Si tienes un matrimonio válido, que me imagino que será así, no te recomiendo en absoluto el divorcio (que por supuesto no lo anularía), sino que te recomiendo cumplir aquello a lo que te habrás comprometido que es a amar, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. Si estás sometido a una prueba, de las muchas que trae la vida, la solución es muy
simple, esforzarte en amar más y mejor, buscando realmente el bien de verdad de las personas y eso por encima de intereses vanos o desordenados, sin pretender obtener ciertos resultados como sea. No se trata, pues, de buscar uno estar meramente cómodo, o bien simplemente agradar ciertos intereses de las otras personas, sino que hay que buscar el bien de verdad de todos, siempre procurando que vivan la virtud y que sean las mejores personas posibles, sin desesperar nunca.
Gracias a Dios, aunque por un lado verías en el divorcio una liberación de ciertas cargas, o incomodidades, ya Dios, te avisa en forma de cierto malestar, según he visto en algunos de tus comentarios.
La felicidad jamás la encontrarás guiándote por lo que pudieras considerar (en un aspecto material) tus intereses más inmediatos. La felicidad la vas a encontrar amando, lo cual siempre es posible .
Tómate esa circunstancia como un examen, como si alguien te estuviera examinando del amor que tienes a tu mujer y a tu familia, y a ti mismo, ya que tú ganas realmente haciendo el bien.
Lo que te recomiendo es descartar lo malo, que nunca es solución, y esforzarte en actuar con conducta correcta y rectamente encaminada hacia el bien de verdad. Y deja los resultados ya en manos de Dios, que sabe más. Por supuesto que todo esto estando en gracia de Dios, ayudándote de los Sacramentos, oración, etc.