Por supuesto que no tienes personalidades múltiples, sino que estás desarrollando una personalidad, y esta tiene diferentes manifestaciones como es habitual, aunque en tu caso lo elabores intelectualmente quizá un poco más, quizá por tratarse de una persona que destaca un poco más socialmente, etc.. Por supuesto que estas manifestaciones no pueden ser discordantes, y si lo parecen, es solo en apariencia, ya que proceden de una única personalidad. Y así hay personas que no quieren admitir como reacciones propias ciertas reacciones que tienen, aunque el fondo con respecto a otras con las que están más conformes sea el mismo, y es el que haya que mejorar (como si alguien con un enfoque interesado en la vida, cuando todo le sale como quiere se muestre afable, y se enfade si no es así; está claro que lo que hay que depurar y rectificar es el fondo, y no hay discordancia alguna en sus manifestaciones). Por supuesto que a esto se pueden añadir elementos de escenificación totalmente voluntarios o bien el querer ejercitar otras facetas de la personalidad en un nuevo ambiente social con menos condicionantes al respecto, etc., o bien querer ser más prudente al ver las consecuencias de los propios actos y sus posibles enredos, etc. Acordémonos del Nadie es profeta en su tierra, y esto lo decía Aquel que no había cometido pecado alguno, ya que todo pecado esclaviza, enreda, etc., pero está claro que hay un efecto aparte de esto en un ambiente en donde ya conocen a uno más cercanamente, o en donde uno se ha desenvuelto en su vida cotidiana.
Refieres que en primero de secundaria algo cambio y empezó a preocuparte cómo los demás te ven, y qué piensan de ti. Y enhorabuena por reconocerlo, ya que con el uso de razón, la persona ya comienza a tener la posibilidad, en su medida, de pecar, de elegir el mal, y el primer pecado que aparece es la soberbia, todo referido a uno, en vez de a Dios, que tiene que ser siempre el centro de nuestras acciones. Y es que cuando uno refiere las cosas a uno, ni siquiera se hace bien a sí mismo, ya que busca para sí vanidades, y también puede buscar bienes que en sí pueden no ser malos pero su búsqueda se hace mala al buscarlos con desorden, es decir, no referidos al Bien, a la Justicia, a Dios, sino que al margen de esto, o con objetivos que se antepongan a esto, y, por tanto, haciéndolos ídolos, quedando la persona por supuesto que esclavizada con ello. Sólo el servicio a Dios libera a la persona: la persona es capaz, entonces, de elegir el bien, y no dejarse esclavizar por intereses vanos y desordenados.
Como te decía es bueno reconocer esa tendencia. Ya San Agustín, antes de su conversión, reconocía su tendencia al mal, y se preguntaba sobre el motivo. Luego, con su conversión, pudo saber que esto tiene una explicación muy sencilla, y es la tendencia al mal del ser humano por su naturaleza herida por el pecado, lo que se llama la triple concupiscencia, esto es, la triple tendencia al mal del ser humano, siendo agrupadas estas tendencias por los filósofos en los tres grupos clásicos de placer, poder y tener. La primera tendencia de la soberbia de la que te hablaba estaría encuadrada en el poder. Y sin duda la soberbia es una fuerte tentación que acompaña al hombre durante toda su vida, al menos ordinariamente. El destacar, o en su grado máximo el ser como dioses, etc. Y contra ella habrá que combatir toda la vida. Ya le decía Tobías a su hijo Tobías que la soberbia no reinase en su corazón, que no guiase sus pensamientos ni sus acciones. No le hablaba, según entiendo, de eliminarla ya para siempre, seguramente porque esto, al menos ordinariamente, es imposible, sino de dominarla, de controlarla, y esto solo es posible con amor de verdad, que es el que te recomiendo.
Repaso tu lectura: dices que tenías que agradar, y no te sentías bien contigo mismo. Un poco más de lo mismo, y como ves ya ves los efectos en el alma de esto: no te sentías bien contigo mismo. Esto ya te puede hacer reflexionar: el agradar, el ser el líder, quizá la persona que los demás miraban con admiración, e incluso con envidia, no llenaba tu corazón. Está claro que algo fallaba en lo que se estaba haciendo. Y es que solo te llenará el estar con Dios y hacer el bien de verdad, nunca una vanidad.
Muy importante lo que dices de : “Si ellos escogieron no tener criterio propio, ¿entonces están siendo ellos mismos por ello? Debería sentirme bien con eso”. Realmente si ellos eligieron no tener criterio propio, ellos no están siendo ellos mismos, conforme a su auténtica esencia, sino que dejándose llevar por cualquier interés vano o desordenado. Pero sin duda tienen más o menos responsabilidad en ello. Y lo que puedes hacer por ellos ser tú tu mismo, y dar ejemplo, pudiendo también ayudar con la palabra, etc.
Con respecto a tus sueños, solo parece que hay una aparente contradicción, ya que te sale el anhelo un poco más auténtico del corazón humano, y justo en último lugar, como algo que no puedes desechar, junto con otros. Dices que quieres hacer algo para cambiar el mundo, y lo mejor que puedes hacer para esto es ser santo, y generalmente el camino para ello es el camino de la humildad. Es cierto que la virtud se puede vivir el cualquier sitio, pero dada la fragilidad humana, es imprudente el someterse sin sentido a demasiados peligros, como sería una fama muy notoria, etc., por supuesto que una riqueza humana no es un mal en sí, pero sin duda es un peligro, un riesgo. Y lo importante es que te guíes siempre por la virtud de la caridad, por el amor de verdad, entre otras cosas para evitar complicaciones que luego no puedas afrontar (aunque siempre se puede dar marcha atrás, no sin el esfuerzo de recorrer el camino contrario, como si caminas por ejemplo 50 kilómetros en sentido contrario a tu meta final). Por supuesto que si Dios te llamase a vivir la santidad en una posición muy notoria socialmente ya sería otra cosa. Y esto lo sabes guiándote ya en todos los pasos que des por el amor de verdad, y retrocediendo, y rectificando, y arrepintiéndote, si ves que has errado: Dios ya te buscará, entonces, un atajo por donde salir, o un camino a seguir. Pero por supuesto que cuantas menos equivocaciones graves (y también leves) cometas en la vida, mejor. Hay que saber que todas las equivocaciones, todo pecado, hay que pagarlo. Y muchas veces una aparente pequeña imprudencia sale muy cara (te pongo un pequeño ejemplo: imagínate que en una ocasión una persona le dice palabra mal encaminada a un amigo; cuántas vueltas tendrá que hacer luego para recuperarse de esto, si lo logra; por supuesto que si uno ve que se ha equivocado no tiene que darlo todo por perdido, sino que frenarse y rectificar, por supuesto que asumiendo las consecuencias en ocasiones importantes de su error).
Utiliza todos tus talentos para hacer el bien de verdad. Dios no anula la naturaleza, creada por Él sino que la eleva, la guía, la ilumina. Y es fundamental poner una buena guía a todos esos talentos, ya que si no se pone una buena guía, realmente esos talentos van a pasar a servir a las tendencias desordenadas del ser humano, como vanidad, etc., con los efectos, que en pequeñísima escala, tú ya reconoces. Y da gracias a Dios por este reconocimiento que ya es un aviso de Dios.
Con Dios nunca te aburrirás. Es más Dios es super sorprendente, y además, incluso tiene mucho sentido del humor, del auténtico. Y realmente reirás con ganas, y auténticamente, cuando logres vencerte a ti mismo, y hacer el bien de verdad, etc.
Por supuesto que te recomiendo estar en gracia de Dios, acudir a la Confesión Sacramental, frecuentar los Sacramentos, y hacer oración.