha cometido adulterio en su corazón»(961).
Como pecado externo es uno de esos crímenes enormes que ya entre los judíos y los paganos era castigado con la pena de muerte(962).
Las personas casadas deben ser de una prudencia extrema en este punto, y cerrar cuidadosamente la puerta de su corazón al menor síntoma de un afecto desordenado naciente hacia tercera persona. Los antiguos amores de la juventud, los actuales amigos de la familia, los subordinados, los superiores, los compañeros de trabajo, pueden constituir un verdadero peligro para la virtud de los esposos.
Hay que evitar los celos infundados, pero también el ser bobalicones poniendo en peligro la fidelidad del otro cónyuge.
Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la familia, que no podrá recuperar el cariño de antes. Y esto no tiene precio.
No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie de ligerezas, de imprudencias y de concesiones. Al principio se resiste, y se ve con horror avecinarse la tragedia.
Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido.
Cada vez se cederá más.
Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en aumento. La tragedia será casi irremediable. Por eso deben tomarse toda clase de precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse en este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos grave peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal .
Los pasos del adulterio pueden ser éstos:
Un marido absorbido por su trabajo.
Su mujer se siente sola.
Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.
Se deja llevar con la imaginación lo que sería un matrimonio con este segundo hombre.
Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre. Necesidad de repetir este momento.
Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la condenación eterna.
Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente.
El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena puede llegar también al adulterio:
Se encuentra con otra que atraviesa una situación difícil. Su buen corazón le inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello. Nace el afecto entre los dos. Ella se siente agradecida y comprometida a complacerle en todo, etc.
Si el hombre, premeditadamente, la engaña para encariñarla y aprovecharse de ella, eso es una canallada.
El adulterio puede arruinar un matrimonio. Recuerdo que un hombre, cuya mujer había tenido una aventura amorosa con otro, me decía llorando lleno de dolor y de rabia: nunca más podré hacer el amor con ella. No podré evitar el pensar que ella está pensando en el otro .
En ambientes pervertidos, algunos matrimonios practican el intercambio de parejas, como un juego inofensivo: pero con esto han preparado una bomba de relojería que, antes o después, hará saltar, hecho añicos, su matrimonio.
La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres casados para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en lugar de trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional del vicio. Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se enreda en un amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues sabe que aquel corazón ya tiene dueño.
d) Armonía matrimonial: Los casados deberían examinarse con humildad y lealtad para ver si deben corregirse de algún defecto que obstaculice la armonía matrimonial.
Pocos matrimonios habrá en los que alguna vez siquiera no haya habido un disgusto serio. A veces los disgustos son frecuentes. Las causas pueden ser muchas: orgullo, egoísmo, frivolidad, obstinarse en querer tener siempre la razón, sensualidad desenfrenada, sensibilidad exagerada, palabras imprudentes, celos enfermizos, desorden negligente, etc. Rara vez la culpa será de uno solo. Un silencio cariñoso, el saber ceder con prudencia, el explicarse con calma, el olvidar cristianamente, etc., ayudan a pasar por encima de muchas dificultades. Los pequeños disgustos, al prolongarse, pueden terminar en algo grave. Lo mejor es acabar con ellos cuanto antes, con un poco de humor, espíritu de conciliación y capacidad de olvido.
Al cabo del tiempo puede que un día aparezca la decepción del cónyuge.
Evitar toda palabra descalificadora: Eres inaguantable . No se puede vivir a tu lado . Ya no te aguanto más . No te soporto . Que sea la última vez . Tu actitud es inadmisible . Etc., etc.
Nunca expresar a tu pareja tus sentimientos de agresividad. Para desahogarte podrías escribirle una carta manifestándole todos tus sentimientos. Pero una vez escrita, la rompes. No se la entregues. Ya te has desahogado.
El amor matrimonial no excluye los conflictos. Pero hay que solucionarlos. Aclarar las cosas sin herir. Más que buscar culpables, hay que buscar soluciones.
En esos momentos es muy importante la comunicación mutua. Quizás preguntarle: ¿En qué te he decepcionado? . El amor, como las plantas, hay que regarlo para que florezca. Si no lo cuidas, terminará por secarse.
A veces puede surgir el deseo de buscar fuera del matrimonio una compensación, que puede ser desde una santa ocupación hasta el adulterio. Ni siquiera la atención a los hijos puede justificar la desatención a la pareja. Aunque puede ser perfectamente compatible con la armonía conyugal una actividad en servicio de los demás.
Hay que procurar siempre, con prudente habilidad, que las disensiones -a veces inevitables- no se prolonguen. Si no se pone a tiempo remedio se producen heridas muy profundas. El desacuerdo serio y continuado en el matrimonio es una de las mayores cruces de la vida terrena.
Conviene saber llevar la cruz del matrimonio sobrellevando mutuamente las deficiencias de carácter, defectos, etc. En el matrimonio no todo es disfrutar. Está hecho también de comprensión y renuncia: conocerse y animarse, comprenderse y perdonarse.
Conviene no olvidar que el hombre es muy distinto de la mujer.
El hombre y la mujer son iguales ante la ley por tener la misma dignidad personal, pero son distintos corporal y psíquicamente, para poder complementarse. Por eso la mujer que no tiene feminidad es un marimacho, y el hombre sin masculinidad, una damisela.
Las diferencias fisiológicas entre el hombre y la mujer llegan hasta el cerebro .
Eso de que las diferencias de modo de ser entre hombre y mujer sean consecuencia de la educación recibida, no es cierto. Es verdad que la educación influye en el modo de ser, pero hay una base en la naturaleza. Lo mismo que fisiológicamente el hombre no puede dar a luz un hijo, psicológicamente la mujer está dotada de unas cualidades propias de la maternidad, que el hombre no tiene. La ternura femenina para con el niño es algo muy distinto de lo que el hombre es capaz de dar.
La mayoría de los hombres es capaz de tener una vida sexual sin amor; en cambio la mayor parte de las mujeres sólo son capaces de entregarse a un hombre cuando lo aman.
El hombre es más carnal, la mujer más tierna; el hombre debe saber que ella no encuentra placer en el amor físico, sino a través del amor psíquico.
La mujer es más detallista, el hombre mira las cosas en síntesis. Al hombre le gusta conquistar, a la mujer ser conquistada; a la mujer no le importa ser dominada por la fuerza, el hombre prefiere ser dominado por el cariño. La mujer ha nacido para amar y el hombre para luchar.
No exclusivamente, pero sí preferentemente.
El hombre se manifiesta, sobre todo, por su carácter activo, emprendedor, creativo; la mujer, más bien, por su carácter acogedor, receptivo. Hasta la constitución física, de alguna manera, está moldeada para expresar esta diversa manera de estar en el mundo .
El hombre razona, la mujer intuye. El hombre es más cerebral, la mujer más cordial, más sentimental: incluso puede dejar que los sentimientos influyan en su razón. El hombre se preocupa más de las cosas, la mujer de las personas. El hombre tiene tendencia a lo universal, la mujer a lo concreto. El hombre se interesa más por las ideas, la mujer por los afectos. El hombre quiere que lo valoren, la mujer que la amen. El hombre vence por la fuerza, la mujer por la lágrimas.
La mujer se deja dominar por los sentimientos mucho más que el hombre.
Mientras ella manifiesta sus sentimientos fácilmente, el hombre suele sentir pudor en manifestarlos: por eso es frecuente que los oculte. La mujer ama y sufre con más intensidad que el hombre. Por eso cuando odia es temible: su maldad, su espíritu de venganza y su ingenio para hacer daño son terribles .
La lógica en el hombre es reflexiva, en la mujer intuitiva. El hombre que tropieza con lo imprevisto, se desorienta y tiene que estudiar de nuevo el asunto. La mujer, en un caso similar, emplea la lógica de la adaptación o mutación. Este discrepancia matrimonial parece que les aleje al uno del otro. El hombre debe imponer su criterio razonadamente, sin humillar a su mujer; la mujer, con intuición, debe ayudar a su marido procurando aunar opiniones. La felicidad matrimonial se consigue no mandando ni el uno ni el otro, sino obedeciendo los dos.
La imaginación y sensibilidad es más acusada en la mujer. En el arreglo del hogar lo demuestra. Su gran sensibilidad hace que lo nimio la haga feliz o la haga llorar. Cosas al parecer insignificantes para el hombre, a la mujer le producen gran disgusto.
La mujer es fácilmente feliz con ilusiones pequeñitas, detalles, delicadezas, etc. El hombre generalmente le da menos importancia a todo esto, y vive más las grandes ideas de la fe, de la política, de los negocios, etc.
La imaginación masculina es de ideas y, por lo tanto, es intelectiva; menos expuesta a error por apoyarse en la realidad y no en el sentimiento, que es lo propio de la mujer. Esta discrepancia a veces produce disgustos. El hombre debe comprender a la mujer y apreciar sus sentimientos.
El juicio de la mujer es más rápido, y juzga según odie o ame; en cambio, el hombre juzga después de madura reflexión. Esta divergencia puede conducir a que la mujer considere al marido demasiado calculador, y él a su mujer ligera y alocada. Sin embargo, no debe el marido despreciar el juicio de su mujer, pues ella capta detalles que el hombre desprecia y pueden conducir al fracaso. Estas discrepancias las impone la diferenciación sexual; y el milagro del matrimonio presidido por el amor hace que se adivinen los pensamientos. La mujer aceptando lo que el hombre dice. El hombre comprendiendo lo que la mujer quiere decir. Ella es dichosa si el marido adivina sus deseos.
La diplomacia con que Dios ha dotado a la mujer puede emplearla siendo el ángel tutelar de su marido, pero sin que se resienta su orgullo de varón. La propia estimación del hombre es lícita, pero con exageración caería en un salvaje egoísmo; cualidad ésta que usada ponderadamente hace que la mujer se sienta protegida con sensación de paz y seguridad. La mujer es feliz si lo son los que ella ama. El deseo de agradar es innato en la mujer. Ella va a la conquista del hombre. En esta actitud debe continuar toda su vida matrimonial. Ello será un medio para que el marido conserve su castidad. El amor conyugal es mixto, con tres factores: primero, amor sensible; segundo, amor espiritual y, tercero, amor sobrenatural. El sensible es el que acerca los dos sexos y cumple la función sexual del débito matrimonial. El espiritual valora las cualidades anímicas y desea para el ser amado el mayor bien, entregándose a él en cuerpo y alma. El sobrenatural ofrece nuestro amor para la propia santificación y hace la continuación de nuestra propia vida en nuestra descendencia con miras a la eternidad.
La felicidad matrimonial no se logra aturdiéndose con fiestas y riquezas, sino con el hogar ordenado, el cariño de los hijos y la paz en el alma de ambos cónyuges, dejando las adversidades y alegrías en manos de Dios .
El hombre es estable, la mujer voluble. Ya lo dijo Virgilio en la Eneida (IV, 559) la mujer es variable y tornadiza . Y también Verdi en su famosa ópera Riggolletto (Acto IV, 4 ) : la donna `e mobile : la mujer es variable. Tan mudable que muchas veces ni ella misma se entiende. Como está hecha para la maternidad su psicología está afectada por los cambios fisiológicos del ciclo reproductor. La pérdida periódica de sangre la debilitan. Psíquicamente busca el apoyo del hombre.
La protección del hombre le da seguridad. Le gusta el hombre fuerte, varonil. No sólo físicamente, sino también espiritualmente.
Muchos matrimonios fracasan porque se han contraído con ligereza y frivolidad; sin conocerse y sin amarse. Por sólo apetito sexual. Y esto no basta para hacer feliz un matrimonio. Otros fracasan por inmadurez. Se casan sin estar preparados para la unidad matrimonial, sin haberla siquiera entendido. Siguen dentro del matrimonio viviendo su individualidad, y los casados deben vivirlo todo «con y para» el otro.
Para que un matrimonio vaya bien, hace falta la colaboración de los dos; pero para hundirlo, basta con uno.
El matrimonio no es un contrato de servicios sino una comunidad de vida y amor, como dice el Concilio Vaticano II(963).
La huida de todo sacrificio quita al amor el sello de su autenticidad. Cuando vaya pasando el tiempo de tu matrimonio, encontrarás en tu cónyuge defectos de carácter que no advertiste en el noviazgo. No se los eches en cara de una manera desagradable. Eso sería contraproducente. Tampoco los consideres como de gran importancia. Es preferible que atiendas las virtudes que te movieron a elegir esa persona para unirte en matrimonio, y que sirven de contrapeso. En este mundo nadie es perfecto, y hemos de resignarnos a sobrellevar los defectos de nuestros prójimos. Procura portarte como si fuera tal como tú deseas. Esto le ayudará a que llegue, a la larga, a ser como tú deseas.
Durante el noviazgo sólo se ven las buenas cualidades de la persona a quien se ama. Con los defectos hay mucha indulgencia. En cambio de casados ocurre al contrario: hay cierta tendencia a olvidar las buenas cualidades y a aumentar los defectos.
El orgullo desempeña un papel muy importante en las disputas matrimoniales. El remedio es la humildad, reconocer los errores y dar explicaciones aprovechando un rato de calma. Y si se domina el buen humor es un modo magnífico de terminar muchas disputas. Las dificultades conyugales son menos graves de lo que parecen, y pueden superarse con buena voluntad.
Supongamos dos esposos que después de algunos años de convivencia se encuentran en plena discordia, pero de tal modo exasperados y furiosos que quieren separarse lo antes posible y a costa de lo que sea. Al principio estaban muy contentos, se consideraban felices; ahora, en cambio, maldicen el día en que se casaron. ¿Cómo ha sido eso? Los dos tienen defectos, pasiones, errores, pero, ¿quién no los tiene? Cuántos tienen los mismos defectos que ellos, o acaso más, y sin embargo viven en paz! ¿Qué es lo que les ha conducido a la infidelidad y a la ruina?
El esposo, algún tiempo después del matrimonio, ha comenzado a darse cuenta de las lagunas y defectos de su esposa, y esto le ha disgustado y le ha irritado. Bondadosamente, le ha hecho notar estas cosas, pensando que su mujer se enmendaría pronto de sus defectos. Le parecía tan sencillo y tan fácil! Pero ella no se ha corregido... Entonces la atención del marido se ha centrado más y más sobre las faltas y errores de ella, con lo que su desagrado, y luego su mal humor, han ido en aumento. Parecíale que ella no tenía buena voluntad y no le amaba, pues nada cambiaba su conducta, ni su modo de hacer; lo cual cada vez le disgustaba, irritaba y hería más vivamente.
Pero también el marido tenía lagunas, defectos, errores; y la mujer en ese mismo tiempo ha fijado su atención en ellos, y se ha desarrollado en su alma un drama igual al que se producía en el ánimo del marido. Pensaba que él pretendía mucho de ella y no se preocupaba de cambiar ciertas maneras suyas que la ofendían y amargaban. Hubiera costado tan poco!... Y así llegaron a donde llegaron.
Algún juez imparcial dirá inmediatamente que la conducta de los dos ha sido estúpida, y ambos han sido los autores de su desdicha. Si cada uno de ellos, en lugar de atender a los defectos y agravios del otro, en lugar de emperrarse en la pretensión de que el otro se corrigiera, hubiese observado sus propios defectos y se hubiera esforzado en quitar de sí lo que disgustaba al otro, habrían vivido en paz y la buena armonía se habría consolidado cada vez más. Ésta era la única conducta práctica razonable; era también la única cosa que cada uno podría hacer, ya que no tenía ningún poder sobre la voluntad del otro. Pero no han hecho lo que podían; han pretendido cada uno que fuese el otro el que lo hiciese, y así han llegado a ser desgraciados .
En este proceso de mutua "domesticación" que tiene que sufrir todo matrimonio, es esencial, por una parte, la constancia y, por otra, la mutua delicadeza. Nada de impaciencia con los defectos del otro; mucho tacto y, sobre todo, no restregárselo con dureza, ironías o ridículos.
Las moscas no se cazan con vinagre. Tampoco tratéis de rehacer el otro a vuestra imagen y semejanza. Por parte de cada uno de vosotros, el esfuerzo debe ser contrario: no tratar tanto de rehacer al otro, cuanto de adaptarme al otro .
La mayor parte de los conflictos en el matrimonio son causados por falta de mutua adaptación. Para que el matrimonio progrese los dos deben remar en la misma dirección. Si cada uno rema en sentido contrario, la barca girará sobre sí misma. Quien no esté dispuesto a adaptarse al otro, más vale que no se case. Sin esfuerzo de mutua adaptación, el matrimonio no hay quien lo aguante. El continuo choque de opiniones, deseos, planes, gustos, etc., convierte al matrimonio en un infierno.
Es posible que no coincidáis en gustos, planes, deseos, etc. Pero si quieres a la persona, de buena gana aceptarás lo que ella prefiera. Cuando los dos quieren dominar, el choque es inevitable.
Cuando los dos quieren adaptarse, la armonía es maravillosa. El Dr. Vallejo-Nájera dijo por Televisión Española que la raíz de muchos matrimonios desgraciados es porque esperan demasiado del otro y quedan defraudados .
Exigir del otro que se adapte, que procure mejorar su personalidad, querer que luche contra sus defectos y consolide sus cualidades, bien está. Pero exigir que eso se realice enseguida, y que la transformación sea inmediata, sería nefasto. Se obligaría entonces al cónyuge a contentarse con cambiar las apariencias, se le conduciría a adoptar unas actitudes que serían forzosamente superficiales; el resultado no tardaría en manifestarse con un retorno a las costumbres antiguas y un mutuo desengaño. Si hay algo que debe evitarse es eso.
Más vale proceder gradualmente, contar con el tiempo y obtener resultados ciertos. Esta paciencia será sin discusión, una de las formas superiores del amor y un testimonio irrecusable de desinterés. Saber esperar a que el cónyuge logre superar sus defectos, animándole sin hostigarle, ayudándole sin desquiciarle, éste es uno de los primeros pasos en el camino del acuerdo de las personalidades. Este acuerdo se efectuará con tanta mayor seguridad cuanto con más calma se proceda. Excitarse no servirá de nada; lo más que se conseguirá es exasperarse uno mismo y exasperar al otro. En tal ambiente, el acuerdo, en vez de progresar, retrocedería multiplicando los roces y exacerbando los choques. Todo esto no quiere decir que se encierre uno en la pasividad esperando que el cónyuge se decida de una vez, a realizar un esfuerzo para adaptarse, sino que significa que al exigir de él unas manifestaciones de buena voluntad, se impondrá uno a sí mismo una paciencia a toda prueba, respetando el curso del tiempo y contando con la lentitud normal de toda evolución humana.
Saber repetir una corrección. Repetirla sin dejar traslucir que está uno harto y a punto de estallar.
Repetirla, por el contrario, con incansable afabilidad, con una pizca de buen humor, pero nunca fuera de tiempo.
Domeñar esta impaciencia, esta precipitación, e imponerse contar con el tiempo. Esperar que poco a poco se efectúe la evolución requerida.
El tiempo destruye siempre lo que se hace sin él.
En toda observación evitar las palabras agrias; en toda crítica, evitar las palabras ultrajantes; en todo reproche, evitar la aspereza;
Tales son las condiciones que se requieren previamente para el acuerdo conyugal. Éste no puede realizarse más que en un clima en que el afán de comprensión recíproca sea evidente. Este ambiente se creará si de una parte y de otra se emplea la destreza necesaria para hablarse con provecho. La preocupación por proceder con tacto conducirá a no hablar nunca bajo el efecto de la emoción violenta que acompaña habitualmente a la primera reacción. Le sucede a nuestro espíritu lo que al agua: cuando ésta se enturbia ya no se puede ver nada en ella; hay que dejarla reposar para que recobre su limpidez .
La crítica mutua en el matrimonio es buena y ayuda a mejorar. Pero debe ser una crítica que nace del amor y se hace con amor. No una crítica-reproche que molesta al otro. Éstas son inútiles y perjudiciales, porque deterioran la convivencia. Una crítica que es un desahogo de la agresividad, produce agresividad en el otro. La finalidad de la crítica debe ser ayudar al otro a ser mejor. Por eso, no pedir imposibles; ni hablar con vaguedades que no concretan lo que debe cambiar; ni en plan exigente, sino sugiriendo. Y en el momento oportuno. Una crítica a destiempo es perjudicial, o, por lo menos, inútil.
Es necesario, a todo precio, vencer el mal humor y, para conseguirlo, cultivar el arte del perdón recíproco. Que no se tema ir demasiado lejos en este sentido, porque si es peligroso perdonar demasiado, mucho más peligroso es no perdonar lo suficiente. De tener que elegir entre los dos excesos habría que optar sin titubeo por el primero; porque un exceso de bondad sólo pude servir al amor, mientras que, por el contrario, éste no podría sobrevivir a una negativa del perdón. En la vida conyugal es donde tiene más aplicación la respuesta de Cristo: hay que perdonar setenta veces siete . Es decir, siempre! Solamente en la medida en que el uno y el otro hagan de esta ley cristiana norma de su vida cotidiana florecerá la comprensión en la vida común. Cualquier otra orientación sólo puede acarrear endurecimientos y choques que acabarán por destruir la felicidad.
Para que la vida en común sea bella, para que sea armoniosa y reine en ella la alegría, para que el amor sea fácil, es preciso que marido y mujer se traten con toda caridad, concediéndose recíprocamente un perdón renovado sin cesar.
Cuando tengas que reprender a tu cónyuge, no lo hagas con reproches duros, que suelen motivar reacciones violentas. Es preferible una suave sugerencia que facilite la disculpa, el acuerdo, la avenencia. Con mucha frecuencia en el origen del enojo está el orgullo. Algunas torpezas inconscientes y repetidas traen como consecuencia que la mujer ofendida se refugie en una protesta silenciosa. Se encierra en sí misma, negándose a avanzar por el camino de la comprensión. No admite el perdón.
Pensando que ha iniciado ella demasiadas veces los pasos de la reconciliación, se repliega ahora a la defensiva y manifiesta su protesta con una terquedad irreductible.
No posee ella, sin embargo, el monopolio del malhumor. Hay que reconocer que el hombre, a su vez, lo utiliza con frecuencia, impulsado también por el orgullo. En él también, puede triunfar la fobia a dar el primer paso. Ésa es la manera mejor de hacer la vida común insostenible. El triunfo de la terquedad, del orgullo, y malhumor, actúa sobre el amor como un cáncer. Muchos de los fracasos matrimoniales se deben a la falta de comunicación. Porque la mujer no encuentra en el marido atención a lo que ella necesita comunicar.
Muy cercana al malhumor está la taciturnidad. Es un estado de espíritu en el cual no se encuentra nada que decir. Este defecto es, la mayoría de las veces, patrimonio del hombre. Aun no...
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